El obispo de Zamora, Fernando Valera, ha concluido la primera etapa de su visita pastoral a la diócesis, centrada en las unidades pastorales de Peñausende y Almeida. Durante esta etapa, el obispo ha visitado 17 pueblos del arciprestazgo de Sayago: Figueruela, Viñuela, Alfaraz, Moraleja de Sayago, Mayalde, Tamame, Peñausende, Villamor de Cadozos, Piñuel, Escuadro, Mogatar, Carbellino, Torrefrades, Roelos, Salce, Fresno y Almeida. En su reflexión, el obispo Valera ha compartido sus impresiones y emociones tras esta experiencia a través de una carta.

El obispo Valera inició su reflexión recordando una lección profundamente arraigada desde sus primeros años de formación, donde ha asegurado que "siempre he interiorizado esa idea de que los criterios del evangelio no son los del mundo. Que el Reino de Dios llega a la historia cada vez que los hombres y mujeres se proponen cambiar el rumbo de las lógicas del poder, del tener, del desear". Estas palabras reflejan una visión de la fe y el servicio que ha marcado su trayectoria pastoral, y que nuevamente ha cobrado vida durante su visita a Sayago, según ha expresado.

Durante su paso por las diversas comunidades religiosas sayaguesas, el obispo Valera se encontró con una realidad marcada por la sencillez y la devoción. "En mis primeros años como sacerdote en Murcia pude comprobarlo en realidades muy concretas y en experiencias de personas que se dejaron moldear por Dios, que crecieron dejándose en Dios, abandonándose en su cruz. Todo esto me ha vuelto a llenar el corazón ahora, aquí en Zamora, aquí en Sayago". La visita ha sido para él una oportunidad de renovar su vocación y su compromiso con estas comunidades, reconociendo en sus gentes "la verdad de lo que predico tantas veces".

El obispo destacó la profunda conexión que ha sentido con las personas que ha conocido en esta etapa de su visita pastoral. "Sus gentes, sus vidas, sus rostros, sus manos, sus historias, sus templos, su resignación y tantas y tantas veces su nada, son para mí la verdad de lo que predico tantas veces".

La humildad y la fe de las personas de estas pequeñas comunidades han sido una fuente de inspiración y fortaleza para el obispo Valera, quien siente que su vocación se ve "reconfortada y sostenida por la humildad, por la fe sencilla y a flor de piel de todas estas vidas, pocas, mayores, desgastadas, pero siempre fieles".

Durante su visita, el obispo Valera se ha enfrentado a una "cruda realidad" que, según sus palabras, "pasa del todo desapercibida para los discursos habituales". La experiencia le ha permitido apreciar "la grandeza de lo pequeño, la acogida entrañable, el trabajo noble de tantas personas que se preocupan por sus templos, sus celebraciones; los problemas del abandono de los grandes".

Ha resaltado la labor de los alcaldes y líderes locales que, a pesar de las escasas compensaciones, trabajan con alegría por el bienestar de sus pueblos. "El evangelio nos habla de esto, de la insustancialidad del grano de mostaza, de la invisibilidad de la acción de Dios, del silencio de la salvación".

Valera se siente especialmente conmovido por la esperanza que ha encontrado en estas comunidades. "Desde ahora y para siempre, cada vez que piense en Zamora, en esta tierra despoblada y abandonada, pensaré, sobre todo, en esperanza". Esta esperanza, según el obispo, es lo que sostiene a las gentes de pueblos como Figueruela, Roelos, Alfaraz y Salce. A pesar de los desafíos y la sensación de abandono, estas comunidades continúan viviendo con una fe profunda y una esperanza inquebrantable en un futuro mejor.

El obispo Valera subraya la importancia de un modo de vida que contrasta con las exigencias y valores de la civilización moderna. "Vosotros representáis el otro modo de vida que no se ha dejado aprisionar por la civilización y sus criterios, por las prisas y la eficacia, por la productividad y el consumo". La paciencia y el cuidado de lo pequeño son virtudes que, según él, las gentes de Sayago, y en particular las de Piñuel, Torrefrades, Fresno y Carbellino, encarnan con dignidad y serenidad.

La respuesta de los fieles a la presencia del obispo ha sido profundamente emotiva. "Entre ellos me he sentido pastor y, como pocas veces he experimentado tan de cerca, cómo se han asido a mis manos, cómo han sonreído y llorado". Estas experiencias han permitido al obispo Valera sentirse más cercano a su comunidad y vivir el Reino de Dios en su forma más auténtica y tangible. "He vivido celebraciones que difícilmente se borrarán de mi memoria en Mayalde, en Peñausende, en Almeida, en Moraleja. Hemos orado por los difuntos, hemos visitado a los enfermos, hemos escuchado sus peticiones".

Con la certeza de que esta experiencia lo ha transformado, el obispo Valera concluye su reflexión con un renovado compromiso con su comunidad. "Sigo la visita pastoral con la certeza de que esto me hace más cristiano y mejor obispo. Más cristiano porque nuestro Señor pone en mi camino vuestra vida que ya es parte de la mía; mejor obispo porque en la ocupación, debo trabajar por lo que me he comprometido con vosotros, y en la preocupación, porque ya formáis parte de mis desvelos como pastor".

La visita pastoral del obispo Fernando Valera continuará en las próximas semanas, con el objetivo de seguir fortaleciendo los lazos de fe y esperanza con las comunidades de la diócesis de Zamora.