El doctor Ángel José Gallardo lleva 37 años dedicado a la Atención Primaria y es uno de tantos sanitarios que han estado al pie del cañón durante casi este año de pandemia. Con miedo, pero con respeto y en su sitio, como el soldado que no huye en la batalla y se enfrenta a su destino con la satisfacción de haber cumplido con su trabajo. Ha vivido muy de cerca la crueldad del Covid desde su consulta del centro de salud Rondilla I de Valladolid en la que lleva 25 años, pero con el ‘hándicap’ de tener que diagnosticar desde la distancia, sin ver al paciente y con una dificultad añadida: dar soluciones por teléfono. Sin embargo, antes de todo esto “al ver entrar al paciente a la consulta ya sabíamos cómo estaba”, añora Ángel.
A esta labor tediosa de contactar por teléfono con los pacientes se suma una gran carga asistencial y, por contra, el abandono de otras patologías como la diabetes o la hipertensión. Ahora estamos inmersos en una tercera ola más intensa en pacientes, con familias enteras contagiadas por juntarse en Navidad, pese a que no estábamos recuperados del todo: “No hemos sabido minimizar los riesgos y ya estamos lanzados en otra ola”, lamenta el doctor Gallardo. En su opinión, tendríamos que bajar excesivamente la incidencia acumulada para después tener una ola que no suba.
A pesar de que en el horizonte de Castilla y León se vislumbra una mejoría, la situación de los hospitales es muy complicada e insiste en que “ya no pueden dar más de sí”, ni tampoco los profesionales de los centros de salud, que se han apoyado “como hacía tiempo que no se hacía”, y es que, ante el contagio de un sanitario, todo se vuelve caótico.
Un panorama desolador que es palpable también en la clase política porque “no vamos en la misma dirección”, asegura este médico de familia. Asistimos a la lucha de unos contra otros y autonomías enfrentadas dirigidas por políticos que “en cuanto ven la más mínima posibilidad de tomar decisiones, se escapan”. Resignado, confiesa que podríamos aprender mucho de esta situación, pero la realidad es que “no tenemos gobernantes responsables y serios”.
Y tras vivir este cuento de nunca acabar, este ‘déjà vu’ difícil de abandonar en el día a día, la vacuna aparece como la mayor bocanada de oxígeno para los sanitarios y el único rayo de esperanza real entre la población. También para los centros de salud, donde la vacunación permitirá en un futuro poder dar un salto hacia adelante y aumentar la consulta presencial. De momento, augura Ángel, las mascarillas y las medidas higiénicas seguirán en nuestras vidas durante este 2021, incluso puede cambiarnos los hábitos: “Si no ha habido enfermedades respiratorias, habrá que mantener las medidas para que en invierno no tengamos esas epidemias que también mataban enfermos”, destaca.
Pero volviendo al sueño de la vacuna, a Ángel se le hizo realidad el 15 de enero, cuando le inocularon la primera dosis de Pfizer, un momento histórico para el recuerdo que vivió embargado por la ilusión y por la tranquilidad que aporta. Posteriormente, el 5 de febrero llegó la segunda dosis. El facultativo reconoce un episodio de fiebre y dolor de cabeza tras recibir la primera dosis, mientras que en la segunda no ha tenido efectos secundarios: “Un dolor soportable pero no es tan banal como la vacuna de la gripe”, apunta.
En relación a las vacunas que nos llegan a cuentagotas, Gallardo lamenta profundamente que en España no haya ninguna fábrica de vacunas humanas, lo que hace que estemos “mendigando” y por ello cree que debería hacernos recapacitar y aprender para no tener que depender del exterior para todo. En la actualidad asistimos a una guerra de los laboratorios por ganar dinero que no tiene límite, asegura: “Pfizer se permite el lujo de jugar con toda una Europa y le importa poco perder ese mercado, porque sabe que se las vende a otros países con más dinero”.
Lamentablemente, pese a que estamos a merced de esos laboratorios, España se ha marcado un reto que se adivina complicado: tener vacunada al 70% de la población antes del verano. Un desafío que lograríamos si Castilla y León recibiera 174.000 dosis semanales, como explicaba recientemente la consejera de Sanidad, Verónica Casado. Este médico, gran defensor de la vacunación masiva y a la par optimista, confía en que si se consigue un volumen importante el sistema sanitario tiene recursos para organizarse y poner “muchas vacunas en poco tiempo” para romper la dinámica actual, ya que poner vacunas puntales “no soluciona nada y después de esta tercera ola vendrá una cuarta y una quinta…”.
Lo cierto, como dice, es que es un tira y afloja continuo. Se imponen restricciones y baja la incidencia; aflojamos y sube. Pero ese control se puede romper en cualquier momento porque estamos tensando mucho la goma, advierte el médico de Atención Primaria: “Se puede romper el hospital, los profesionales o la gente porque se agote y no vea salida”. Aludiendo a tal cansancio y ante medidas que son “parches”, Gallardo apuesta por que, si nos dieran las dosis necesarias, España estaría capacitada para cumplir con ese reto a través de vacunaciones masivas: “Hay que apostar por las macrovacunaciones organizadas como hacen otros países, tenemos los mecanismos y una cascada de posibilidades e información para hacerlo”, destaca. Los profesionales sanitarios pueden aportar mucho en su desarrollo, pero no pierde la ocasión para criticar que en muchas ocasiones los sanitarios “somos los últimos en recibir la información. Nos ordenan cómo hacer las cosas, pero no nos piden opinión”.
Incluso, con este sistema masivo se conseguiría llamar al 100% de la población, frente a las vacunaciones en centros de salud que se limitarían a su población, dando así cabida a otros colectivos no regulados como pueden ser los ‘sin techo’ porque “tenemos que trascender y ofertar la vacunación a todos, es un tema de salud pública. O lo conseguimos o todo el esfuerzo no servirá para nada”, concluye el doctor Ángel Gallardo.