A unos 14 kilómetros de Zamora capital, en plena comarca cerealista de Tierra del Pan, se encuentra la localidad de Andavías, donde residen poco más de 400 habitantes.
Allí se celebra cada 6 de febrero, un día después de la festividad de Santa Águeda, un rito ancestral que protagonizan las mujeres, y que cada año deja imágenes escalofriantes que, sin embargo, se viven en la localidad con la mayor naturalidad.
Se trata del Salto del Piorno, cuyas raíces se hunden hace más de 300 años.
El origen de esta tradición que sigue a las habituales reuniones de águedas, procesiones y bailes no está claro, pero ya aparece reflejada en documentos del siglo XVIII, de la mano de la Cofradía de las Águedas, una de las más antiguas.
Le cortaron los pechos
Y aunque el porqué de la liturgia tampoco está claro, todo parece indicar que evoca la forma en que fue torturada Santa Águeda, martirizada durante las persecuciones del emperador Decio en el siglo III, y a la que cortaron ambos pechos.
Finalmente, la santa murió arrojada sobre carbones al rojo vivo y revolcada en la ciudad de Catania, en Sicilia (Italia). Se dice que lanzó un grito de alegría al expirar, agradeciendo a Dios.
A pesar del devenir de los siglos, ha llegado intacta hasta nuestros días, conservando la valentía, el peligro y la vistosidad de este rito ancestral. Tal es su singularidad, que aspira a ser declarada Fiesta de Interés Turístico Regional por la Junta de Castilla y León.
Al caer el sol
Cada año, una treintena de mujeres se reúnen en privado para echar las cuentas con vistas al próximo año, y reaparecen en público dos horas después vestidas con el tradicional y colorido traje carbajalino, uno de los más bellos y famosos de España.
Al caer de la tarde, cuando el sol comienza a esconderse, comienza a arder una hoguera alimentada por ramas de piorno, un humilde arbusto muy abundante en la zona que en primavera produce una explosión de aroma color, gracias a sus aromáticas flores amarillas de dulce fragancia.
La hoguera no tiene ubicación fija, sino lo más próxima posible a la casa de la mayordoma. Mientras se hacen los preparativos, las mujeres bailan al son de la dulzaina y el tamboril canciones populares.
Uno de ellos es el baile de la botella, para el que se precisa una agilidad y habilidad especial con las piernas, que sortean la pieza de cristal mientras recorren su contorno sin derribarla.
Cuando las llamas del piorno alcanzan una altura considerable, comienza el rito purificador del fuego. Es entonces cuando las mujeres, primero las más jóvenes, se aproximan sin dudarlo un momento a las llamas.
Bajo la advocación de Santa Águeda, atraviesan las llamas de forma milagrosa sin miedo ni sufrir daño en sus carnes. Un momento estremecedor que deja sin palabras a quienes no lo han presenciado antes. En vez de quemarse, el fuego las purifica.
A medida que la llama va mermando, llega el turno de las mujeres de más edad, a quienes los años no ha mermado la bravura ni el deseo de cumplir con la tradición.
Los hombres también participan en el Salto del Piorno, cogidos de la mano de las valientes andavianas que les invitan a dar el salto de fe y liberación, autorizándoles con este gesto a dar el paso. Un instante que no podrá borrarse de la memoria fácilmente.