“Tanto nuestro equipo como la ULE y la sociedad estamos mucho más preparados para afrontar nuevos retos similares a este, ha sido mucho trabajo, jornadas largas y de gran tensión pero queda una buena sensación por ayudar”. Ana Carvajal Urueña, profesora del Departamento de Sanidad Animal de la ULE, ha coordinado un equipo científico, integrado por 12 investigadores, que desde la Facultad de Veterinaria realizaron 5.000 PCR (pruebas moleculares para detectar el coronoavirus) de forma manual desde el mes de abril para batallar contra la COVID-19. Una labor voluntaria y altruista que se realizó en los laboratorios del Departamento de Sanidad Animal y concluyó el pasado 30 de junio. 

A lo largo de tres meses y mientras la población permanecía confinada en sus casas, este equipo hacía jornadas maratonianas para entregar los resultados de las pruebas el mismo día. Vicente Martín, catedrático de Salud Pública de la ULE, ejerció de nexo comunicativo entre los investigadores de la ULE y la Gerencia de Atención Primaria y la Junta de Castilla y León. Así en los primeros momentos de la pandemia las pruebas se centraron en las residencias de personas mayores, y también en personal socio-sanitario que estaba en la primera línea de batalla como policías, militares y sanitarios. “La capacidad del laboratorio estaba entre 100 y 140 pruebas al día aunque es verdad que en los momentos de mayor necesidad se llegaron a procesar hasta 200 muestras en un único día”, explica Ana Carvajal al tiempo que asegura que siempre que era posible, “tratamos de entregar al día, aunque esto supusiera alargar las jornadas de trabajo, pues los resultados eran necesarios para tomar decisiones y cortar las cadenas de transmisión del virus”.

MOMENTOS COMPLICADOS HASTA ACREDITAR LA TÉCNICA 

Cuando se atravesaba un periodo crítico ante la escasez de reactivos para hacer pruebas en los laboratorios automatizados, el equipo de la ULE ofreció su disposición a ayudar haciendo las PCR de forma manual, y el laboratorio del Departamento de Sanidad Animal de la Facultad de Vetarinaria fue el primero en incorporarse a la red de laboratorios validados por el Instituto de Salud Carlos III a lo largo de la pandemia. “Los momentos más complicados fueron los inicios, hasta que se consiguió acreditar la técnica y establecer de forma clara el sistema de recepción de muestras y de comunicación de resultados, con muchas tensiones, acelerones y frenazos. De un día para el siguiente cambiaban completamente las cosas, había que cumplir diferentes requisitos y todo ello creaba gran tensión”, recuerda Ana Carvajal.

La acreditación de la técnica y del laboratorio llegó a finales de marzo y a principios de abril las primeras muestras. Desde entonces, de lunes a sábados trabajaron todas las tardes en jornadas que terminaban muchas veces a las once y media de la noche, y en esa tarea se emplearon 5.000 PCR con sus reactivos y el uso de los tres laboratorios dispuestos, dos para la extracción del ARN (ácido nucléico) del virus y uno para amplificarlo hasta niveles capaces de detectar la enfermedad.  Ana Carvajal explica que “la extracción manual no necesita de los reactivos que emplean las máquinas, pero se pueden hacer menos muestras” y así en un momento crítico el equipo puso a disposición de la salud humana una práctica (las PCR) que realizan para animales.   

El equipo COVID de la ULE está formado por los 12 investigadores de la Facultad de Veterinaria: Ana Carvajal Urueña y Juan Fregeneda Grandes, profesores titulares del Departamento de Sanidad Animal, Héctor Argüello Rodríguez, investigador distinguido ‘Beatriz Galindo’, Manuel Gómez García, Javier Villoch Fernández y Paloma González Rodríguez, contratados predoctorales en formación de la Junta de Castilla y León, Óscar Mencía Ares y Héctor Puente Fernández, contratados predoctorales en formación del MEC, Benjamín Rabanal García, técnico superior de Laboratorio, Alba Delgado García y Elsa González Cubero, técnicos de apoyo, y Cintia Miranda Rodríguez, técnico de laboratorio. El trabajo que han realizado todos ellos es una muestra de que “la universidad no es solamente una institución de enseñanza, es un activo de la sociedad”, afirma la investigadora coordinadora del equipo, y ha dejado constancia de la importancia del trabajo científico, la interrelación entre sanidad animal y salud humana y la aportación que la universidad puede devolver a la sociedad.