El músico de Villarrobledo (Albacete) estuvo en “torero”, ofreciendo una docena de conocidos pasodobles taurinos ante un público animoso y con criterio musical. La banda palentina es la única profesional de Castilla y León.
Tras su presentación como “nuevo en esta plaza”, Gabaldón dio la bienvenida a los espectadores que acudieron a la Plaza Mayor en número limitado, previa recogida de invitaciones, guardando la distancia de seguridad por la maldita pandemia.
Habían pasado más de cuatro meses desde el último concierto, -dijo el manchego en su alocución- luego, con desparpajo y tablas, fue presentando el repertorio del concierto que consistió en una docena de pasodobles de corte taurino. La histórica banda, de carácter municipal, se fundó en 1879 y está compuesta por 20 profesionales.
Gabaldón es director provisional de la banda y procede de la Sinfónica de Albacete, donde ha sido profesor y subdirector. Y es de Villarrobledo, mi pueblo. De ahí que, en esta ocasión, la crítica taurina o gastronómica se convierta en musical. Y es que el paisanaje tira mucho.
Se arrancó la banda con “Suspiros de España”, rematando el concierto con “Opera Flamenca”, pasando por “Agüero”, “España Cañí”, “La Gracia de Dios”, “Churumbelerías”, etc., es decir, todo el repertorio que se interpreta en una tarde de toros en el coso palentino de “Campos Góticos” cuando llega San Antolín. Que este año no abrirá sus puertas, desgraciadamente.
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Y de mi crítica diré una exclamación que define todo: ¡torero, torero!
Es una palabra de emoción que proviene del mundo del toro para significar que un maestro en su actividad ha realizado un buen trabajo. El de Villarrobledo paró, mandó y templo. No “toreó” fuera de cacho, estuvo en los terrenos precisos y supo rematar en los medios. Por ello el público le tributó una gran ovación, además de desearle una buena estancia en Palencia al frente de su excelente y profesional banda.
Hasta Alonso Berruguete, desde su pedestal donde se domina toda la Plaza Mayor, le hizo un guiño de complicidad al flamante director albaceteño. Y cuando el concierto parecía acabado, uno le sonrojó porque, inventándose un bis, me dedicó el pasodoble que compusiera el maestro Eugenio Gómez en mi honor.
En fin, a estas edades recibir este tipo de halagos le hacen a uno ser más y mejor persona. Gracias, tocayo. Suerte.