Los inicios

Estamos en los años 50, y en el ambiente familiar de los “Luguillano” (por la devoción a la Virgen de Luguillas, patrona de Mojados) se vive con intensidad el mundo del toro, ya que el mayor de la saga, Clemente, marchó a Salamanca a estudiar Comercio, pero se volvió a Mojados sin título y con ganas de ser torero. Eso influyó notablemente en sus dos hermanos, sobre todo en Santiago.

Clemente Castro “Luguillano”, según la pluma de veterano periodista José Luis Lera, es un novillero con pretensiones y no exento de posibilidades.



Toreó mucho sin caballos, debutó con los del castoreño y llegó a presentarse en Vista Alegre en 1958. Luego compaginaría el toreo con la faceta de empresario y apoderado. Muchas de las tardes, acompañó a Santiago en numerosas plazas, y en varios carteles en un mano a mano. Clemente ha sido un lince en el mundo del toro.

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En una feria de Valdemorillo, ya veterano, Clemente llegó a ejercer las cuatro facetas del toreo: empresario, ganadero, apoderado y torero. Genio y figura

Tras sufrir un percance, que lo imposibilita para torear, Clemente decide llevar la carrera de su hermano Santiago, quién bajo esa influencia familiar había empezado a “fabricar sueños”. Santiago recuerda sus primeros pasos en el toro:

La primera vez que me puse delante de una becerra fue en la finca de don David Salgueiro, y mi primer novillo lo maté en Santiago del Arroyo. Tenía 19 años y no me resignaba a quedarme en Mojados arando en las tierras, en la huerta que teníamos y en los quehaceres de la tienda-carnicería de mis padres. Aspiraba a hacerme rico y en mi hermano vi la solución.



Ese mismo año, Clemente lo inscribe en la popular oreja de plata que se celebraba en las matinales de la feria de Valladolid; una especie de bolsín para probar a los nuevos valores.

 Ahí arrasé y le corté las orejas al añojo, -nos comenta nuestro protagonista con enorme entusiasmo- luego toreamos muchas tardes juntos en los festejos que montaba Clemente para ir curtiéndome en el oficio. Llegué a torear unas 50 novilladas sin caballos entre 1960 y 1961, hasta que en agosto de ese año debuto con caballos en La Coruña y remato la temporada en Zaragoza.



Aquí se sincera Santiago y nos comentó que todo fue muy precipitado; que se debía haber esperado a estar más curtido, porque debido a su falta de oficio recibió tres cornadas (Roa, Zaragoza y Santander) que mermaron sus facultades, pero no su ánimo porque ya empezaba a ver el color del dinero.

En agosto de 1961-nos dice Santiago- teníamos un compromiso firmado para torear Clemente y yo un festival en Tudela de Duero. Venía recuperándome de la cornada de Zaragoza, que cada vez que hacía un esfuerzo se abría y sangraba y me cosían en el coche poniéndome, a falta de gasas, papel de periódico porque decían que aquello “secaba” mejor…



Y en Tudela se volvió a abrir la herida, y sangrando en abundancia. Pero mereció el esfuerzo porque esa tarde cobré 25 mil pesetas de la época

El primer revés empresarial lo sufre Santiago con el todopoderoso Isidro Ortuño, a la sazón empresario en aquella época de plazas como Valladolid y Burgos, entre otras. A principios de temporada, Isidro Ortuño apalabra su apoderamiento con Santiago y lo contrata para Burgos con una novillada a modo, pero a última hora la cambian, y tanto su hermano Clemente como Prudencio Encinas, quién a la vez de ejercer de veedor para las plazas de Ortuño asesoraba a Santiago, se negaron a matar la novillada por ese cambio repentino de ganado.

A raíz de eso -comenta Santiago- me pusieron la cruz y apenas toreé en sus plazas. Había clamor entre la afición de Valladolid para que me pusieran en las ferias, pero no hubo contratos para torear con frecuencia en mi tierra.



1962 arranca con apoderado



Hasta entonces, le “hacía” las cosas su hermano Clemente, pero a principios de año José Gómez “Sevillano”, banderillero que había sido de Manolete y apoderado de Diego Puerta, es quién se hace cargo de nuestro protagonista mediante la intervención del crítico taurino “Riverita”. Y el primer festejo de la temporada de 1962 que le hace su nuevo apoderado es un festival en la gaditana San Fernando con las figuras del momento.

Santiago lo recuerda emocionado: “Toreé con un traje campero que me prestó Pepe Molero (†) y fui el triunfador del festival siendo felicitado por todas las figuras que actuaron delante de mí, entre ellos Antonio Ordóñez

Recogemos varios párrafos de José Luis Lera, quién publicó en 2014 un amplio reportaje sobre Santiago en el Anuario de la Federación Taurina de Valladolid:

La temporada de 1962 no tiene excesivo relieve, aunque debuta en Barcelona y corta dos orejas. Y en la de 1963 sale a hombros otra vez en Barcelona y se presenta en Madrid el 29 de junio, una tarde en la que, con novillos de Albaserrada, tiene como compañeros a Curro Montenegro y al portugués Amadeo Dos Anjos. En esta misma temporada torea otras dos tardes en Madrid dejando en ambas una gratísima impresión.



Sigue sumando fechas hasta que el día 4 de septiembre, en la feria de Palencia un novillo de Castillo de Higares le infiere una grave cornada en el muslo derecho, pese a lo cual termina la temporada del 63 con 26 novilladas toreadas.



Trece novilladas más toreó en 1964 antes de acceder a la alternativa, cinco de ellas en Madrid, en una de las cuales, el 7 de junio, cortó tres orejas a sendos ejemplares del Marqués de Albaserrada, con salida triunfal a hombros por la puerta grande de la plaza de las Ventas del Espíritu Santo. Una oreja cortó en su presentación en la plaza de la Maestranza de Sevilla.



Presentación en Sevilla y oreja



El día antes de Sevilla toreó en Valladolid y le cortó las dos orejas al segundo novillo. Santiago lo recuerda así: Yo quería que mi despedida de novillero hubiera sido en mi tierra, pero mi apoderado me lo pidió con insistencia y accedí torear en Sevilla.



Perdí la “Puerta del Príncipe”, Santos -nos dice Santiago con el rostro entristecido, recordando aún aquella tarde del coso del Arenal- fue la faena de mi vida y me pidieron la oreja tras pinchar ocho veces.



Santiago nos habla de precipitación en sus inicios de novillero:

Yo no tenía oficio, ni escuela taurina donde me hubieran enseñado a torear. Todo lo que aprendí fue de ver a mi hermano y lo que a mí se me ocurría, además del valor que siempre demostré, como por ejemplo la técnica del temple, tan importante en el toreo. Eso lo aprendí de Ordóñez y en mis entrenamientos en Mojados con un perrito que se llamaba “Chamaco”. Por eso, debutar con caballos sin apenas torear ni estar rodado, me pareció una temeridad, pero yo confiaba en mi apoderado, en mi hermano y en Prudencio Encinas.