Era 1974 cuando Jaime Domínguez Álvarez abría por primera vez las puertas de uno de los negocios más queridos de Zamora: la ferretería Mardem. A sus 91 años explica con soltura que esta tienda se ubicaba en la calle San Torcuato, número 45, y en realidad se trataba de un negocio de electrodomésticos que regentaba un hermano y su cuñado, Marcelo y Demetrio. De ahí el nombre que es parte ya de la historia de Zamora, Mardem, y que él transformó en una ferretería.
Cincuenta años han pasado de este paso adelante de un tenaz trabajador que había comenzado desde muy joven en el sector, como empleado de la ferretería el Candado, en la puerta de la Feria. Además, su padre tuvo un taller de carros en la plaza de San Esteban, así que lo de andar entre herramientas y cachivaches siempre fue lo suyo.
Pero Jaime tenía aspiraciones más allá de ser un mero empleado. "No me gustaba depender de otra persona y decidí poner el negocio por mi cuenta", explica. Y quiso el destino que su cuñado falleciera y el hijo de ese no deseara hacerse cargo del negocio familiar de los electrodomésticos. En aquellos años era una época de auge de los aparatos electrónicos, "se comenzaban a vender electrodomésticos y televisiones", por lo que Jaime pudo aprovechar el buen nombre y fama de Mardem como establecimiento. "Por eso nunca se lo cambiamos", añade.
Cuando Mardem se transformó en la ferretería que durante medio siglo han conocido los zamoranos, Jaime fue recibido "muy bien, nos hicieron muchas aportaciones". También jugó un papel esencial que este tenía "mucho conocimiento" de los artículos de ferretería y que era conocido por los clientes de su paso por el Candado.
"Los comienzos fueron duros"
Pese al buen recibimiento, Jaime admite que "los comienzos fueron duros y se pasaron momentos muy complicados". Y es que este ferretero invirtió los ahorros que tenía y los que no en Mardem. "No había ayudas y estas cosas de ahora, invertimos todo el dinero que había y que no había en casa", recuerda. Su hijo Jesús, que también vivió muy de cerca todo aquello, también se acuerda de los momentos donde apenas tenían para comer.
Pero todo fue bien para esta familia. Eso sí, no fue fruto de la suerte sino del trabajo de toda una familia, que hizo de todo para sacar adelante la ferretería. "Trabajamos muchísimo, la primera mi mujer, Carmen Lorenzo, que estuvo en la tienda desde el primer momento", explica Jaime.
Y él también echaba el resto, claro está. Horas y horas sin parar para poder sacar adelante su floreciente negocio. "Había días que no dormía, tras el cierre, me quedaba haciendo el papeleo, sobre todo al principio", explica. En aquellos años, cuando la calle San Torcuato era un fuerte núcleo económico de Zamora, sus comerciantes se unieron para contratar un vigilante privado que patrullara esa calle y, posteriormente, Santa Clara por varias oleadas de robos que los acosaban. Pues ahí, el ferretero recuerda que estos vigilantes le daban las 'buenas noches' cada día, mientras él se dejaba las pestañas entre facturas y albaranes.
También se dio la circunstancia de que el bricolaje vivía un momento de auge, "por aquella época empezaban a venderse taladros y cosas así, que antes no era habitual". Y, por supuesto, tampoco se luchaba contra los gigantes de las grandes superficies ni la venta por Internet. Primaba la calidad y el trato cercano, algo que afortunadamente Mardem ha mantenido en sus negocios hasta el día de hoy.
Jaime recuerda que no eran simples vendedores sino que los clientes "iban con un problema y buscaban en nosotros soluciones". Hacían y hacen venta y asesoramiento. Su hijo aún recuerda que en la tienda, Jaime tenía todo tipo de artilugios que los clientes le dejaban para arreglar.
Negocio en expasión
Mardem era la vida de Jaime, tanto, que ni ingresado en el Hospital Virgen de la Concha dejaba de trabajar. El ferretero estuvo ingresado durante un tiempo en 1980 y fue entonces cuando "muy joven" su hijo Jesús y su madre Carmen tuvieron que llevar al completo el timón del negocio. Jaime recuerda que "mi hijo me traía las cartas y yo le indicaba que era lo que tenía que pagar, los pedidos, las facturas, los talonarios... Hasta me llegaron a decir las enfermeras de por allí si llevaba la contabilidad de algo".
Nueve años más tarde, el negocio se expandió y la familia abrió una nueva tienda en la plaza de la Constitución. Durante dos años, Mardem mantuvo ambos negocios abiertos, pero "era una locura". Por aquel entonces, el yerno de Jaime regentaba una y este se mantenía en San Torcuato.
Poco a poco, Jaime quería que los clientes fueran acostumbrándose a acudir a la tienda de Constitución así que "con psicología iba animando a que se trasladarán allí". Él mismo admite que en San Torcuato "estaba más de relaciones públicas" para que la gente "se fuera acostumbrando" a acudir al nuevo establecimiento.
Una vez asentados en la plaza de la Constitución, se dio la circunstancia de que el local de al lado quedó vacío y así nació Mardem Hogar. Una tienda que ya tiene 25 años y cuyos inicios fueron algo más amables "porque ya teníamos una clientela justo al lado, y era como tener dos secciones para el mismo negocio".
Sobre la tienda de hogar, Jaime recuerda que se abrió un martes de Carnaval y él estaba "con el morro" porque no dejaba de amontonarse gente en la puerta mientras preparaban la apertura. Así que ni corto ni perezoso abrió casi de golpe y así comenzó una nueva andadura.
Y como buen negocio familiar, fueron Jesús y su mujer quienes tomaron las riendas de Mardem Hogar, mientras el yerno de Jaime se quedaba con la ferretería, a la vez que su hija se hace cargo desde entonces de todo el tema administrativo. Algo que ya comenzaba a ser complicado porque en 1999 "todo había cambiado un poco a peor, la competencia era más agresiva, ya había grandes superficies y los bancos tenían la costumbre de regalar taladros, ollas, vajillas, menaje…", recuerda Jesús.
Así que en este momento y, sobre todo tras la pandemia del COVID, la lucha por sobrevivir aún es más complicada. Productos de ferretería y hogar sufren especialmente las ventas por Internet, donde los precios (y muchas veces las calidades) están por los suelos y la compra es rápida e impersonal.
Pero Mardem sigue manteniendo ese espíritu con el que Jaime tantísimo luchó y consiguió ser uno de los negocios más queridos de Zamora. "Nuestra clientela busca calidad, un diseño distinto y que les asesoremos en cosas que necesitan", explica Jesús. La familia cree que "nos va bien y nos conseguimos mantener" precisamente por esa calidad y por su trato cercano.
Cierre por jubilación de la ferretería
Pero la familia Mardem se enfrenta a otro problema endémico del comercio zamorano: la falta de relevo generacional. El yerno de Jaime se jubila y nadie de la familia puede hacerse cargo de la ferretería. La familia insiste en aclarar que solo se cerrarán las puertas de la ferretería, pero que Mardem Hogar permanecerá abierto, con Jesús y su esposa al frente.
En este caso, las nuevas generaciones de la familia ya tienen labrado su porvenir en otros empleos, fuera de Zamora y no pueden hacerse cargo de la ferretería. "Se trabaja muchas horas y han visto el sacrificio que es", explican. Además, Jesús ve inviable que él se trasladara a la ferretería y dejar a su mujer sola con la tienda de hogar. Tampoco es una opción contratar a un trabajador más porque "los comercios dan dinero para vivir los que estamos y poco más, no salen las cuentas".
Jaime y Jesús son conscientes de que los zamoranos echarán de menos la ferretería Mardem, "porque tampoco hay muchas de este tipo, con trato cercano, en el centro y que estamos para solucionar problemas". Reconocen muy tristes que "da pena cerrar una tienda que funciona, con una buena cartera de clientes y bien ubicada, pero no tenemos otra opción".
Así que su último mensaje para Zamora es "dar las gracias a todos los clientes que, durante estos cincuenta años, han hecho posible todo esto". Hasta siempre Mardem y nos vemos en su tienda para el hogar.