Lucía Sánchez
Nunca podrán olvidar lo que fue marzo y abril de 2020 para Soria. Las imágenes se les agolpan en su memoria. Recuerdan sus noches frías, apagadas en una ciudad por dónde solo circulaban ambulancias y funerarias. El Servicio de Extinción de Incendios y Salvamento de Soria (SEIS) se convirtió, en los 100 días que duró el confinamiento, en imprescindible y vital para combatir un virus, que por aquel entonces era desconocido y que atacaba sin piedad, sobre todo, a los ancianos de las residencias de ancianos. Soria fue llamada en esa época el ‘Wuhan’ de España, su población envejecida y la falta de recursos sanitarios para afrontar una pandemia, que nadie predijo, la hicieron especialmente vulnerable.
Si algo le ha enseñado al jefe del Parque de Bomberos, Juan Carlos Rodríguez de Miguel, la crisis sanitaria es comprobar la vulnerabilidad del ser humano, una fragilidad que también les afectaba de lleno a ellos, ya que hace nueve meses decidieron combatir el virus de frente y pasaron de ser un servicio de extinción y salvamento a incorporar nuevos protocolos para salvar vidas. El virus les cambió los esquemas.
Para este bombero con dilatada experiencia, ni el accidente de Golmayo, en el que perdieron la vida 28 personas, la mayoría adolescentes en julio de 2000, ni el incendio de la fábrica Fico Mirrors en 2016 se asemejan al caos que supuso enfrentarse a la invisibilidad del virus. Su formación, entrenamiento y profesión se centra en la emergencia puntual que dura un día o dos, sin embargo, en esta ocasión, no veían el final de su actuación ni sabían si lo que hacían estaba bien o no. “El accidente de tráfico de Golmayo fue muy impactante pero duro varios días pero esto se dilató en el tiempo y nos generaba mucho estrés no ver el final”, cuenta.
Este Servicio, dependiente del Ayuntamiento de Soria, decidió, sin mandato alguno, prepararse para lo que se avecinaba mucho antes de que el Gobierno decretara el estado de alarma el 15 de marzo, y así semanas antes ya comenzaron a desinfectar la Casa Consistorial y espacios exteriores de la ciudad. Además, establecieron junto con las autoridades sanitarias locales los protocolos de entrada a residencias y domicilios teniendo en cuenta los equipos que disponían para la intervención de riesgo biológico y químico.
“Nunca pensamos que sería tan grave, pero sí éramos conscientes de que si el virus estaba en Italia tarde o temprano llegaría a Soria. Antes de que Sanidad sacara ninguna normativa, los bomberos de Soria ya procedimos a hacer desinfección y la gente se creía que éramos personal de limpieza. Estudiábamos qué se hacía en otros lugares y vimos que utilizaban hipoclorito que lo pudimos tener porque se utiliza en las piscinas. Un químico de la empresa suministradora nos asesoró con las dosis. Los 40 primeros días fueron de auténtica locura”, relata el jefe del parque.
La parte burocrática también conllevó un trabajo extra para el Servicio, ya que las normativas cambiaban casi a diario y se veían obligados a adaptar sus actuaciones. A esto se le sumaba, por un lado, la reorganización de los turnos, ya que los bomberos decidieron suspender sus vacaciones y días de libranza, y por otro, la creación de equipos estancos dedicados: a la desinfección y la atención a la ciudadanía, por un lado, y por otro, a sus labores innatas de extinción de incendios y atención al tráfico. A estas dos se le unió otra actuación más cómo fue el organizar la caravana que a las 20.00 horas recorría las calles de Soria para rendir homenaje a los sanitarios. Los bomberos de Soria llegaron a felicitar a 176 niños sorianos durante el confinamiento y pasaron junto con las ambulancias y las fuerzas de Seguridad por todas las calles de Soria e incluso por Golmayo, una parte social que resultó ser la más agradable y reconfortante.
La parte más dura de su trabajo fue, sin duda, la entrada en las residencias de ancianos tanto públicas como privadas. Juan Carlos no olvidará nunca la mirada de los abuelos aislados durante días en habitaciones de 10 o 12 metros cuadrados y tampoco del personal socio-sanitario que no disponía de equipo alguno para protegerse y les recibían entre lágrimas ante la impotencia de no saber cómo actuar.
Esta fue la parte más terrible de su actuación, ya que ellos ordenaban, en un primer momento, confinar a los abuelos porque en algunas residencias la trasmisión estaba descontrolada, desinfectaban y, por último, creaban en cada centro residencial circuitos de sucio y limpio. Además, también se encargaron de formar al personal, toda vez, que se dispusieron de equipos de protección de cómo quitárselo y ponérselo.
El jefe del parque prefiere no entrar a hablar de lo que ocurrió en la residencia de Los Royales, uno de los centros más afectados por el virus en sus inicios, pero sí advierte de que el personal estaba “desbordado”. En este centro fallecieron oficialmente 13 ancianos por COVID-13, sin embargo, el cómputo global revela que durante esos meses fallecieron con síntomas compatibles con la enfermedad 23 mayores.
“Recuerdo la imagen de la cara de los ancianos y de los trabajadores era de un desconcierto total. Lloraban cuando entrábamos nosotros. Es muy complicado mantener a un anciano 24 horas en su habitación, además, una vez que el personal también se contagió hubo un desbordamiento total y no encontraban reemplazos”, rememora.
Para ser más eficaces en su actuación, el SEIS se apoyó en Médicos sin Fronteras, uno de los aciertos, ya que su actuación se amplío a toda la provincia en residencias de Arcos de Jalón, El Burgo de Osma, San Pedro Manrique, a pesar de ser un servicio exclusivo de la capital. El Centro Cívico Bécquer se convirtió en una nueva base para dejar el parque libre de personal que trabajaba cara a cara contra el COVID-19 y allí impartieron formación a los agentes medio ambientales y celadores de la Junta para que hicieran labores de desinfección. “Esto fue otro acierto porque creamos un equipo profesional de desinfección para toda la provincia”, destaca, para detallar que se tiraban dos y tres horas desinfectando residencias todos los días.
Parte social
El sargento, Agustín Viana Miguel, fue el encargado de organizar la parte social en la que los bomberos fueron absolutos protagonistas. Un día del duro confinamiento decidieron rendir homenaje a los sanitarios del Hospital Santa Bárbara y organizaron una caravana, junto con las ambulancias y las fuerzas de seguridad. Los vehículos de los servicios esenciales recorrieron las calles de la ciudad y terminaron su periplo en el centro hospitalario.
El éxito de la iniciativa obligó a prorrogar la actuación durante días. De este modo, los bomberos decidieron realizar la caravana a diario intentando pasar por todas las calles de Soria. “Los psicólogos nos decían que esto era bueno porque la gente salía a su ventana o balcón a aplaudir. Llegamos a felicitar a gente que estaba completamente sola en Soria, a niños que llevaban días totalmente aislados y encerrados y vimos lágrimas en las caras de muchos sorianos. Para nosotros esta actuación nos recargaba las pilas”, describe el sargento.
Por su parte, el cabo Víctor Modrego, que se encargó de las labores de desinfección, reconoce que al final le parecía que la realización de la caravana “se alargaba demasiado en el tiempo” y requería de un gran esfuerzo por parte del personal, que después de muchas horas trabajando debía salir para ser el consuelo de los confinados. Sin embargo admite, que tras participar, comprendió que “no se podía quitar de ninguna manera”, y que los sorianos esperaban su llegada con impaciencia.
“Yo veía a la gente aplaudir, llorar e incluso celebrar nuestra llegada y comprendí que debíamos seguir felicitando. Se nos unió el personal del SAMUR y muchas empresas sorianas donaron regalos para que los diéramos a centenarios y a los niños de los cumpleaños”, matiza.
Para Víctor Modrego Modrego, el COVID-19 les ha ensañado a incorporar nuevos procedimientos y protocolos y a reorganizar el parque de manera absoluta. Sus actuaciones fueron las correctas, ya que capearon la primera ola de la pandemia con casi ningún positivo.
El jefe del SEIS afirma que la sociedad soriana ha evolucionado con el COVID y está muy concienciada, sin embargo, le falta entender cómo y por qué se transmite. “La sociedad en general ha aprendido a no tocarse la cara, ojos y lavarse frecuentemente las mano, sin embargo, deben adaptarse a que es necesario la ventilación, a pesar de la incomodidad de pasar frío. Nadie nos tiene que decir que no se puede llevar la mascarilla por debajo de la nariz ni que está prohibido comer pipas en la calle”, traslada.
El SEIS hizo todo lo que se le ocurrió para afrontar el virus y aliviar la presión social y sanitaria. También, al igual que los sanitarios, expusieron, una vez más su vida, por otros. Reutilizaron los equipos y optaron por no llevar el de máxima protección respiratoria para no transmitir la imagen “del fin del mundo” a los ancianos. “Si hubiéramos entrado a las residencias con el equipo de máxima protección hubiéramos dado un mensaje de muerte total. Sacrificamos llevar la máxima protección para trasladarles serenidad. No podíamos entrar vestidos de esa manera cuando los trabajadores no disponían ni de mascarillas”, concluye el jefe del parque.
Durante más de 100 días los bomberos de Soria hicieron más horas de las que marca su horario y se ocuparon de tareas impropias sin recibir remuneración extra por ello. Fueron los héroes invisibles que hoy se revelan como un servicio imprescindible, que reivindica la creación de un ente de emergencia en la provincia para coordinar con mayúsculas a todos los servicios públicos que se ocupan de salvar vidas. “Necesitamos una mayor interrelación entre los bomberos, las fuerzas de seguridad del Estado, la Policía Local y las autoridades sanitarias”, demandan.