S. Calleja / ICAL
Decía Félix Luna en ‘Soy roca’ que “las batallas son monótonas repeticiones del mismo absurdo espectáculo y en muy pocas puede señalarse el triunfo del ingenio sobre la fuerza”. Entre esas pocas batallas se encuentra la del COVID-19, y van tres asaltos, en la que el ingenio ha triunfado y ha permitido que los hospitales volcados en salvar vidas también den calor a pacientes que en marzo morían solos y se dejaban llevar, aislados y sin saber que ocurría más allá del coronavirus.
Ahora es diferente a la primera ola, cuando los hospitales vivieron semanas “tremendas” volcados en la parte asistencial y dejaron un poco de lado la parte humana de la atención, explica a Ical Mar Villacorta, la coordinadora de Calidad del Hospital Universitario Río Hortega y responsable del Plan de Humanización COVID-19 del centro, un plan que surgió como una necesidad ante la avalancha de pacientes que estaban solos; gente mayor que se encontraba incomunicada, sin manejar móviles, también ante casos dramáticos de personas que morían sin nadie.
Hoy todos los hospitales de Castilla y León, el que más y el que menos, aplican las medidas establecidas por la Gerencia Regional de Salud en su Plan de Humanización Pandemia COVID-19 o cuentan con un protocolo de humanización propio para permitir televisión en abierto, entrega de mensajes, que los pacientes tengan objetos personales, actividades de entretenimiento, que los críticos, ante una muerte próxima, puedan estar acompañados, y que en casos especiales -de niños o personas dependientes, durante el parto- tengan cerca la mano de un familiar, ya que los centros están cerrados a las visitas.
Algunos como el Río Hortega no han agotado aún la imaginación, como tampoco ha ocurrido, por ejemplo, en el Complejo Asistencial de Soria; en el Clínico Universitario de Valladolid, con su proyecto ‘Persona. No estás solo’; en el Complejo Asistencial de Salamanca, donde se recogen y se distribuyen cartas, se reparten libros y hasta se ha creado un manual de acondicionamiento físico durante la hospitalización, como también ocurre en el de Burgos.
Regimiento de voluntarios
El Río Hortega fue de los primeros en fijar sus propias medidas frente a un virus que llegó y lo trastocó todo, menos la magia del cariño que arranca sonrisas y también lágrimas. Estos gestos salieron y salen tras jornadas maratonianas apoyadas por la ética, el respeto, la compasión, la humildad, la calidez y la excelencia moral de los profesionales sanitarios.
Salen de un regimiento de 40 voluntarios del centro, entre jefes de servicio, médicos adjuntos y residentes que acuden al hospital o incluso se quedan al finalizar una guardia todos los fines de semana y festivos para realizar llamadas y videollamadas a los familiares, explica Villarcorta.
A lo largo del mes de enero se han hecho más de 1.000 llamadas durante los fines de semana para diminuir la angustia de las familias que están esos días sin recibir información. Recuerda que hubo un fin de semana que se hicieron hasta 300. “Había poco personal e hice un llamamiento, y vino gente saliente de guardia o en su único fin de semana libre”. Destaca la generosidad del personal, que “está agotado”, pero que saca fuerzas de donde no las hay para una labor que también tiene su recompensa: “Estaba muerta, pero salgo feliz. Creo que he hecho más que en la última semana”, le indicaba una compañera. “Y es verdad. Nos han dado mil veces más de lo que hemos podido aportar”.
Acompañar en la muerte
Junto a estas llamadas de apoyo, y tras la suspensión de las visitas, el Hospital ha decidido permitir el acompañamiento en el momento final de la vida, algo vital para la persona que muere, pero también para que sus seres queridos puedan despedirse y poder realizar su duelo.
“Durante la primera ola, los pacientes COVID-19 no recibían visitas y morían solos, y no se les podía casi ni despedir. La gente ha hecho muchos duelos patológicos. Es tremendo que ingresen a tu padre, despedirlo en la puerta de urgencias y la siguiente noticia que tienes es que se ha muerto”, narra.
“Ahora, al menos, hemos conseguido que la gente no muera sola” a lo largo de un proceso de cambios y nuevos circuitos, del que han aprendido mucho para implantar medidas que han llegado para quedarse, como la necesidad de que la información clínica sea diaria; que exista contacto con la familia y prestar mucha atención a la parte humana.
“En la primera ola, hubo muchos pacientes que se estaban dejando morir en las plantas; gente mayor que llevaba tres semanas ingresada, sin contacto y que gracias a las videollamdas revivieron. Los internistas nos decían ‘a este hombre lo habéis regado, es otro’. En esas situaciones se ve lo importante que es el cariño de los tuyos para poder seguir adelante, o para decir, pues si esto es lo que me queda pues…”.
Pequeños gestos
Durante la primera ola, ya en marzo, el Río Hortega creó un protocolo de información y apoyo psicoemocional a familiares de pacientes COVID-19, para que desde Urgencias se estableciese el primer contacto con los familiares manteniéndolos informados de la evolución del paciente. Si el destino era el ingreso, previamente al traslado a hospitalización contactaban con la familia para indicarle la unidad, así como el teléfono de contacto de ésta, facilitándole el seguimiento.
En aquel momento, surgió un grupo de humanización constituido por más de 35 enfermeros, fisioterapeutas, médicos residentes y médicos adjuntos, que se encargaba de dar información a las familias en apoyo a los equipos de atención clínica. Desde el 8 de abril el grupo estuvo realizando llamadas a las familias de pacientes COVID-19 durante los siete días de la semana para darles apoyo, recoger las necesidades y hacerles llegar sus deseos a los pacientes.
La labor de los fisioterapeutas “fue especialmente importante para dar impulso a este proyecto”, en un momento en el que todo era “miedo, desconocimiento e incertidumbre con respecto a la enfermedad y sus consecuencias”. “Todas las tardes se ponían el EPI y en el horario de visita entraban en las habitaciones de los pacientes COVID para hacer videollamadas a los familiares, charlar, ayudarles a merendar y hacer fisioterapia”. Además, estos profesionales confeccionaron dos vídeos de ejercicios que se colgaron en los cabeceros multifunción de las camas, para que los pacientes hiciesen los ejercicios cuando ellas no estaban, lo que ha evitado, añade Villacorta, algunos pacientes tuviera que acudir a centros de convalecencia por las secuelas motoras tras la infección.
12 meses, 12 causas
El centro también cuenta, desde el inicio de la pandemia, con un programa de apoyo psicológico para el manejo de la ansiedad y el estrés, que recae en el Servicio de Psiquiatría para el manejo de la ansiedad, así como un programa de mindfulness online para tratar los efectos de angustia y estrés por la sobrecarga laboral en los profesionales.
Además, con el objetivo de que los profesionales interioricen que la humanización es cosa de todos, se ha creado un Decálogo de Humanización, un ‘doce meses, doce causas’, que quiere poner de relieve que “la dignidad de los pacientes es cosa de todos” y que con gestos sencillos se puede aportar mucho, desde presentarse y llamar al paciente por su nombre y mirarle a la cara, a escucharle, respetar sus deseos, opiniones y deseos, y también sonreír, “la mejor terapia”.