Castilla y León

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Sociedad

Recordando a Roberto Domínguez

20 mayo, 2021 19:17

“La palabra árabe baraka o barakah (بركة) significa «bendición» divina. Se emplea en francés y español con el significado de «suerte providencial». En sentido coloquial se dice de alguien que tiene potra (afortunado)”.

Pero en el caso de Roberto Domínguez, la “suerte providencial” o “potra” no le vino por el arte de birlibirloque. Se lo ganó y a pulso. Y le costó sangre, sudor y lágrimas hasta que llegó 1987; el año de romper los maleficios que le habían impedido llegar a lo más alto del toreo. Y en cinco años se retiró con el sueño cumplido.

Lo cuento en mi libro Roberto a secas, que salió a la luz hace casi treinta años, justo cuando el diestro vallisoletano decidió retirarse del toreo en Las Ventas del Espíritu Santo un 12 de octubre de 1992. “Santitos, -me dijo- mira a ver lo del libro que a finales de temporada lo dejo”. Y lo dejó para siempre.

Sólo se vistió de corto unas cuantas veces. Entre ellas una en Valladolid en (1999) para homenajear a su tío Fernando, y otraen Vista Alegre (2001) para hacer lo mismo con su fiel mozo de espadas, Juan Gómez Bejarano.

Antes, hasta llegar a 1987 que lo apodera Manolo Lozano, había sido un torero de “media tabla”, según se definía él mismo en El País en 1985 porque nunca pasaba de la mitad de la tabla de actuaciones de cada año. Estos toreros -citaba el rotativo- necesitan alcanzar el triunfo en la plaza de Las Ventas para poder remontar hacia las alturas de la clasificación. "De lo que resulte de mis dos tardes en la feria", dice el espada, "depende el futuro de mi temporada y el poder salir de mi situación de torero de temporada media".

El año anterior (1984) había toreado tan solo 18 festejos. Y en mayo de 1983, un accidente de moto le dejó parado toda la temporada, y por ende sin poder hacer el paseíllo en Las Ventas. Curiosamente fue sustituido por Yiyo, que había quedado fuera del abono y el triunfo de esa tarde le sirvió para un radical ascenso en su carrera.

En 1986, regresando del “exilio” inglés por el año sabático que se había tomado, se pasa por Zaragoza donde esa tarde toreaba Ortega Cano, cuando el cartagenero se encontraba en la cima de la cumbre y lo apoderaba Manolo Lozano. El veterano taurino le “tira los tejos” a Roberto, y al año siguiente arranca lo que sería la ascensión irresistible del diestro pucelano que duraría cinco años, hasta su retirada.

Pero un lustro lleno de plenitud que se inicia en la miniferia de San Pedro Regalado de 1987, donde Roberto corta tres orejas en su reaparición televisada por TVE, cuando la televisión pública tenía fuerza taurina. Y acaba como hemos comentado en Las Ventas en octubre de 1992.

Miuras, victorinos, murteiras, cebadagagos, cuadris, palhas…y también de las conocidas ganaderías comerciales. Torea de todo en estos cinco años, hay cornadas, lesiones y sufre una lesión en la espalda que le mortifica cada tarde.

En 1990 llega el año cumbre con 100 corridas a sus espaldas, llegando a actuar en Las Ventas cuatro tardes ese año.

Un año antes le birlaron la Puerta del Príncipe en una faena cumbre de la feria de otoño. Y al año siguiente Canorea lo deja fuera del abono. “Estos son lentejas…” le dijo el empresario manchego. En 1990, don Diodoro tuvo que reconocer la posición de Roberto y lo contrató dos tardes en “farolillos”.

Tras su retirada en 1992, el vallisoletano se dedica a sus negocios y a su finca ganadera de Extremadura. Había comprado una punta de vacas de Jandilla por la vía de su amigo Daniel Ruiz y con ello busca el entretenimiento. Y en 1998, su amigo Fernando Fernández Román, que entonces retransmitía a través de la plataforma Vía Digital, lo incorpora a las retransmisiones taurinas con un éxito arrollador.

Y en 2003 se incorpora al campo del apoderamiento nada menos que con una figura y mandamás del toreo como es El Juli. Un compromiso importante que Roberto asume con auténtica profesionalidad. Durante once años Roberto mantuvo y agrandó la historia de este figurón del toreo, imponiéndose a empresarios con fuerza por defender los intereses de su poderdante. Más de un enfrentamiento le costó al pucelano mantener el pulso con alguna clase empresarial taurina.

Tras unos años dedicado de lleno a sus negocios, hace unos meses, en plena pandemia, saltó la noticia: Roberto Domínguez nuevo apoderado de Roca Rey. Fue, sin duda, un bombazo informativo. Con el joven diestro peruano ha debutado el pasado 15 de mayo en Córdoba, donde cortó una oreja y perdió las otras por la espada. Y ayer mismo en Vista Alegre, Roca Rey se erigía en triunfador absoluto en una tarde de percances graves. Mi amigo Gonzalo Santonja titulaba su crónica en nuestro digital: “Rey de Roca, cumbre de ley”.

Así pues, Roberto Domínguez tiene baraka, pero él y sólo él la ha buscado desde que su tío Fernando lo inició en el toreo cuando hacía el bachillerato en el Instituto Zorrilla de su Pucela natal.

Aquel chaval de 16 años recién cumplidos, que se vistió de luces por primera vez en Lorca un 12 de marzo de 1967, con resultado desastroso, volvería de nuevo a Lorca, ya con la vida solucionada, un 27 de septiembre de 1992 para matar una de Miura y cortarle una oreja.

El año que viene, Roberto cumplirá 50 años de alternativa: 21 de agosto de 1972 en Palma de Mallorca. Pero les aseguro que está como un junco. Vamos, que podría reaparecer emulando a Pedro Romero o a nuestro Andrés Vázquez. Alguna asociación cultural taurina de la provincia está pensando en un homenaje por todo lo alto para conmemorar esta fecha donde Roberto se hizo matador de toros.

Baraka, sí, pero como sentenció el abogado y político norteamericano, Frank A. Clark: es difícil detectar la buena suerte, se parece mucho a algo que te has ganado.