“Este año ha sido un auténtico desastre. Hay que estar muy esperanzado y tener mucha ilusión por hacer proyectos, reactivar otra vez el Camino de Santiago. Muchos negocios han cerrado y otros están medio abiertos… pero va a seguir adelante, porque tiene más de mil años, ha superado infinidad de situaciones y crisis y esta también. Hay que ser muy positivo, apoyar iniciativas, que las instituciones no escatimen medios ni personales ni económicos a la ahora de incentivar el regreso de la actividad”. El escritor y hospitalero Ovidio Campo, más de tres décadas vinculado a la ruta, lo tiene claro: el año 2021, señalado en rojo en el calendario por ser Jacobeo (25 de julio en domingo), debe ser un punto de inflexión para que la pandemia no hiera aún más al trazado y su entorno, el renacer de uno de los principales atractivos de Castilla y León.
Campo, junto a otros tres expertos del trazado milenario, explica que hay que ver el lado bueno de 2020. Quizás, ya sea por el temor al COVID-19, el Camino atraerá de nuevo a los peregrinos más auténticos, aquellos que buscan “encontrar su interior, su espiritualidad”. Ovidio Campo, junto al director del Centro de Estudios y Documentación del Camino de Santiago, Ángel Luis Barreda, el excomisario de los Caminos en la Junta Manuel Fuentes, y la mítica hospitalera Isabel Rodríguez, de Rabanal (León), realizan balance de un año nefasto y vaticinan a Ical qué esperan de este año Jacobeo que arranca, simbólicamente, con la apertura de la Puerta del Perdón, en la Iglesia de Santiago de Villafranca del Bierzo.
Frente a la fachada de Santa María de la imponente Catedral de Burgos, que además celebra en este 2021 su VIII Centenario, Ovidio Campo admite que este año “será el más especial de todos”, también por “pasar página de 2020, un año tan calamitoso”. En este punto, insiste en la oportunidad para su ciudad, que tiene que ser “trascendental”. “Burgos ha perdido muchos trenes, empezando por el Directo, y este Jacobeo, que coincide con el VIII Centenario de la Catedral y con Las Edades del Hombre, tiene que pegar un impulso y que las instituciones sean conscientes de que tiene que ser el gran revulsivo para la ciudad”, invitó. A su juicio, la ciudad y Castilla y León “tienen todos los ingredientes para ser grandes protagonista del Camino de Santiago”.
Lejos de que 2021 atraiga a los 500.000 peregrinos que preveía la Xunta de Galicia hace dos años para este Jacobeo, Campo está seguro de que los caminantes “volverán, sobre todo los nacionales, que representan el 40 por ciento, sobre los que hay que volcarse”. Recuerda que no ha abierto en todo el año su albergue, junto a las ruinas de San Antón, en Castrojeriz, y “da mucha pena porque no se ven peregrinos, sobre todo en los pueblos y ciudades pequeñas”. “Pueblos que viven del Camino, que sin peregrinos no tienen vida”, advierte.
Sin embargo, cree que es “seguro” hacerlo. Es más, esta pandemia “ha servido para regenerar, actualizar y ponernos de cara a los años venideros gracias a las medidas que se están adoptando tanto de seguridad, higiene y protocolos”. “No le va a venir mal al Camino. No hay mal que por bien no venga. Hay que ver el lado positivo de todo esto”. Incide en que la ruta, obviamente, ha cambiado mucho en estos 30 años, desde la década de los 80, y principalmente desde que en 1993 se celebrara el primer año Jacobeo, aquella “reinvención” de la Xunta de Galicia que “llenó el Camino” en dos vertientes: “la publicitaria y social” y la espiritual o religiosa, que “casi tiene mayor importancia y trascendencia en todos los aspectos”. “Es un año de perdonanza y vamos a vivirlo de forma especial en el sentido interior de cada uno, no en el exterior”, comenta.
Campo, quien aprovecha la oportunidad para reivindicar que el Camino en Castilla y León “necesita más árboles y menos hormigón; y más papeleras y contenedores y menos señales”, recuerda que “no se puede pretender que vuelva a ser lo que ha sido ni mucho menos”. Y afeó a quienes criticaban la masificación en estos últimos años, “con bastante desconocimiento de la realidad”. “El Camino no ha estado más sano, más activo y mejor que hasta antes de la pandemia. La cantidad de empresas, de negocios, de agencias, etc., ha sido porque hay más infraestructuras, mejor información y atención al peregrino”, sostiene.
Por ello, asegura no compartir ese sentimiento de algunas asociaciones del Camino de que “esto ha ido a peor”, sino “todo lo contrario”. “Lo digo después de haberlo hecho en los 90 y el año pasado. El Camino goza ahora mismo de una salud maravillosa. Perdona, gozaba, hasta este año, con una red de albergues privados maravillosa, con una gente e infraestructura estupenda… Lo único que la Administración se ha excedido en la señalización, que cada año pone más paneles, se gastan más dinero en algo innecesario”, critica.
Auténtico reto en 2021
Opiniones muy similares vierte a Ical, el riosecano Manuel Fuentes, exdirector general de Turismo y excomisario de los Caminos de Santiago de Castilla y León hasta 2010. “Como espectador veo que es un auténtico reto lo que se plantea en 2021. Habrá que hacer un replanteamiento general porque el asunto de albergue y acogida es clave en un proceso de este nivel y con la pandemia está muy condicionada”, desliza.
El lugar elegido es la fachada plateresca, del siglo XVI, de la iglesia de Santiago de Medina de Rioseco, en pleno trazado del Camino de Madrid. Con gabardina, y jersey grueso para protegerse del rudo frío castellano, Fuentes sabe mejor que nadie la “dificultad” que se va a encontrar la Junta en este momento. Por ello, invita a crear, en el seno de la estructura administrativa, una especie de gerencia o comisariado, como el que él dirigió y que más adelante desapareció, “porque para un problema tan complejo sería acertado un replanteamiento de esta dinámica por una persona dedicada a ello, que para Castilla y León es fundamental”.
Elocuente, recuerda que el tema sanitario siempre ha tenido una “influencia grandísima” en el Camino, y junto con la seguridad “han sido temas claves que se han tratado con mucha delicadeza y muy de estar encima”. Más si cabe, ahora en pandemia.
Pero cree que la clave para recuperar la esencia del Camino es la “espiritualidad para atraer a otros polos que están ahí ya, como es el turístico, el medioambiental, ocio o compartir itinerarios”. “El reto actual no tiene nada que ver con el nuestro porque aquel era muy dinámico y sin sorpresas, nada más que las ordinarias y estar pendientes de déficit de planteamientos. Si nos retrotraemos a la etapa anterior, indudablemente el tema espiritual es el que ha dado la clave”, opina. Lanza un deseo: que “se solucione esta situación de clara incertidumbre, de desconcierto, que afecta a la realidad del virus, y que se supere a ver si esta etapa de la vacuna inmediata da más celeridad y capacidad de programar a medio y lago plazo”.
Ocho peregrinos en noviembre
Un ejemplo de la radiografía actual del Camino la establece Isabel Rodríguez, propietaria del albergue El Pilar, de Rabanal del Camino, conocido por abrir incluso en Nochebuena y compartir la cena entre su familia y los usuarios. “La pandemia nos está afectando mucho. Los albergues no funcionan porque no hay Camino”, lamenta esta mítica hospitalera, quien remarca que en noviembre solo recibió ocho peregrinos, un mes cuando lo común es recibir una veintena al día.
Decidió cerrar el albergue a primeros de octubre porque la afluencia era nula, y solo abre para las reservas. De hecho, “cuando llega un caminante parece que llega el mundo. Nos está haciendo polvo también el cierre de fronteras”, transmite con cierta resignación.
Confía en que en mayo como muy tarde “esto empiece a funcionar para no morir de pena” y no afectar de forma tan negativa al empleo. Solo en este último verano trabajaron más de 20 personas en Rabanal, “y ahora nada”, un pueblo en el que a partir de los años 80 se crearon dos hoteles y media docena de restaurantes. “O la vacuna nos allana el camino… A lo mejor hay sorpresas, pero la gente de Europa tiene mucho miedo”, comenta.
Víctima que fue del coronavirus, Isabel Rodríguez sentencia que el Camino es “seguro”, pues desde el inicio de la pandemia los peregrinos “ya no pueden cocinar juntos y no se unen como otros años”. Y aunque cree que el Año Jacobeo “debería ser especial”, plantea sus dudas porque este ejercicio previo “ya debería haberlo sido porque habitualmente así es”. “La cifra de peregrinos bajará por miedo, pero también hay gente que tiene ganas de salir de casa, colgarse la mochila y hacerlo. Ganas tenemos de que sea bueno, pero no se sabe, no se sabe… está un poco difícil”, niega con la cabeza.
En la Nochebuena de 2019 se quedaron a dormir muchos coreanos y un matrimonio español, “todos en familia”. “Ese día, yo les invito siempre. Los extranjeros se sorprenden porque no se hace en ningún sitio”, presume. Después de cenar lo habitual es acudir a la misa del Gallo, y tras la eucaristía, el albergue da chocolate y la madre de Isabel toca la pandereta, algo que ya se ha convertido en una tradición.
“Celebramos la Navidad como una familia más amplia. Desde que tenemos el albergue todos los años ha habido peregrinos”, relata, mientras Tani, su pequeña y vieja perra, casi ciega, la ronda con el cariño que un can le tiene a su dueño tras tantos años. Mientras muestra el albergue totalmente vacío asegura sentirse “muy apenada”. “Es como un desierto. Pero vamos a seguir”. En mayo de 2021 el albergue cumplirá 25 años. “Si la pandemia nos deja, lo celebraremos”, se despide.
El Camino, ese espacio de silencio
Tras más de 30 años al frente del Centro de Estudios y Documentación del Camino de Santiago,el palentinoÁngel Luis Barreda, rememora los inicios del nuevo impulso del Camino, aquellos que él mismo protagonizó en la década de los 80 junto al sacerdote de O Cebreiro Elias Valiña, gran impulsor entonces de la señalización de la ruta jacobea. Fundador de la Federación de Asociaciones del Camino, Barreda, como todos le conocen en el trazado milenario, atiende a Ical en el marco incomparable del Monasterio de San Zoilo, sede de este espacio en Carrión de los Condes, cerrado desde el 12 de octubre.
Habla de un “primer aldabonazo” en el I Congreso Internacional del Camino, celebrado en Jaca (Huesca), en el que se dice que “ya está bien de historia, pues la ruta tenía muchos años de historia, pero muchos siglos de vacaciones”. “El Camino era para optimizarlo. Y la pregunta que nos hacíamos junto con la respuesta era muy sencilla. No hay Camino sin peregrinos. Y empezaron a aparecer los primeros en Jaca”, recuerda. “Ahí empezó todo y se empezaron a subir escalones hasta su máxima popularidad”, prosigue.
En ese momento se consiguió la venida del Papa y a partir de ese momento “todo fue rodado”. Más de 100.000 peregrinos llegaron en el primer Jacobeo, en 1993, y parecía que “no habría límite”. Ahora, parece que “quien no ha hecho el Camino no existe”. Aún así, no esconde que el conocimiento del Camino “se nos ha desmadrado, que se inició como una aventura llena de desventuras, con unos recursos muy pobres, pero un sentido de acercarse a la ruta jacobea porque tenía razones de peso como la historia, arte, sentido de compartir; y así se inició el Camino”. “Fueron años maravillosos porque estábamos poniendo las primeras piedras de lo que después se convirtió en un edificio magnífico, espléndido y popular”, ensalza.
Hojeando la copia del Codex Calixtinus con el que cuenta la biblioteca del Camino, señala que se contabilizan más de 6.000 volúmenes vinculados únicamente a la ruta “multiusos y poliédrica”, porque “permite hablar de historias y peregrinos”, y eso se ha dejado escrito: “Ya no eran solo los escritos de Aymeric Picaud en el siglo XII o relatos viejos, que quedaban lejos”.
2020 y la pandemia
Barreda da por seguro el futuro del Camino de Santiago, lo intuye, pero explica que “no cuenta con una bola de cristal”. “Todos los jacobeos pensamos que esta pandemia es una mala noche en una mala posada”, compara. Lógicamente, los datos, a pesar de ser año jacobeo, estarán lejos de los 350.000 peregrinos que llegaron en 2019 a la capital compostelana. De hecho, en Castilla y León, en la parte inicial de Burgos y Palencia, fueron más de 40.000, mientras que en 2020 la cifra se situado en los 4.000, una décima parte.
“Pero hay una diferencia. El Camino ha pasado de una explosión a una pandemia, del todo a la nada”, a lo que ha afectado el cierre de las fronteras, unido a los miedos, al temor al contagio. “Pero el Camino volverá, no sé si a los datos de 2019. O si se seleccionará”.
¿De qué manera debe regresar? Hay muchas opiniones. Barreda recuerda que “algunos dicen que casi es mejor volver a empezar con un poco menos de afluencia para reconducir el Camino con cierto sentido”. “Está abierto a todos, a las ideologías, creencias, etc. Es algo que solamente tiene una cosa que le hace distinto a cualquier itinerario, que es la espiritualidad, pero no solo la religiosa, sino en el más amplio sentido de la palabra, el espíritu de las estrellas, el más austero del Camino, que ahora ya lo es menos”, asiente. Como ejemplo, comenta que al principio los peregrinos “pedían agua, donde dormir y poco más; ahora ya quieren agua caliente”.
Por ello, insiste en que el renacimiento del Camino, “si es que se produce después de esta pandemia”, estará en el “sentido de volver a renacer como el Ave Fénix, no digo de las cenizas, pero casi casi”. Y sobre todo, considerar la ruta milenaria como el “espacio del silencio” frente a la vorágine urbana.
“Pero no nos puede ahora extrañar que su popularidad haya roto algunos mitos e hitos del Camino. Como todo lo que se masifica, también tiene la parte mala. Tiene la parte buena, porque pasa por todo eso que ahora llaman la España despoblada”, espeta, para admitir que la ruta “se salvó estos siglos atrás, en gran medida, por el subdesarrollo”. “Es triste decirlo, pero es verdad. Ahí tienes el Camino del Norte. A ver quién es el majo que es capaz de recordar por donde pasaba en el País Vasco, que desapareció totalmente. Aquí, el único mal para el trazado fue la concentración parcelaria, pero por lo demás mantenía los mismos senderos, la misma ruta, la misma gente y los mismos espacios e iglesias, todo igual que en el siglo XII y XIII”.
Ahora, esta “creencia religiosa” con la que nació el Camino se ha popularizado, lo que ha repercutido en que un año Jacobeo, como 2021, se convierta la mayoría de las veces “como si fuera una Olimpiada; y no, tenga uno fe o no la tenga, el Año Santo es eso, Santo”. Ahora, añade, existe “hambre de Camino” y, a pesar de la pandemia confió en que, “con memoria histórica, aunque con dificultad”, volverá a haber peregrinos y a renacer en un año esperado “por razones espirituales pero también comerciales para los pueblos por los que pasa”. “Será un empujón necesario para las maltrechas economías”. Y pone el ejemplo de su Carrión de los Condes natal, donde el impacto es de un millón de euros en un año normal, y que se dispara en un Jacobeo. “El Camino es como una esponja, absorbe todo, lo bueno y lo malo”, reflexiona.