David Herrero / ICAL

Una vida breve, pero intensa. Gabriel de Castilla (Palencia, 1577 - Lima, 1623), a caballo entre Nueva España y Perú, primero como soldado en la Guerra del Arauco, y después como capitán del puerto del Callao; fue almirante de la flota española que defendió aquellas costas en tiempos de piratería y saqueo. No quedó ahí su historia, dado que el navegante es conocido por alcanzar, quizás por vez primera o segunda, las Shetland del Sur. Palentino ilustre, considerado el primer español avistador de la Antártida, razón por la que la base militar española en Isla Decepción lleva su nombre.

Vida y hazañas que bien conoce el profesor, periodista y escritor Valentín Carrera, quien afirma en declaraciones a la Agencia Ical, que la vida del almirante palentino, nacido en 1577, “ha sido poco estudiada en España, pero algo más en Perú y Chile”, donde su principal biógrafo ha sido el historiador Isidoro Vázquez de Acuña, miembro numerario de la Academia Chilena de la Historia. Y es que, el hallazgo de las Shetland del Sur “daría alas o legitimidad histórica a las reclamaciones territoriales de Chile sobre la Antártida”, traslada.

Con motivo de la conmemoración de los 400 años de su fallecimiento, el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua y el Ayuntamiento de Palencia han organizado un proyecto divulgativo dirigido a estudiantes, de carácter digital y comisionada por el propio Carrera, con la que se recupera la vida y la época del navegante y noble palentino.

Aun así, señala que la biografía de Gabriel de Castilla “presenta muchas lagunas”, pero no ha cesado su interés por la figura, más todavía tras su último viaje a la Antártida, donde pudo vivir en un iglú en la base de Isla Decepción, en la campaña 2016-17, añade.

Avistamiento

Carrera detalla que Gabriel de Castilla fue nombrado comandante de las flotas de Nueva España y Tierra Firme, es decir, el responsable de la seguridad de los galeones que regresaban a España cargados de oro y plata a España, de la mano del Gobierno de la Armada del Sur, cuyo principal cometido “era vigilar las costas de Perú y Chile durante el verano austral”.

En ese puesto de almirante de la Armada del Sur, Gabriel de Castilla zarpó desde Valparaíso en marzo de 1603 al mando de “una pequeña flota, compuesta por el ‘Jesús María’, galeón que desplazaba 600 toneladas, artillado con 30 cañones; ‘Nuestra Señora de las Mercedes’, de 400 toneladas; y ‘Nuestra Señora de la Visitación’, nave almiranta”. Apunta que, debido a la existencia de un documento del marinero holandés Laurenz Claesz, “se sabe que en este viaje de exploración la flotilla alcanzó hasta el paralelo 64º de latitud sur”.

No obstante, señala que el dato histórico más valioso es que, a diferencia de otros muchos navegantes que perecieron en decenas de naufragios, “la flota de Gabriel regresó a Valparaíso”. Por tanto, ya sea “por sed de aventura o arrastrado por los vientos australes, navegó hasta alcanzar, quizás por vez primera o segunda, las Shetland del Sur, al ser considerado el primer avistador español de la Antartida”, aclara el escritor y profesor.

Base militar



Shetland del Sur es el primer archipiélago que los barcos encuentran tras cruzar el Paso Drake, y es ruta obligada para llegar a la Península Antártica. La Base Española Gabriel de Castilla fue instalada en la orilla sur de la bahía Puerto Foster, en el cono volcánico de Isla Decepción, y está encomendada desde entonces al Ejército de Tierra. En la explanada de acceso a la base, un monolito construido con huesos de ballena recuerda la memoria de Gabriel de Castilla. 

El Ejército se despliega en Isla Decepción desde 1988, año en el que un grupo de militares inaugura lo que se llamó refugio temporal Gabriel de Castilla, para convertirse, diez años más tarde, en Base Gabriel de Castilla en honor al almirante español. Labor que llevan a cabo apoyando al Ministerio de Ciencia e Innovación y al Comité Polar Español (CPE.) para el desarrollo de la investigación antártica, además de cumplir así con los compromisos establecidos en el Tratado Antártico y en el Protocolo de Madrid.

“Respeto por los antiguos y por aquellos que nos precedieron. De hecho es el reconocimiento a esas figuras históricas que hemos tenido en nuestro país y que, en ocasiones, no están tan reconocidas”. Así se refiere a Gabriel de Castilla el jefe de la XXXIV Campaña Antártica (CA) del Ejército de Tierra, el comandante Ignacio Cardesa, quien añade que desde el cuerpo militar se quiso recordar al que se cree que fue el primer descubridor de la isla, conocidas actualmente como Shetland del Sur.

En declaraciones a la Agencia Ical, Cardesa recalca la importancia de la presencia española en la Antártida, aunque el contingente de 13 soldados españoles parezca pequeño, deja claro que “es la operación más antigua en el tiempo del Ejército de Tierra, por lo que se vuelcan en ella”. Al final se conocen más los despliegues en Afganistán o Libano, pero la Base Gabriel de Castilla es la más longeva, aclara.

El comandante subraya que el COVID-19 ha provocado incidencias y retrasos en la preparación de la XXXIV Campaña tras el confinamiento y la centralización de esfuerzos en la Operación Balmis. En relación al despliegue, apunta que la entrada “no será tan flexible” en los países de Chile o Argentina, dado que se debe respetar un protocolo marcado por pruebas PCR y cuarentena antes de entrar en la Antártida. Tras cumplir dichas directrices, “se mantendrá un contacto casi nulo con el personal de otras bases, como era tradicional, con el objetivo de crear una burbuja”, asevera.

88 kilos de café



88 kilos de café, 400 de naranjas frescas para zumo y 1.400 de verdura y fruta fueron los utilizados durante la pasada Campaña Antártica. En torno a 1.000 kilómetros del lugar poblado más cercano en el continente americano, lo que no es impedimento para que la Base Gabriel de Castilla funcione a la perfección, gracias al mantenimiento, gestión y supervisión del Ejército de Tierra, comenta a Ical, el teniente coronel de Infantería y responsable de Comunicación, Jesús Leal.

Detalla que el perfil medio de los integrantes de la XXXIV CAET es el de “un profesional”, con menos de 41 años y 20 de experiencia militar en, al menos, cuatro destinos diferentes. Todos ellos “están altamente especializados y cualificados”, donde los 13 elegidos, incluyendo al jefe de la base, entre casi 200 voluntarios, poseen tres misiones internacionales a la espalda y un buen nivel de inglés, amén de conocimiento de otros idiomas. Además, traslada que, en esta edición, hay una mujer entre ellos, la teniente médico, recién llegada de una misión internacional en Malí. 

El Ejército posibilita la comida, el mantenimiento, la seguridad o la conexión a internet, ya que, en la Antártida hay servicio de WhatsApp, con una bajada de cinco megas, lo que posibilita, además, el envío y la recepción de archivos, datos e información, puntualiza Leal. No es lo único, porque un veterinario acompaña a la expedición para garantizar que no se deja huella logística, añade.

A mayores de los estudios científicos y los avances en diversas materias, el teniente coronel deja claro que “el principal objetivo es que el coronavirus no entre en la Antártida”. Todo ello a partir de protocolos estrictos y un trabajo en equipo indispensable, donde todos los miembros del despliegue deben ser una persona y colaborar en todas las áreas. Y es que, como dice el lema de la Campaña, “solo irás más rápido, juntos llegaremos más lejos”.