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Premios CyL | José Luis Alonso Coomonte: “Cuando sea famoso y rico, por ese orden, buscaré un banco en el más allá e invertiré en el limbo”

18 abril, 2021 18:16

Juanma de Saá / ICAL


Aunque le quedan apenas siete semanas para cumplir 89 años, José Luis Alonso Coomonte (Benavente, Zamora, 1932) sigue haciendo obra a buen ritmo porque su alma se lo exige. No presume de ello pero es diferente a los demás, no tanto por su extraordinaria forma de entender el arte como por su modo de interpretar la realidad y de vivir una vida plena, a su aire, sin que los formalismos, la gloria ni el dinero marcaran el terreno que pisa.

Desde que le concedieron el Premio Castilla y León de las Artes, el teléfono suena continuamente pero José Luis encuentra un hueco para atender las entrevistas. Un banco en la plaza de Antonio del Águila, entre árboles y flores y protegidos por la Catedral de Zamora y el edificio del Consejo Consultivo es un lugar magnífico para charlar, incluso con la dichosa mascarilla. La chispa de su creatividad luce constantemente, también cuando habla. Una paloma sale volando, asustada, y ni siquiera es necesario formular la primera pregunta.

Mira la paloma. Yo hice una obra que está medio perdida, que se titula ‘La manipulada paz’. Era una jaula con bombas convertidas en palomas. Esa jaula estuvo en una exposición que fue por todas las ciudades importantes de Castilla y León. El director era un médico, un hombre fantástico, siempre me presentaba en la televisión y me decía: es el artista vivo que queda mejor que hay. Hombre, dije, me vas matando poco a poco. Pues se me murió el hombre. Un encanto. Bueno, pues esa obra estuvo en el monasterio del Prado. 

Ahora hay otra más importante, que es ‘Amables vientos de Castilla’. Y aquella obra parece que no estuvo muy bien. ¿Sabes dónde estuvo? En Las Edades del Hombre en Salamanca, frente a los tapices geniales del siglo XV que tenemos aquí atrás de la Guerra de Troya y Tarquino. Estuvo al lado porque en las Edades del Hombre era un contrapunto. Esa obra, ‘La manipulada paz’, era estupenda. En las guerras todos son perdedores, nadie gana; pierden todos, unos más y otros menos, pero pierden todos.

¿Me cuenta la historia del pomo con forma de huevo de ese bastón?


Lo del pomo del bastón es lo de menos. Es un huevo, tal cual, comiéndome primero el huevo, frito o como quieras, me quedé con la cáscara sin romperla -te voy a volver loco- y, entonces, hice un molde de silicona y he hecho huevos de estos de todo tipo, o sea, con cosas dentro. Pero yo tengo una colección de huevos como Dalí. Tengo de bronce, de piedra, de todo. El huevo es como un asteroide, es una maravilla el huevo. Claro, que muchos ahora no quieren de origen animal y esto es de origen animal.

¿Cuántos cientos de panes bregados de Coomonte hechos en yeso habrá repartidos por el mundo?

Bregados tiene que haber muchos porque hay un panadero que lleva la familia Coomonte. Yo soy de familia de panaderos y de carpinteros. ¿Cuántos panes? Tú ya sabes lo que pasó con los panes, la historia. Te voy a volver loco, hala, ya que preguntas. El pan es poesía, arte y naturaleza. Saliendo del Lago de Sanabria, sin dinero, en un 4 Latas, me marché a Cartagena a hacer una fuente en la Manga del mar Menor porque tenía que hacer una fuente con cristales, preciosa, una cosa de cuento. Salí sin dinero.


¿Alguna vez le ha dado importancia al dinero?

La verdad es que no. Nunca le he dado importancia al dinero y me lo han quitado siempre pero no pasa nada. Tampoco he sido nunca pobre. Desde luego, nadie puede con el cerebro. Eso es muy íntimo. El cerebro es intocable, la sesera, estupenda. Bueno, salí y compré en Mombuey panes con el dinero que tenía y paraba en las gasolineras a poner gasolina al 4 Latas y cuando ponían decían: pero si está lleno. Ya, bueno, no lo sabía. Toma, un talón de ‘Traveler-cheques’ de mil y, del talón, pues me tenían que devolver casi todo y así fui haciendo dinero para todo el camino. Y decían que regalaba panes. La hija de José Luis Pecker, un colega tuyo, amigo mío, se enteró de aquello e hizo un reportaje estupendo sobre el pan. Además, redondo, la hogaza, nada de barritas. No es que les tenga manía. Me da igual, pero lo redondo me encanta. Y, claro, me hice famoso con los panes. Y, después, he hecho panes, de los lechuguinos, para regalar a gente que venía a dar conferencias aquí a Zamora. Y ahora, en la exposición (en el Museo Etnográfico de Castilla y León) hay panes de escayola.

¿Habrá algún artista que haya regalado más obra que usted?

No, no. Estoy seguro porque conozco a todos. (Risas). Ya que lo mencionas, nadie ha salido del estudio sin que le dé algo. Hay cosas en el estudio que nadie las ve. Por ejemplo, unos peces que compré, los congelé -eso sí que es absurdo, ¿eh?- y, un buen día, dije: ¿Qué hago con los peces congelados? Me los voy a sacar para comérmelos o los descongelo en el estudio. Tenía hambre, estaba solo… Me los hago ahí, en la chimenea en una sartén pero, primero voy a hacer un molde. Y tengo los peces en hilera, en una tablilla que hice como lo del huevo. Hice una huella en barro, preparé, la pasé a resina, lo patiné y ahí están los peces pero me los comí. O sea, se han ausentado de vida los peces, se han ido a mi estómago y, de vez en cuando, pues me deben de hablar.

Dicen que muy pocos escultores en el mundo han tratado el hierro como Coomonte.

No, no. Ha habido mucha gente: Chillida, Oteiza, Martín Chirino… Lo que pasa es que hace poco, en una charla, hablé de que el hierro se va a acabar y hubo un aficionado que me quiere mucho y dijo: pero, Coomonte, ¿cómo que se va a acabar lo del hierro? Pues porque ahora viene el hierro chino tratado en frío pero no en escultura y tal. Dice: Ya, ya, ya… Y, entonces, ¿qué vamos a hacer? Dije: Comer lentejas. (Se nota cómo sonríe abiertamente tras la mascarilla). Yo tengo mucho sentido del humor pero cuidado, que soy muy serio con la obra. Y muy respetuoso.

¿Sigue lamentando saber retorcer el hierro pero no saber hacer un árbol que dé manzanas?

Sí. Es que la naturaleza es increíble. Pero si estoy anonadado… Esos árboles de ahí no son míos. Esas flores… Mira qué flores: en color berenjena; en blanco, que parece nata, en verde… La naturaleza está haciendo cosas por mí. Todo el día está sorprendiéndome. Y digo: ¡Qué obra más maravillosa! Viendo estas flores y estos árboles, esa campana y ese pájaro, recuerdo que no volverá a pasar dos veces, como diría Heráclito. Pero debemos tener un respeto, porque la Tierra es dueña de sí misma. La Tierra no es de nadie.

¿Ha sido alguna vez vanidoso?

Yo creo que sí, hombre. De joven ya era un tipo que caía bien.

¿A ellos y a ellas?

A ellos, sí. Pero a ellas… Je, je, vamos a dejarlo en una paella. Mira, hay una frase que vengo diciendo pero no sé si entiende. Yo he tratado, hace ya mucho tiempo, desde los años 60 para acá de recuperarme de mis éxitos y de mis fracasos.

¿Cuáles fueron esos fracasos?

Mis principales fracasos son dos: uno, ella; otro, otro y son culpables los dos. Uno, porque deja y otro, porque deja que se aprovechen. Soy una persona que no valoro eso, Juanma. Yo vine como muchos, sin elegir y, posiblemente, he tenido la suerte de un pan bajo el brazo y me voy a ir.


¿De trigo o de escayola?


De trigo, de trigo. Y lo puedo hacer por el camino. Los fracasos, es igual. Yo tengo suerte, por qué no. Los premios, también. El premio de Salzburgo y, después, tuve un premio que muchos no lo saben, en Valladolid, que era ‘El anillo del obispo Acuña’. Está metido en un banco por ahí. Pesa 100 kilos, mide un metro por un metro por un metro. Hierro forjado, piedra y madera: tres materiales.

¿Cuál fue su referente en hierro?

Hombre, Chillida. Siempre me favoreció en todo, me quería mucho y la exposición de la bienal de Salzburgo fue él quien le dijo al comisario, Luis González Robles, que hay uno que está en un pueblo, en Benavente, y la hice en Benavente y leyendo a Nicolás de Cusa. He leído mucho. Ahora estoy medio ciego y tengo unos libros… No veas qué libros.

¿Qué está leyendo ahora?

No puedo leer nada. Pero tengo un cerebro del copón. Me leen algunas cosas. Yo tengo un cerebro privilegiado para crear lo que quiera, esculturas sin hacerlas. A alguno le he explicado cómo es la escultura y la ve.

Se acaba de inaugurar su obra ‘Homenaje a los poetas’, que mide más de siete metros de altura. ¿En qué trabaja ahora mismo?

Ya te diré. (Risas).

Al menos, el material. ¿Resina, barro, piedra, madera? ¿Está pintando?

Con todo, hombre. Ya irás viendo. Tienes que salir y darte una vuelta por ahí. Me tienes que llamar para hablar de lo que no se habla.

Podemos hablar ahora mismo.

No, hombre. Ahora, no. Puede ser de ‘El paraíso perdido’ se expuso el árbol que ahora hay en la exposición y estuvo con el libro ‘El paraíso perdido’, de John Milton, y con dos piezas de aquí, de la Catedral, Adán y Eva y el ángel que les echa del Paraíso. El mundo es genial. Cuando sea famoso y rico, por ese orden, buscaré un banco en el más allá e invertiré en el en el limbo. ¿Saldrá rentable?


Con el paso de los años, ¿tiene más ganas de hacer preguntas?

Siempre tengo preguntas. Cuando se vaya la primavera, se va no sé dónde. ¿Dónde van esos colores? ¿Dónde van esas hojas? ¿Dónde van las cosas? ¿Dónde va la gente ahora, con las mascarillas?

Podría hacer alguna obra con la mascarilla como inspiración.

Hombre, desde luego, el tapón este que nos ha dado el virus, la verdad es que es ingrato. Sin advertir, ni nada. No merece obra.

¿Qué proyectos tiene próximamente?

Querría dar charlas muy raras, muy difíciles y muy interesantes. Tengo que dar charlas sobre los ángeles, esos que vuelan y están en los retablos. Yo los entiendo en otro lado. Los entiendo en el cerebro y en mi vida. Me han sacado siempre de todos los apuros. Quiero dar una charla sobre los ángeles, aunque no creo en ellos. En la exposición hay un ángel. Fíjate que no tiene pies porque tiene alas. Y yo tengo el ángel de Guarda (Portugal), que me dieron de ibérico, que no tiene los pies. Mi hermano, que se ha muerto hace unos meses, se llamaba Ángel y era como un ángel; era mayor que yo. Y en la tumba tiene un ángel blanco. ¿Me entiendes? Y tú sabes que la escultura esa de Luz y Vida, la de las lágrimas, es un homenaje a los ausentes, a decir que les recordamos. Yo recuerdo a mi madre, recuerdo a muchos amigos que se han ido y todo. Fíjate, que yo creo que me voy a recordar hasta de mí… Fíjate lo egoísta que soy.


¿Cómo recibe el Premio Castilla y León de las Artes?

Con sorpresa, ya, con esta edad.

No sea modesto.

No, no, no. No pasaba nada por no dármelo., Yo seguía siendo de aquí, natural y todo. Fíjate si digo cosas. Otro día te voy a coger y te vas a estar conmigo varias horas, cuando podamos ir al estudio. Cogeremos los pies y los metemos en un arroyo y ahí estaremos charlando. Pero a mí me más gusta hablar de lo que no se habla, toda la rutina de la vida, porque hoy estamos en un momento que, a mí, me defrauda un bastante. Ya sé que hay comodidad, hay de todo pero, hombre, es que la Tierra la tenemos que respetar. Somos muy egoístas y unos consumidores terribles. No sé si consumimos más de lo que se fabrica o se quiere fabricar más de lo que se consume.

Además de escultor ibérico, como le dicen en Portugal, es escultor ecologista.

Cuidado. A Matías Prieto, que murió sin relevo, le preguntaban por qué se oxida el hierro en la parte baja de las rejas? Y él decía: porque la Tierra reclama lo que es suyo. Y la Tierra nos pasará factura. No sé a qué generación. Agustín García Calvo decía que para morir vale cualquier sitio y para nacer, también. Somos semillas, producto de un semillero. Si no lo entiendes, te lo pongo en unos folios.