FUENTE: DICYT

La colonoscopia es la única herramienta disponible para realizar el diagnóstico y el seguimiento de las personas con enfermedad de Crohn, que afecta a cerca de 75.000 personas en España. Pero es una prueba invasiva, molesta y costosa. Un equipo de investigadores españoles ha publicado en la revista ‘Scientific Reports’ un prometedor avance que permitiría conocer el estado de estos pacientes de forma no invasiva: la medición en sangre de los niveles de resistina, una proteína expresada en su mayoría por macrófagos, células especializadas en destruir bacterias y otros organismos dañinos.



El trabajo ha sido liderado por investigadores a cabo por investigadoresdel Hospital Universitario de La Princesa, la Universidad Autónoma de Madrid y el Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Hepáticas y Digestivas (CIBERehd) en colaboración con la Universidad San Pablo CEU, la Universidad de Alcalá y el Instituto de Biología y Genética Molecular (IBGM), centro mixto CSIC-Universidad de Valladolid (UVa).



El equipo investiga activamente la Enfermedad Inflamatoria Intestinal, que se divide en dos patologías cuya incidencia se reparte prácticamente a la mitad: la colitis ulcerosa y la enfermedad de Crohn. Según ACCU España -Confederación de Crohn y Colitis Ulcerosa-, ambas alteran la capacidad del organismo para digerir los alimentos y absorber los nutrientes, son crónicas, comparten síntomas como diarrea, fatiga, dolor abdominal o pérdida de peso, y evolucionan en brotes (fases activas) y periodos de remisión (fases inactivas).



Los pacientes con enfermedad de Crohn, que se produce principalmente en el colon y en el íleon, tienen una respuesta inmune descontrolada frente a la flora comensal, una serie de bacterias no patógenas presentes en nuestro intestino de forma natural. Por ello, a diferencia de otras enfermedades inmunomediadas –aquellas en las que se produce una inflamación crónica sistémica causada por una alteración del sistema inmune- como la enfermedad celiaca, el cambio en la dieta no es efectivo.



“Es una enfermedad muy agresiva. Aunque en general los pacientes tienen un perfil inflamatorio, también pueden cursar con estenosis –un estrechamiento del tubo digestivo- e incluso fístulas”, recuerda David Bernardo, investigador del Laboratorio de Inmunología de las Mucosas del IBGM y uno de los coordinadores del estudio. Estas fístulas u orificios abiertos que pueden conectar el intestino con otros órganos o con el exterior, se producen en algún momento del curso de la enfermedad en alrededor de uno de cada cuatro pacientes, siendo una de las complicaciones más complejas. Incluso, agrega Bernardo, “el 50% de los pacientes con enfermedad de Crohn recién diagnosticada van a pasar por el quirófano a lo largo de su vida para realizar resecciones intestinales, ya que la inflamación es tan fuerte que el tejido necrotiza”.



Un diagnóstico complicado



Con todo ello, el diagnóstico de la enfermedad no es nada sencillo. Los pacientes se encuentran perdidos, se sienten mal pero la sintomatología no es clara. Así, pueden tardar años en llegar a una consulta de gastroenterología. Una vez allí se les practica una colonoscopia, la principal herramienta diagnóstica, y se les pone en tratamiento. En general, primero se les trata con inmunosupresores –fármacos que reducen la actividad del sistema inmune-. Si no se consigue controlar la enfermedad se pasa a los corticoides, y en último término se recurre a tratamientos más agresivos como la terapia biológica con anticuerpos monoclonales.



“Son los fármacos más potentes que tenemos pero solo funcionan en un tercio de los pacientes. Otro tercio no va a notar nada y otro tercio va a entrar en una fase de remisión, pero va a tener brotes recurrentes”, señala el investigador.



Pero, ¿se podría llegar a conocer el estado del paciente de una forma más sencilla e incluso a anticipar un brote? Actualmente, solo la colonoscopia permite realizar el diagnóstico y también el seguimiento de estos pacientes. Pero es una prueba invasiva, costosa, con un procedimiento previo complejo e incómoda para el paciente.



Solo existen algunos biomarcadores en sangre pero su fiabilidad es muy limitada. Por ello, el equipo de investigadores trata de localizar nuevos biomarcadores que permitan determinar de forma eficaz el estado del paciente, sin necesidad de recurrir a la colonoscopia.



Importante presencia de grasa visceral



Una característica única de la enfermedad de Crohn es el aumento de tejido adiposo alrededor de la zona intestinal afectada. Este tejido secreta moléculas que pueden promover la actividad en la enfermedad de Crohn, como son las adipoquinas. “Nos planteamos que, si estos pacientes tienen tanta grasa visceral, seguramente es que esté implicada en el desarrollo de la patología. Por ello, nos centramos en medir los niveles de adipoquinas: leptina, grelina, resistina y adiponectina en suero sanguíneo”, señala el investigador.

De este modo, obtuvieron muestras de suero sanguíneo de 36 pacientes con enfermedad de Crohn tanto en fase activa como inactiva, y de 40 controles sanos. Encontraron que los niveles de resistina podrían constituir un biomarcador importante a la hora de identificar si un paciente se encuentra en brote o si está en remisión.



Aunque los resultados son prometedores, “son datos piloto y queremos validarlos en una muestra más amplia”, subraya Bernardo. Si finalmente es posible distinguir en una muestra de sangre si la enfermedad está activa o no, “quizás la resistina también puede servircomo marcador pronóstico de un brote antes de que se desencadene, lo que sería realmente interesante, poder anticiparnos y modificar el tratamiento si es necesario”, avanza.



Pese a que la pandemia ha frenado sus planes, los investigadores esperan retomar esta línea tomando una muestra de los pacientes a los que se va a realizar una colonoscopia por práctica clínica, ya sea para el diagnóstico o para el seguimiento de la enfermedad. La muestra se va a criopreservar y, con los resultados de la colonoscopia, se categorizará como de paciente activo o inactivo. “Lo que queremos es, de forma prospectiva, ir aumentando el tamaño de la muestra para ver si los resultados se sostienen, y si es así ya podríamos plantearnos un estudio prospectivo de seguimiento de pacientes midiendo los niveles de resistina”, concluye el investigador del IBGM.