Ansiedad. Miedo a perder el trabajo. Problemas de pareja en tiempos de confinamiento. Seguramente usted, que está leyendo estas primeras líneas de escrito, haya experimentado a lo largo de los últimos nueve meses alguna de estas patologías desde que el coronavirus se apoderó de nuestras vidas allá por el mes de marzo.

NoticiasCyL Valladolid charla con Nieves Andrés Ramírez, vocal-presidenta del Colegio Oficial de Psicología de Castilla y León en Valladolid, sobre estos problemas y trastornos que el virus ha generado en nuestro día a día con ese aumento del miedo a perder nuestro puesto de trabajo ante la crisis económica que se empieza a vislumbrar, esa terrible soledad en tiempos de confinamiento o el daño en la salud mental de alguien que ha experimentado en primera persona el golpe del COVID perdiendo a algún familiar sin poder darle, incluso, el último adiós.

Pregunta. ¿Cómo está siendo esta pandemia para los profesionales de la Psicología?



Se trata de una situación de emergencia sanitaria y social sin precedentes y que ha cogido a todo el mundo por sorpresa



Respuesta. Me gustaría remarcar que se trata de una situación de emergencia sanitaria y social sin precedentes y que ha cogido a todo el mundo por sorpresa. Los profesionales de la psicología nos hemos encontrado con la misma situación. Para nosotros ha sido un gran reto y una enorme responsabilidad porque teníamos que poner al alcance de la población toda nuestra ayuda, saber y conocimientos científicos y nos hemos tenido que reinventar adaptando nuestro ejercicio de profesión a formatos a distancia por el peligro de contagios, sobre todo, durante el confinamiento.

Una de las primeras cosas que sucedieron cuando teníamos que estar en casa, esas semanas tan terribles, pasaban porque a pacientes que estábamos atendiendo y que necesitaban nuestra ayuda les ofrecíamos la terapia online y plataformas digitales pero, a lo mejor, esa persona no estaba preparada tecnológicamente hablando o el propio profesional. Por eso digo que nos hemos tenido que reinventar e incluso actualizar y aprender mucho para dar esta ayuda tan necesaria.

P. ¿Y para la población en general? ¿Cómo lo valora?



La población en general se siente confusa y muy estresada



R. Hablándote desde mi propia experiencia, en mí consulta y por lo que hablo con compañeros, la sensación es que la población en general se siente confusa y muy estresada. No sabe manejar una situación que está yendo más allá de la adaptación a la incertidumbre. Yo la denomino la “incertidumbre incierta”. No solamente es incertidumbre sino que se vuelve más incierta cada día. Por un lado hay una sensación de urgencia, de un peligro del virus del que hay que protegerse y por otro lado hay una falta de control sobre ello y de que no se ve el final, no divisamos la solución. Algunas personas sí se adaptan pero otras no. Otras adoptan lo que conocemos como “indefensión aprendida”. Personas con patologías previas, que ven que no pueden hacer nada para cambiar la situación. Esto agrava más su dolencia.

P. ¿Han aumentado tanto las consultas y los nuevos pacientes por culpa del COVID-19?



R. Van saliendo estudios y estadísticas  pero es pronto para poder medir los efectos psicológicos de la pandemia y el alcance de ello para tener esos datos más objetivos. Es cierto que cuando hablas con compañeros se aprecia un número mayor de consultas. Sobre todo de forma digital. Esto también ha ayudado a recibir pacientes que de otra forma no podrías porque están lejos y te buscan y demás. Hay una parte positiva en el hecho de que la ayuda se ha globalizado.

En general, sí que ha habido un aumento. Nos encontramos que llegan pacientes con las mismas dolencias de siempre ansiedad, estrés, preocupaciones, miedos, conflictos de relación,  laborales, pero puede que estén más intensificadas, e influidas por el contexto de esta nueva realidad

Nos encontramos que los pacientes llegan con las mismas dolencias, la sintomatología patológica o psicopatológica siempre es la misma.  Presentan ansiedad, estrés, preocupaciones, miedos relacionales o de trabajo y nos encontramos con que están más intensificadas por el contexto de la nueva realidad. Es como que hay escenarios diferentes pero los síntomas son similares. Personas que tenían problemas de pareja, y han aumentado al estar confinados y subir el tiempo de convivencia. Problemas de tipo laboral, etc. 

P. El primer confinamiento hizo mucho daño, con dos meses en casa para la mayoría de la población. ¿Con qué problemas les llegaban los pacientes en mayo-junio?

R. El convivir ha dado más problemas de conflictos familiares. De conflictos de pareja, de desavenencias laborales con el estrés. El miedo a perder el trabajo ha hecho que muchas personas lo estén pasando mal durante la pandemia. También nos han llegado personas con psicopatologías previas como fobias y problemas de tipo obsesivo que referían un aumento de la sintomatología ansiosa, tenían miedo a enfermar, al contagio. o con fobias, personas miedosas o con problemas de tipo psicoobsesivo o hipocondriacas y con miedo a enfermar. Ellos veían incrementar este problema porque tenían otro tema del que preocuparse que era el dichoso coronavirus.  Ha habido otras personas que han tenido que afrontar la soledad. Algunas han sufrido por esa soledad impuesta y a otras personas, lo que les ha ocurrido, es que ya tenían problemas de habilidades sociales o para relacionarse y ahora les ha costado recuperar el gusto por el contacto social.

A unos les ha beneficiado y a otros no. Personas que ya tenían dificulatades para relacionarse nos han dicho que han estado felices en el confinamiento porque no tenían que hacer ese esfuerzo de afrontar el contacto social. Cuando hemos vuelto a salir a la calle, otra vez,  aparecía la ansiedad y los miedos de estas personas que tienen problemas de habilidades sociales y para relacionarse. 

P. ¿Qué tipos de problemas pueden surgir a la larga por estos confinamientos?



R. En líneas generales se puede dar una pérdida de bienestar físico y psicológico. Al estar confinados, rompemos nuestras rutinas y empezamos a tener hábitos inadecuados. Se ha observado mucho que la gente se alimentaba peor y comía más para aliviar esa sensación de ansiedad. Se han visto problemas de trastorno de alimentación, de sueño, insomnio, etc. 

Se ve alterado ese ritmo circadiano y aumenta el sedentarismo que influye a la hora de tener un peso adecuado o unos comportamientos buenos a la hora de hacer ejercicio. Hemos visto también el abuso de uso de pantallas. Estando tanto tiempo encerrado hay que entretenerse. El acceso a los juegos online o incluso llegar a temas de infidelidades por diversas redes sociales habiendo personas que han vuelto a contactar con su ex en tiempos de confinamiento.

Por otra parte, el estrés. El impacto psicológico que te produce el hecho de estar encerrado. La pérdida de libertad. Cuando nos prohíben algo, lo pasamos mal. Hay personas que se han obsesionado por contraer el virus y no salían de casa ni pudiendo.  Otros salían a la calle con miedo, ansiedad, no se juntaban con la gente.

A la larga, dependiendo de las situaciones sociales y económicas que cada persona haya tenido, hay algunas que han tenido problemas de depresión, trastornos de agorafobia, obsesivo compulsivo, de estrés postraumático, o como los sanitarios con lo que les ha tocado vivir.

No se visibiliza como se debería pero se espera un incremento importante de los suicidios

Y luego está el tema de los suicidios. No se visibiliza como se debería pero se espera un incremento importante de los suicidios. Los datos sobre este asunto, que manejamos del INE, son a dos años vista.  Hay mucha realidad de esta porque hay mucha desesperación. Una persona joven puede ver más salidas para rehacer su vida pero para otras más mayores resulta complicado. O personas que han tenido que resolver la crisis económica pasada y ahora tienen que afrontar esto. Al final, hay muchos que se ven acorralados ante esto. 

P. ¿Es la ansiedad la patología con la que le llegan los pacientes en su amplia mayoría a consulta?

R. La ansiedad, en sí misma, no sería mala. Educativamente, en mis consultas yo les hago ver a mis pacientes que tener cierta ansiedad es bueno. Nos permite adaptarnos y protegernos.

Basándonos en una ansiedad patológica, si viene provocada porque esa persona anticipa consecuencias negativas o tiene pensamientos catastrofistas, eso se puede trabajar a nivel fisiológico encontrando la calma a través de la respiración o de técnicas de desactivación.

También tenemos que ayudar a la persona a identificar qué pensamientos son los que tiene. Cuáles son adaptativos y le permiten progresar y cuáles tiene que mejorar por ser catastrofistas o no ajustarse bien a la realidad. A veces agrandamos las cosas o anticipamos lo que va a suceder. Hay que animar a las personas a hacer restructuración de pensamientos. A que hablen con ellos mismos y busquen pensamientos alternativos más saludables  que les ayuden a conseguir sus objetivos. 

Por un lado, tenemos  los componentes fisiológico y mental, y por otro el conductual que se trabaja con técnicas de afrontamiento. A la persona tenemos que decirle que tiene que correr riesgos, y afrontar estas situaciones porque cuando el pensamiento me dice “peligro” y el cuerpo se tensa, me paro y no hago nada. No hay fórmula mágica es hacer un trabajo con la persona en cuestión. Estudiar y reflexionar sobre lo que piensa, siente y hace.

P. ¿La recuperación de estas personas es lenta?



R. Esto depende del alcance del problema. De los recursos que tenga la persona para lidiar con su día a día y el compromiso con el proceso terapéutico. Conectar bien con él, tener una buena conexión para que la persona vaya progresando. Que no falte a las citas y demás. Cada paciente debe ser evaluado y su tratamiento debe ser individualizado. No podemos poner pautas generales para todos pero en líneas generales primero hay que valorar como esta viviendo la persona su problema. Ver después hasta que punto sus preocupaciones están adaptadas a la realidad. Cómo le está afectando emocionalmente y qué está haciendo esa persona para resolverlo. A partir de ahí, dónde estén las carencias, proporcionar herramientas y recursos que esta persona necesita para mejorar.

P. ¿Qué población puede verse más afectada por estos encierros como el confinamiento?



Cada persona es un mundo pero hay algunas que son más vulnerables



R. Cada persona es un mundo pero hay algunas que son más vulnerables. Una sin recursos sociales y que esté confinada puede pasarlo mal por la soledad. Si tiene problemas de recursos económicos, el confinamiento le aparta de su mundo laboral y va a pasar por problemas también en el confinamiento. 

Personas con problemas de discapacidad también son un ejemplo claro. Los mayores que viven solos y sin soporte social. Menores y adultos que viven en un hogar en el que hay ya conflictos. También personas con otras enfermedades y psicopatologías previas y aquellas a los que ha tocado la enfermedad de cerca, con enfermos a los que no pueden ir a ver o fallecidos a los que no pueden dar su último adiós.

P. ¿Cómo se están viviendo estos encierros en la segunda ola? ¿Se ha mejorado tras la experiencia de la primera?



R. El sufrimiento a nivel emocional con el estrés, las fobias, y demás se están intensificando porque nos estamos encontrando con un túnel en el que nos hemos metido, un poco cambiante a medida que lo atravesamos, que no vemos el final y que tenemos mucha información pero desconocemos la información real de cada momento porque es muy cambiante. No sabemos cuánto va a durar esta crisis, y qué consecuencias sociales y económicas va a tener. 

Los profesionales de la psicología consideramos que se trata de una segunda ola y si hay otra tercera, que van a venir marcadas por este agotamiento mental y este sentimiento de frustración y de indefensión por no poder hacer nada para cambiar la situación y que pueden llevar a ciertas personas a tomar medidas desesperadas. A aumentar esa ansiedad, esas depresiones y esos suicidios porque no se puede hacer nada. Me pongo en la piel y pienso en esa gente de la hostelería, en esos feriantes y demás. ¿Dónde ven la salida? ¿Cómo lo van a poder hacer?

P. ¿Tiene la población en España herramientas personales para afrontar la ansiedad?



R. Si nos basamos en el hecho de que no se contempla, a nivel educativo, el aprendizaje en la gestión de las emociones dentro del aula, para aprender a manejar frustraciones, conflictos como el bullying y demás, a lo mejor carecemos de algunas herramientas. A lo mejor no tenemos esas competencias de vida a nivel educativo. No nos las están proporcionando. Luego, hay que tener en cuenta también que cada familia es un mundo. Algunos padres pueden tener estas herramientas y ser modelo. Lo que diría desde un punto de vista optimista y positivo es que la mayoría de las personas tenemos capacidad para afrontar problemas, para lidiar con el estrés y demás y a nivel individual cada persona tiene su historia.

P. ¿Va a hacer tanto daño esta pandemia en nuestra salud mental como parece?



R. He llegado a leer algún estudio que dice que hasta el 78% de la población podrá llegar a sufrir algún trastorno de tipo psicológico ante esta crisis. Pero desde una posición positiva y optimista yo espero que la mayoría de estas personas tengan la capacidad de afrontar estos problemas para que no les genere una huella psicológica o un estrés postraumático. Pueden quedar más tocadas las personas que tengan que vivir el drama del COVID en primera persona. 

P. ¿Cómo ve el futuro y qué consejo daría a la población? 



R. El futuro no se puede ver, ni prever. Es algo que nos va llegando de forma incierta porque el mundo es cambiante y no podemos controlar. Yo, a mis pacientes, les digo que la vida no se puede calcular. No podemos ver más allá de lo que tenemos delante. Es verdad que el ser humano tiene capacidades y habilidades para adaptarse a estos cambios. Mi consejo es que acepten el momento presente. No me refiero a la pasividad, la resignación o un ingenuo optimismo sino a poner el foco y todas las energías en esas cosas que sí dependen de cada uno. 

Por ejemplo con la ansiedad. Hacerle ver al paciente qué porcentaje de responsabilidad tiene sobre lo que está sucediendo. Debe proteger  su salud y la de quienes le rodean de forma razonable. También, que ese cuidado de la salud sea físico y emocional, expresando lo que nos pasa. Muchos casos de suicidio se producen porque esto no se hace. Fomentar la socialización dentro de las limitaciones que tenemos con hábitos y rutinas saludables y si la situación nos desborda buscar la ayuda de un profesional, que sea colegiado.