Visitamos la residencia asistida de personas mayores “La Rubia”, en la carretera de Rueda. Allí reside desde hace dieciocho años nuestra protagonista, que ayer cumplía 107 años. Está tan telenda, y se salvó del Covid- 19. Ha pasado por tres guerras y ha parido a seis hijos.
Cuando Flora Monzón nació en la vallisoletana Velliza, los cañones de artillería atronaban a media Europa. Era la Primera Guerra Mundial o la Gran Guerra. Luego vendría la Segunda Guerra Mundial y nuestra Guerra Civil. Tuvo seis hijos de los que viven dos; once nietos, doce biznietos y catorce tataranietos.
GALERÍA DE FOTOGRAFÍAS: NATALIA CALVO
La más que centenaria amciana mantiene aún el genio y el temperamento que siempre le caracterizó y se arranca como una becerra brava cuando la contradicen. Al cumpleaños, que coreó parte del personal de la residencia, acudieron uno de sus hijos (Jacinto), su nuera (María Gómez) y uno de sus nietos (Juanjo).
Flora nació en Velliza, pero se crió en Madrid con unos tíos tras morir su madre. Su hijo le preguntó algunas cosas sobre aquella etapa y recordaba que llegó a Madrid cuando contaba seis años de edad. Volvió a Valladolid en plena juventud y conoció al que sería su esposo, el peñafielense Jacinto Melero con quién, con 20 se casó en 1934.
Un hombre pequeño de estatura, pero grande de corazón y también con carácter como mi madre -nos refiere su hijo-. Primero nació Emilio, nuestro hermano mayor, quien murió a los cinco años. Mi padre -prosigue Jacinto- fue albañil toda su vida laboral y mi madre siempre se dedicó a criarnos y nunca trabajó, salvo en una etapa que estuvo limpiando escaleras porque había que llevar más pan a casa.
Durante la guerra, Flora se traslada de nuevo a Madrid con su hijo Emilio, mientras su marido hizo la guerra en servicios auxiliares, ya que por corto de talla se libró del frente.
Tras la guerra, el matrimonio se reencuentra y se instala en el vallisoletano barrio de “La Pilarica” hasta que su esposo cae enfermo y ambos se fueron a una residencia de Mojados. Un año más tarde fallece su esposo, -de tristeza y angustia, nos dice su hijo porque siempre fue reacio a las residencias- y hacia el año 2003 Flora se cambió a la residencia actual, donde convive con otros 250 ancianos.
Durante nuestra visita a la residencia para el reportaje, intentamos en vano charlar con Flora quien unas veces nos respondía razonando y otras se arrancaba con genio diciendo: “pero, ¿Quién eres tú y por qué tantas preguntas? En otros momentos se ponía a llorar de la emoción y se acordaba de sus hijos. En fin, todo es comprensible cuando se llega los 107 años de vida. Al final, Flora nos estrechó la mano en señal de despedida.
Agradecemos la deferencia de varias responsables de la residencia en las personas de Alicia, Olga y Raquel, además de nuestra colega, Susana Cañizo, responsable de comunicación de la consejería de Sanidad por facilitarnos nuestra labor.
Les ofrecemos una amplia galería de nuestra colaboradora gráfica taurina, Natalia Calvo quién, en esta ocasión, cambió las plazas de toros y tentaderos por este reportaje lleno de vida y de calidad humana. Y es que Natalia trabaja en esta residencia. De ella partió la idea del reportaje.