El Archivo Histórico Provincial de Segovia presenta en septiembre como ‘tesoro oculto’ del mes el testamento datado de 1892 perteneciente a la marquesa viuda de Lozoya, Doña Asunción de Mascaró.
El testamento viene a evidenciar la influencia con la que contaba Marquesado de Lozoya en nuestra provincia y resulta curioso por el contenido en sí mismo, pues en él no aparecen como herederos ninguno de los miembros de la familia de los Lozoya, dejando toda su fortuna a sus cuatro sobrinas.
Doña Asunción de Mascaró contrajo matrimonio con Don Domingo de Contreras, uno de los Marqueses de Lozoya. Ella provenía de una rama pobre de una familia noble, los Condes de Cedillo. Su enlace matrimonial duro poco al ser ella mucho más joven que su marido y enviudó prontamente. Tras la muerte de Don Domingo de Contreras, se convirtió en la heredera de todos los bienes de su difunto esposo.
La Marquesa gestionó el dinero con una mentalidad curiosamente feminista para su época. Consideraba que los hombres de su familia eran la causa de la ruina que asolaba al Marquesado y que solo se podría recomponer con una mano femenina de por medio. Efectivamente, durante el tiempo que gestionó los bienes de los Lozoya consiguió recuperar la fortuna familiar.
Esta mentalidad de la Marquesa se deja traslucir en su testamento: desheredó a su cuñado y a todos sus sobrinos y nombró como herederas a sus cuatro sobrinas. Aunque ella no tenía descendencia directa, tras la muerte de Don Domingo de Contreras, el título de Marqués recayó en su cuñado, Luis, y posteriormente, en su sobrino mayor. Sin embargo, al contar ella con la titularidad de los bienes familiares y no nombrar como herederos ni a su cuñado ni a su sobrino, la Marquesa dejó en “ruina técnica” al entonces Marqués de Lozoya.
Doña Asunción no se olvidó de sus parientes de sangre a la hora de redactar su testamento. Su hermano, Tomás de Mascaró fue nombrado usufrutuario de todo su dinero. Por lo tanto, la Marquesa dejó como herederos de toda su fortuna a su hermano y a sus sobrinas.
Un pósito de pan para el pueblo de Marazuela.
A finales de la década de 1880, la Marquesa creó un pósito de pan en el pueblo que ella más quería, Marazuela. Anualmente se realizaba un censo de pobres de solemnidad en la localidad y se repartía grano para la elaboración de pan destinado a los menos favorecidos. Este pósito o almacén de trigo garantizaba el sustento a varios vecinos y además, era un acto que encajaba muy bien con el concepto caritativo que se tenía de los Lozoya.
En su testamento, Doña Asunción legaba una cantidad fija que los herederos debían respetar para que el pósito de pan siguiera en vigor. Para una mejor gestión del pósito la Marques nombró una comisión para su administración liderada por el párroco de la localidad.
El pósito era imprescindible para Marazuela, que a finales de la década de1920 el párroco del pueblo, el secretario del Ayuntamiento y el mismo alcalde solicitaron mantener el pósito, cuya titularidad pasó a manos del Instituto Nacional de Previsión durante la Segunda República Española, cuando todas las obras pías y, en general, la beneficencia privada fue absorbida por el Estado.
Los documentos que conforman el ‘tesoro oculto’ de este mes llegaron al Archivo Histórico Provincial por dos vías diferentes. El testamento forma parte del protocolo notarial ingresado entre otras escrituras públicas del Fondo de Protocolos y los documentos de gestión del pósito de pan provenía de la Delegación Territorial de la Junta de Castilla y León cuando se transfirieron las competencias de Servicios Sociales a la Comunidad Autónoma.
El ‘tesoro oculto’ se puede ver de forma virtual a través de la página web del Archivo, ya que debido a las restricciones derivadas de las normas sanitarias actuales, no se pude ver presencialmente.