Crónicas gastronómicas…con “amanitas cesáreas”
En el Imperio de Roma, sus césares eran exquisitos gastrónomos y se deleitaban degustando los productos de temporada que les preparaban sus cocineros. Entre ellos destaca la seta “amanita caesarea”, más conocida por huevo de rey, oronja, amanita de los césares o yema de huevo por el color anaranjado de la piel de su sombrero.
Cocinada de diversas formas, resulta uno de los manjares más exquisitos para el paladar. Sin duda, los césares romanos eran auténticos degustadores de lo exquisito. Fue César junior quién me alertó de la buena nueva: su padre, mi amigo César Lomas, había traído de Mercaolid una partida de tan excelso producto.
Y allá que nos fuimos al Rte. Pirita para ser uno de los privilegiados en catar este delicioso fruto micológico que, con adelanto de un mes, nos había regalado la sabia y generosa Naturaleza.
Nos atendió César junior, quién encargó a la cocina un entrante del pequeño huevo de rey en carpaccio. Ya saben: rodajas muy finas aliñadas con aceite virgen extra, sal, pimienta y romero. Realmente delicioso.
De segundo, abundantes rodajas de amanita, cortadas algo más gruesas y crujientes, con dos huevos salteados, sal y aceite virgen extra. Otro insuperable deleite para el paladar. Rematamos con unos exquisitos guisantes de la huerta de Juan Herrera (el hortelano de Laguna). Y de postre una rodaja de un dulcísimo melón.
No faltó mi copa habitual de cigales con gas, a pesar de las broncas de mis amigos Angosto (por “matar” al vino) y Gonzalo Santonja por no beberlo con la bejarana gaseosa “Molina”. Qué le vamos a hacer.
Pedí la cuenta a César junior porque, como dice mi amigo Paco “Criollo”, “a los amigos hay que darles, nunca pedirles”. Y el datáfono marcó lo de un simple menú: 12 euros.
Eso sí, quedamos invitados para el próximo sábado a una degustación de amanitas aprovechando que mi hijo Alberto, el cocinero barcelonés, está pasando unos días con nosotros.
Vendrá también mi adorable nuera Martita y nuestra nieta Olivia.
Gracias, Césares.