FUENTE: DICYT 

Controlar de forma exhaustiva el estado nutricional de los pacientes con fibrosis quística (FQ) es fundamental para aumentar la esperanza de vida de estos pacientes. Ahora, investigadores de los Departamentos de Pediatría y Química Analítica de la Universidad de Valladolid (UVa), el Hospital Clínico Universitario de Valladolid y el Departamento de Química de la Universidad de Burgos han comprobado que la relación entre dos micronutrientes, el cobre y el zinc, podría ser un indicador del estado inflamatorio de los pacientes con FQ. “Merece la pena que ambos micronutrientes sean considerados prioritarios en la evaluación rutinaria de las consultas de atención primaria”, asegura la autora principal del estudio, la investigadora de la UVa Marlene Escobedo Monge.



La FQ es una enfermedad crónica causada por una mutación, es decir, una alteración en la información genética. Hasta el momento, se han identificado cerca de 2.000 mutaciones causantes de esta enfermedad, aunque la más común es la pérdida de tres pares de bases (Citosina, Timina, Timina) en el exón 10. La FQ se caracteriza por una infección pulmonar y una disfunción pancreática exocrina, o lo que es lo mismo, un fallo en la producción de las enzimas necesarias para la digestión de las grasas.



Según explica a DiCYT la investigadora, ambas circunstancias son progresivas, debido a la producción alterada del sudor y al incremento en la producción de moco en los pulmones y en el sistema digestivo. Debido a esto, las secreciones se tornan espesas y se crea un ambiente propicio para la colonización y posterior infección secundaria. De este modo, la enfermedad pulmonar es la causa más estrechamente asociada a la morbilidad y mortalidad en estos pacientes.



La FQ afecta a cerca de 70.000 personas a nivel mundial. La prevalencia media en la Unión Europea es de 0’80 casos por cada 10.000 personas y la supervivencia media de estos pacientes es de 40’1 años, según datos de 2014 en Reino Unido.



El estado nutricional y la función pulmonar afectan decisivamente a la esperanza de vida de estas personas. Los avances médicos han permitido un incremento en la longevidad de estos pacientes, pero ha incrementado la prevalencia de otras enfermedades crónicas asociadas a la FQ como son la diabetes o algunas enfermedades hepáticas, renales y óseas, junto con una mayor probabilidad de sobrepeso y obesidad. Por todo ello, el manejo de estos pacientes requiere de la participación de varios especialistas como gastroenterólogos, nutricionistas, fisioterapistas o psicólogos.



Un manejo nutricional intensivo y personalizado



La enfermedad está relacionada con un pobre estado nutricional. “En términos generales, se recomienda un manejo nutricional intensivo y personalizado de los niños y adultos con FQ”, detalla Escobedo Monge, quien recuerda que un diagnóstico temprano “permite proporcionarles una dieta balanceada con el tratamiento de reemplazo de enzimas pancreáticas y de vitaminas liposolubles (A, D, E y K) adecuadas a su insuficiencia pancreática”.



Asimismo, la dieta ingerida debe ser de alto contenido energético –entre un 110-200% de lo requerido por individuos sanos de la misma edad y género- para evitar la desnutrición. En este sentido, continúa la especialista, “es recomendable enseñar buenos hábitos alimenticios para evitar la malnutrición por exceso que conduzca a sobrepeso u obesidad”.



Cobre y zinc, dos micronutrientes esenciales



Teniendo en cuenta la importancia del estado nutricional de los pacientes con FQ, el equipo de investigadores se preguntó qué sucedía con un micronutriente esencial para el desarrollo humano que hasta el momento ha sido poco estudiado, el cobre, en los pacientes con FQ. El objetivo fue medir los niveles de cobre, la proporción sérica de cobre/zinc, y su relación con indicadores nutricionales en una serie de pacientes con FQ tratados en la Unidad de Nutrición del Servicio de Pediatría del Hospital Clínico Universitario de Valladolid.



“El cobre es un micronutriente poco conocido, aún más en pacientes con FQ. Este estudio pone el foco en su relación con el zinc”, apunta la investigadora, quien indica que en la mayor parte de los pacientes estudiados, los niveles de cobre y zinc fueron normales. En cambio, el 94% de los pacientes presentó una relación cobre/zinc mayor a 1, cuando el valor normal se encuentra entre 0.7 y 1. “Este patrón de un nivel alto de cobre y bajo de zinc indica una alta respuesta inflamatoria, la cual podría ser debida a la enfermedad o reflejar la severidad de la deficiencia de zinc”, asegura Escobedo Monge.



Los resultados obtenidos apuntan a la necesidad de llevar a cabo estudios multicéntricos para mejorar el entendimiento del estado nutricional de estos pacientes, así como para determinar las cantidades más adecuadas para su suplementación cuando sea necesario.