La burgalesa Frandovínez ya forma parte de las jornadas gastronómicas que venimos celebrando cada año -a veces doblamos- por mediación de mi amigo Castellanos y su primo Jesús Angel; ambos de la familia Tajadura de toda la vida en la bella población burgalesa que baña el Arlanzón.
Desde Pucela partimos Castellanos y un servidor, acompañados de nuestro amigo de Castronuño Mariano Hernández. Y desde Burgos llegó el Maestro Gonzalo Santonja tras su jornada en el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua. Luego se uniría a la expedición pucelana para trasladarse a Madrid en el AVE; las clases magistrales de la Complutense en el primer cuatrimestre no perdonan.
Mientras esperábamos al catedrático bejarano en la entrada del pueblo -justo entre el Ayuntamiento y la Casa de Cultura- Castellanos y su primo preparaban el condumio en la “bilbaína”. Antes, Jesús Angel había sacado una longaniza deliciosa -de la última matanza- que devoramos con fruición, a la que acompañamos con un trago de tinto ribereño del porrón.
Jesús Angel Martínez Tajadura, de la familia de los Tajadura por parte de su madre (primo carnal de mi amigo José María Castellanos Tajadura) fue pastor con rebaño propio y labrador durante toda su vida…y soltero. Ya no cumple los 75, pero está como un roble.
Su dedicación principal es cuidar de sus dos yeguas y de sus animales de corral: gallos y gallinas, además de su perrita ratonera cuqui y un cachorro de pastor alemán. Además de atender a su primo José María y amigos.
Y lo cumple a la perfección. Castellanos se trajo de Valladolid un buen bacalao desalado, mientras que en Frandovínez, Jesús Angel ya tenía peladas y cortadas las patatas en pequeños trozos, unos ajos, un plato de nueces y media docena de huevos cocidos (obviamente de sus gallinas).
El plato principal era, pues, patatas con bacalao y cocinadas por el chef Castellanos. Era cuestión de esperar para probarlas, pero sólo con el olor que desprendía el guiso la boca se nos hacía agua. Y la “bilbaína” al rojo vivo. ¡Más leña Jesús Angel, gritaba su primo el de Valladolid!
Cuando llegó Santonja fuimos recorriendo el pueblo que, con un censo de 98 habitantes, está casi vacío en esta época invernal. Por el verano y por San Miguel Arcángel, su patrón, se llena de alegría y colorido ya que acuden muchos de los que residen en la capital, además de los familiares de los lugareños que se fueron en su día.
Santonja fue catalogando las casonas de piedra hasta llegar a la Iglesia de San Miguel Arcángel -en lo más alto de la villa- a la que clasificó del siglo XVI. Y al lado la casa del cura, dijo el catedrático.
Desde la iglesia nos trasladamos a la casa de Fidel y Alejandro, dos personajes entrañables y amigos de Jesús Angel, donde celebraríamos la comida junto a dos lugareños que se unieron para ayudar en las tareas a Fidel y a su hermano Alejandro por cierto, excelentes jugadores de bolos.
Castellanos y su primo llegaron con las humeantes patatas con bacalao de las que dimos cuenta de inmediato. Sabrosas, bien condimentadas, aunque algo escasas por el exceso de personal. Pero Fidel, previsor y excelente anfitrión, ya tenía sus parrillas cargadas de chuletas de cordero, y una careta de cerdo para pasarlas por las brasas. ¡Qué deliciosas nos supieron!
El postre fue otra obra del “chef” Castellanos, quién nos sorprendió con unas torrijas improvisadas, hechas con todo el primor del mundo después de guisar las patatas. De ahí la tardanza en llegar a la casa de Fidel. Y es que Castellanos es un buenazo y lujo de amigo, aunque terco como una mula.
Un tinto ribereño burgalés en magnum fue repartido con generosidad entre los comensales, excepto Santonja y un servidor que tomamos agua y cola respectivamente (el Maestro se abstiene en épocas de Universidad y uno tenía que conduciar). Tras un café de puchero partimos para Pucela a bordo del “Ibiza” de Castellanos, dejando al bejarano en la Estación del Norte.
Solo cabe decir que fue otra jornada memorable la que pasamos con tan buenas gentes ballenatas, así es el gentilicio de los habitantes de este paraje burgalés. Unas gentes sencillas, entrañables, llenas de generosidad y amistad.
Gracias, amigos. Volveremos para mayo, aunque el catedrático Santonja estará inmerso en su San Isidro del alma… y del toro. Pero se lo contaremos.