Aunque a Euskadi y Zamora le separen más de 350 kilómetros, lo cierto es que la Perla del Duero tiene una curiosa relación con la historia más negra de nuestro país: la banda terrorista ETA. Y concretamente con el que fuera su obispo desde 1991 hasta el 2000, Juan María Uriarte. Una figura que fue clave en las negociaciones entre el Gobierno de José María Aznar y la banda terrorista en 1998, y en las que el entonces obispo de Zamora fue interlocutor con los terroristas vascos. Pero quizá lo más curioso de toda esta historia es que Uriarte llegó a ser elegido por el exministro del Interior, Jaime Mayor Oreja para esta importantísima tarea gracias a la Semana Santa de Zamora.
Fue en 1991, después de que falleciera Eduardo Poveda y tras un periodo de espera, Uriarte fue seleccionado para ocupar el cargo de obispo de Zamora. Un nombramiento que se dice que generó recelos entre la sociedad zamorana por el origen vasco del religioso, por su pensamiento nacionalista y su cercanía con Antonio Añoveros.
Cabe recordar que Uriarte ejercía de obispo auxiliar cuando su superior pronunció una homilía a favor de la "justa libertad" del pueblo vasco y de un sistema político que fuera respetuoso con su "identidad específica". Tampoco fue un secreto para nadie la simpatía de Juanmari hacia el nacionalismo. Él se había criado en el medio rural vasco y tenía fuertes convicciones al respecto que tampoco escondió en ningún momento. "Era un especial defensor de su tierra, de su idioma y de su cultura", recalcan fuentes eclesiales de Zamora.
Él mismo reconoció ante los medios de comunicación en 2017 que no creyó por entonces que su destino a Zamora fuera "un premio", pero tampoco se lo tomó como un castigo. En aquel momento, Juanmari dejó de ser Juanmari para convertirse en don Juan María, pero el diácono permanente de la diócesis de Zamora, José Manuel Chillón recuerda que fue una transición amable "porque Uriarte decía que lo más cercano al pueblo vasco siempre era Castilla y él había estado muy pendiente siempre de todos aquellos inmigrantes de Castilla que habían llegado a trabajar al norte". Por lo tanto, su llegada a Zamora fue vista como un paso natural y una oportunidad para seguir fortaleciendo la labor de la iglesia, ahora en Zamora.
Inteligente y de mirada única
Uriarte llegaba así a Zamora como toda una novedad. No solo era nacionalista vasco, sino que tenía una extensa formación universitaria, con licenciatura en psicología por la Universidad de Lovaina, que le llevó incluso a replantearse su fe católica. A principios de los años 70 y con las nuevas tendencias del psicoanálisis, muchos otros colgaron los hábitos, pero Juanmari "sale muy fortalecido y dedica el resto de su vida a una penetración psicológica increíble".
Así que el sacerdote transformó esos conocimientos en "una capacidad para mirar a la gente única, parecía que tenía rayos X", explica José Manuel Chillón. Todo aquel que cruzó tiempo con Uriarte coincide en que "tenía una capacidad de mirada absolutamente penetrante", que generaba respeto y, a la vez, le otorgaba una capacidad de dar confianza "increíble".
Igualmente memorable era su capacidad de palabra. Cada homilía de Uriarte ha quedado ya para la historia de la religiosidad zamorana, y su figura fue la de "un obispo intelectual". Sus cartas pastorales eran distribuidas y fotocopiadas, y acabaron por marcar "doctrina" en la diócesis de Zamora hasta nuestros días. "Tenía por costumbre escribir todos los días y contaba con un don de la palabra superior", recalca el diácono permanente de Zamora.
Una reforma de la diócesis
Sus palabras, pero también sus actos hicieron que Uriarte terminara siendo uno de los obispos más recordados y queridos de Zamora. En sus nueve años de mando eclesial, Juan María Uriarte ordenó nada menos que a doce sacerdotes. "Un número tan alto, que nunca se ha vuelto a ver en la diócesis", recalcan fuentes del Obispado de Zamora.
Además, Uriarte quiso no solo aumentar el número de párrocos sino fortalecer la propia estructura de la Iglesia zamorana a través del Seminario Mayor. El entonces obispo se preocupó especialmente por la formación de los futuros curas, sobre el aprendizaje con textos y manuales.
Y en todo ese empeño, se dio la coincidencia de que uno de los libros que se toma para la formación en el Seminario Mayor, titulado 'En medio del mundo', había sido escrito por un joven sacerdote, recién doctorado en teología, llamado Fernando Varela. El propio Uriarte había escrito el prólogo de ese libro y había elogiado el texto de Varela. Así que en un círculo casi premonitorio el que fuera entonces obispo de Zamora tomaba como guía espiritual de sus futuros sacerdotes al que ahora es obispo de Zamora.
Además, se preocupaba especialmente por mantener reuniones personales con los sacerdotes, para atenderlos tanto en su vida espiritual como en su dimensión humana, individual y colectiva. "Era buena persona y cercano", recalcan sus allegados.
Jaime Mayor Oreja
Parece que la vida de Uriarte las casualidades eran el pan de cada día. Porque fue una de estas coincidencias la que le colocaría en un lugar clave de la historia reciente de nuestro país y ocurrió un Miércoles Santo del año 1996 en Zamora.
Relatan fuentes oficiales que el entonces alcalde de Zamora, Antonio Vázquez, había insistido en repetidas ocasiones al histórico político Jaime Mayor Oreja que visitara la Semana Santa de Zamora. Y quiso el destino que el mismo año que Mayor Oreja iba a ser nombrado ministro de Interior por José María Aznar, este accediera a tal invitación. "En San Sebastián, donde yo residía, se había perdido la tradición de la Semana Santa y yo deseaba que mis hijos vivieran esa pasión y yo mismo reencontrarme con ella", explica Mayor Oreja a EL ESPAÑOL Noticias de Castilla y León.
Así ese Miércoles Santo, el ya casi ministro y su familia disfrutaron de uno de los actos más relevantes de la Pasión zamorana: el juramento al Cristo de las Injurias y posterior procesión del Silencio. Tras esto, Mayor Oreja quiso presentar sus respetos al obispo de Zamora, pero Uriarte "tenía gente en casa y lo emplazó a un café para la mañana del Jueves Santo".
Y lo que iba a ser un café mañanero hasta las 11, acabaron por ser las 14 horas, mientras Jaime Mayor Oreja debía estar en Madrid para ser nombrado por Aznar ministro de Interior. "No coincidía políticamente con él para nada, pero era una persona muy inteligente y buena, me interesaba su relato", reconoce Mayor Oreja. Cuentan los presentes que al entonces ministro de Interior se le había encomendado la nada sencilla tarea de encontrar un entendimiento con la banda terrorista ETA y sabía que Uriarte había sido obispo auxiliar en Bilbao. "Quería hablarle sobre la situación general en Euskadi y de la sociedad del País Vasco", apuntan fuentes de la diócesis.
Porque Uriarte era nacionalista, sí, pero siempre había estado en contra de la violencia y no compartía muchas de las prácticas de la banda terrorista ETA. Así lo hacía saber en sus homilías ya en Bilbao, como una especialmente recordada en la festividad del Corpus de 1980, donde condenó abiertamente el terrorismo.
Se inicia así una relación cordial entre ambos, donde Mayor Oreja se volvió asiduo al juramento del Cristo de las Injurias, y al mismo tiempo Uriarte inició una relación de amistad con el entonces secretario de Estado de Seguridad, Ricardo Martí Fluxá, quien también sería clave en las negociaciones con ETA. Mayor Oreja recuerda que Juanmari "había tenido un conflicto en el Obispado, porque el encargado del archivo había hecho algún tipo de desfalco y yo le mandé a Martí Fluxá".
Pero no solo en Semana Santa coincidirían Uriarte y Mayor Oreja. Entre ambos se forjó una amistad "muy fluida", como explica el exministro, donde también coincidieron en un Consejo de Europa o en dos cenas en casa del histórico líder de Unión de Centro Democrático Óscar Alzaga.
Interlocutor con ETA
Es más adelante cuando ETA negocia una tregua indefinida con el PNV, el 16 septiembre de 1998 en Estella. Entonces el entonces presidente del Gobierno, José María Aznar, "decide que es el momento de hacer algo, porque ETA ha dejado de matar, pero nosotros no tenemos nada que ver, hemos sido espectadores de todo esto", recuerda el exministro de Interior.
Aznar decide que el Gobierno de España tiene que iniciar una serie de "conversaciones indagatorias" para conocer las posturas de ETA, cómo podía evolucionar este alto al fuego indefinido y aprovechar esta oportunidad para obtener la paz. Para ello debían reunirse con Herri Batasuna, considerado entonces el brazo político de ETA, bajo la máxima cautela.
El presidente Aznar requirió a Mayor Oreja que eligiera quién podía hacer esta labor mediadora y de contacto entre Batasuna y el Gobierno. Y el entonces ministro no dudó: Juanmari Uriarte. "Aznar no era muy favorable a él, porque conocía su tendencia nacionalista, pero era la opinión que yo podía darle", explica Mayor Oreja. Meses antes del primer encuentro, Uriarte se entrevistó a finales de noviembre de 1998 con Jokin Etxeberría 'Mortadelo', por entonces jefe de relaciones internacionales de ETA y que ejerció de enlace para el obispo de Zamora.
Así, el 11 de diciembre de 1998 en Juarros (Burgos) se produce el primer encuentro. De un lado dirigentes de HB, Arnaldo Otegi, Íñigo Iruin, Rafael Díez Usabiaga y Pernando Barrena; y del otro el entonces secretario de Estado de Presidencia, Javier Zarzalejos, Ricardo Martín Fluxá, y el asesor personal de Aznar, Pedro Arriola. Como mediador del encuentro el obispo de Zamora, que también tomó nota de lo allí tratado.
Durante los siguientes seis meses, Uriarte fue parte activa de la preparación del encuentro que se produciría el 19 de mayo de 1999 en Zúrich (Suiza). De nuevo, Javier Zarzalejos, Ricardo Martí Fluxá, y Pedro Arriola se sentaban en una mesa de negociación, pero en este caso directamente con dirigentes de ETA. Mikel Antza, entonces jefe del aparato político de la banda; su mano derecha, Vicente Goikoetxea 'Willy'; y Belén González Peñalba 'Carmen', quien ya había participado en las negociaciones de Argel.
En aquel encuentro la cúpula de ETA llegó cargado de reclamaciones políticas, donde dejó caer el derecho de autodeterminación de Euskadi, así como el acercamiento de presos, políticas 'de perdón' y la liberación de los presos políticos. Pero del lado de la banda terrorista, las voluntades de cesar definitivamente la violencia no fueron claras, algo que el propio Jaime Mayor Oreja detectó desde el primer momento aunque no había acudido a esa reunión en Suiza, según apunta el propio Aznar en sus memorias.
Pese a todo, el grupo negociador del presidente del Gobierno le instó a hacer un gesto en política penitenciaria para dar más solidez al proceso de diálogo. Hasta septiembre de 1999, el Gobierno de España hizo posible el acercamiento a cárceles próximas a Euskadi de más de 120 presos de ETA y permitió el regreso a España de más de 300 exiliados de la banda.
Pero en el mes de agosto de ese mismo 1999, la Policía francesa detiene a Jokin Etxeberría y su pareja Belén González Peñalba, lo que provocó que ETA emitiera un comunicado considerando "agotada" la mediación por parte de Uriarte. Desde la banda terrorista creían que el obispo de Zamora había sido vigilado por la Policía, si bien, el Ministerio del Interior siempre negó dicha circunstancia.
Pese a todo, Uriarte hizo llegar al Gobierno de Aznar un último comunicado de ETA, donde planteaba la vuelta a la mesa de diálogo a cambio de la liberación de los presos políticos, la salida de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad de Euskadi y una nueva delegación de la banda con los terroristas José Antonio López Ruiz 'Kubati', Josu Urrutikoetxea 'Ternera' y José Javier Arizkuren Ruiz 'Kantauri'.
Pero el Gobierno de España se negó a aceptar tales condiciones, cerrando así la puerta a retomar las negociaciones con la banda terrorista. Esto provocó que el 28 de noviembre de 1999 ETA anunciara el fin de la tregua, que había durado 14 meses; y el 21 de enero de 2000 asesinó con un coche bomba al teniente coronel Pedro Antonio Blanco en Madrid.
Jaime Mayor Oreja admite que este hecho le distanció del obispo de Zamora y, "a partir de ese momento no tuvimos más relación". El exministro no guarda rencor o mal recuerdo de Uriarte, pero sí admite que cree que "yo le decepcioné al no abrir un proceso de paz como demandaba ETA. Creí que iba a ser un error y mantuve mis ideas".
Aún con este distanciamiento, el político vasco lamentó profundamente su fallecimiento el pasado 17 de febrero y tuvo "una oración" por él y su familia tras su marcha. Mayor Oreja siempre lo recordará como un hombre "inteligente, que actuaba de buena fe y tenía buen corazón". Comprende la defensa que Uriarte hacía del nacionalismo vasco porque "vivió la cultura del clero local vasco". Y sigue creyendo que su elección como interlocutor fue acertada por "su gran capacidad para el diálogo y la comprensión".