Javier A. Muñiz / ICAL
El director del Colegio Mayor Nuestra Señora de Guadalupe de la Universidad Pontificia de Salamanca, Javier Mérida, participa en la publicación de ámbito nacional 'Las novatadas. El Maltrato como diversión'. La obra, pionera en la temática, recoge diferentes experiencias e investigaciones académicas de varios profesionales que trabajan cerca de la problemática y conocen las consecuencias derivadas de las acciones que lesionan los derechos individuales. En ella se aborda no solo el fenómeno de las novatadas, sino su justificación, su historicidad, costumbres, efectos, secuelas, conflictos psicológicos y sociales, así como problemas culturales y de género que derivan de estas acciones. En una entrevista con la Agencia Ical, Mérida, con experiencia al frente de dos importantes residencias salmantinas, profundiza en la necesidad de erradicar esta conducta a partir de un nuevo marco normativo, en medio de la tramitación de una Ley de Convivencia Universitaria que promete poner coto a esta actividad tan arraigada en la ciudad universitaria por antonomasia.
¿Cómo se gestó su participación en esta obra?
Estuve en el año 2018 en un congreso sobre novatadas universitarias que hubo en la Facultad de Geografía e Historia. Era de carácter multidisciplinar, con personas de diferentes ámbitos docentes e investigadores de distintas ramas del conocimiento. Al final, esta es una cuestión transversal que nos afecta a todos. Y uno de los ponentes era Ignacio Fernández de Mata, el coordinador de esta publicación. Yo siempre he estado muy comprometido con la erradicación de las novatadas. Los directores que hablamos tan abiertamente de esta cuestión no nos prodigamos mucho porque tenemos un sentimiento de autoprotección, por un lado, y también de proteger a las instituciones que representamos. Es un tema polémico. Cuando arranca el curso es algo para estar muy tenso porque no hay unos causes institucionales asentados.
¿Qué importancia tiene la tramitación de la nueva Ley de Convivencia Universitaria?
Cuando una persona recibe una novatada, no sabe qué hacer ni a quién dirigirse. No está lo suficientemente divulgado ni procedimientado. Realmente, al final todo se queda en una especie de mediación. Y eso es por culpa de que no existe una normativa nacional que obligue a todas las universidades. Ni para eso, ni para el machismo dentro de las aulas, la falsificación de documentos, copiar en un examen o plagiar un TFG, un TFM o una tesis doctoral.
Ahora mismo hay un vacío legal absoluto porque el actual reglamento, que es de 1954, es los pocos vestigios franquistas que quedan en nuestro ordenamiento jurídico. Nadie se ha atrevido a regular la disciplina dentro de la Universidad, porque normalmente genera mucha controversia en los ámbitos de las asociaciones estudiantiles y demás. Yo, que no reniego de la responsabilidad que tenemos los colegios mayores, reivindico que necesitamos las armas para poder defender un escenario de protección, ayuda y acompañamiento a las víctimas. Pero no podemos inventarnos nada, tenemos que tener las capacidades legales que nos lo permitan.
¿Cómo ha vivido el fenómeno de las novatadas a lo largo de su trayectoria profesional?
Siempre he intentado romper sinergias con este tipo de prácticas. He sido director de dos colegios mayores, una institución pública y una privada, y en ambos he tratado de acabar con cuestiones que fomentan las novatadas sin que creamos, en un principio, que lo hacen. Por ejemplo, en el San Bartolomé eliminé la distinción de las camisetas que se regalaban al principio de curso a veteranos y a novatos. Eran de diferente color y con diferente nomenclatura. Era una manera de parcelar y dividir a la comunidad colegial en dos lugares distintos. Eso fomenta los ritos de iniciación. En este colegio, por ejemplo, hace años también existía 'la purga'. A mitad de curso a los chicos se les sacaba a la calle a hacerles tonterías y bromas. Yo eso dije que eso se acabó. Y en los cinco años que llevo de director jamás se ha vuelto a hacer una novatada dentro del centro. Están terminantemente prohibidas.
¿Cuál es la frontera entre la diversión por la integración y una conducta lesiva entre compañeros?
La coacción y el abuso de poder. Cuando llega ese momento deja de haber integración y hay una sobreposición a otra persona por diversión propia. Otra frontera que también se puede situar es cuando una de las dos partes desiste de la broma y se autodefiende. El problema es saber, en ese momento, hacia dónde se puede dirigir la persona que ha pasado por eso. Es decir, nunca ha habido, por ejemplo, estadísticas sobre el número de denuncias en novatadas que ha habido en las universidades españolas. Jamás se ha dicho, por parte de los defensores universitarios, que se hayan recibido tantas reclamaciones, de ellas, tantas procedimentadas, tantas sobreseídas, tantas absolutorias y tantas condenatorias. No ha habido una transparencia institucional hacia este fenómeno. Y cuando hay opacidad, lo que hay es consentimiento y complicidad.
¿Qué papel están jugando las universidades?
Nosotros, como colegios mayores, somos propiedad de las universidades. Por lo tanto, contamos con el mismo paraguas legal. Y nos llama la atención que el fenómeno ya no es únicamente nuestro. Se ha extendido a las fiestas de las facultades. Ahí es donde yo creo que debería haber procesos formativos de acompañamiento y sensibilización para las autoridades académicas, sean directores de colegio, decanos de facultades o directores de escuelas universitarias. De esa manera, si recibimos una queja, sabremos cómo gestionar el contexto. No todos tenemos que tener la capacidad de empatía y la facilidad para entender que lo que está sufriendo una persona es maltrato, vejación y humillación.
Por eso creo que es bueno que todas las personas involucradas en el entorno estudiantil tengan unas cualidades formativas respecto a cómo controlar este tipo de situaciones. Y todas instituciones se tendrán que corresponsabilizar de lo que ocurre. No de lo que pase en un colegio mayor, pero sí creo que cada universidad tendría que tener un procedimiento interno con todas las garantías, tanto para el agredido como para el agresor. Porque el agresor también tendrá derecho a audiencia, a presentar pruebas y a la legítima defensa. Y, por otro lado, es importante que se pueda proteger a la victima con medidas cautelares si esto ocurre, por ejemplo, entre personas que viven en el mismo edificio. Hay que evitar situaciones de coacción que puedan adulterar los procesos, como unas eventuales amenazas.
¿Es habitual que se tome la medida de expulsar a un alumno por hacer novatadas?
En un centro privado no hay problema porque es una relación contractual. En una institución pública, para que se conserven todos los derechos y libertades recogidos constitucionalmente de la persona acusada, tiene que haber un proceso. Actualmente está reglado a nivel nacional y hay que cumplirlo para que no sea algo arbitrario, pero no porque esté procedimentado. En el reglamento aún vigente hay muchas cuestiones que no se tienen en cuenta porque no existían en 1954. No había problemas de novatadas en esa época o, al menos, la sociedad no estaba tan sensibilizada como para abordarlos.
Realmente, el reglamento está caduco, obsoleto, fuera de contexto y no ayuda a los responsables a abordar este fenómeno y a tomar decisiones con garantías jurídicas. Y esa es la situación a la que nos hemos enfrentado cada inicio de curso. Las novatadas se benefician de la descoordinación interinstitucional. El derecho debe ser coto preventivo, porque solo el conocimiento del castigo puede hacer que un agresor no llegue hasta las últimas consecuencias. Crear un ordenamiento jurídico que vele porque este tipo de fenómenos no se lleven a la práctica es disuasorio.
¿Cuáles son los principales riesgos que entraña esta conducta para las víctimas?
En el libro se trata el aspecto psicológico y las consecuencias que pueden derivar de sufrir una novatada. En primer lugar, las dificultades que te encuentras a la hora de socializar e incorporarte a la vida universitaria. Es un primer frenazo. Los estudiantes, cuando llegan a una universidad donde han decidido entrar para cursar estudios reglados, al final lo que buscan también es un lugar de acompañamiento en un colegio mayor. La frustración que produce llegar a un sitio y comprobar que no es ese espacio de acompañamiento, sino un lugar de hostigamiento en el que hay que buscarse la forma de ser aceptado, puede conllevar una serie de circunstancias, como problemas en los estudios, mala concentración o bajo rendimiento académico. No es nada fácil para una persona que sale por primera vez de su contexto familiar.
¿Cree que tiene algún aspecto positivo desde ese punto de vista de la integración?
Creo que se puede integrar sin vejar ni humillar. De hecho, yo siempre he animado a los alumnos con más de dos años en el colegio mayor a organizar un calendario de actividades para incorporar a los nuevos colegiales. Y supone un requisito para renovar al año siguiente. Así que todas las semanas iniciales de curso tenemos una actividad diaria. Es la manera en que ellos entiendan que, mediante el deporte, el voluntariado, las actividades culturales o las salidas al campo, también se puede integrar. Esas pautas son mucho más efectivas porque se recibe a las personas en un contexto de normalidad, amabilidad, respeto e igualdad. Y luego esas relaciones son muchos más sólidas, duraderas y activas que las que pueden derivar de una situación de agresión, de abuso o de menosprecio.
Que se tire, por ejemplo, huevos y harina a un compañero nunca se ha entendido como un proceso de acercamiento dentro de un paradigma humanístico, sino de rechazo. Hay mantras que se repiten muy a menudo, como "las novatas es lo mejor que me ha pasado en la vida". He escuchado a muchos chicos decir eso, y que se lo han pasado muy bien y que sin ellas nunca se hubieran integrado como se integraron. Pero eso no es cierto. Lo que pasa es que tienen que crear un marco mental de justificación a todo eso para seguir perpetuando el fenómeno. Es la manera en que si uno las ha recibido, al año siguiente otro las tenga que asumir. Conozco colegios mayores en los que todo ese ritual termina como una especie de bautizo en el que se representa que alguien ya es digno de pasar a ser un veterano más. Ese pensamiento es muy diabólico.
¿Cómo definen las novatadas a quienes las ejecutan, especialmente a quienes las lideran, y a quienes las reciben, en función de si las acatan sin rechistar o muestran oposición?
Dentro de las instalaciones del colegio no existe ningún tipo de sometimiento por el simple hecho de que yo vivo aquí con ellos y sé perfectamente lo que se hace en cada momento. Entonces, en el centro yo no veo esa doble vida de la parte agresora y la agredida. Sí es cierto que aquí creo que no se lleva a un extremo que pueda rozar la parte penal o delictiva. Queda todo en un ámbito de degradación de valores. No veo al que está en el papel de agresor en un rol violento. Sí le veo en una situación de empoderamiento. Está empoderado porque él sabe perfectamente que nunca ha habido consecuencias con respecto a esto. Se lo ha contado su anterior veterano, y el anterior y el anterior. Es una tradición oral.
Entre las víctimas veo dos grupos. Aquellos que asumen las novatadas como parte del contexto que les ha tocado vivir, dentro de esta mal llamada tradición. Y luego, veo a aquellas personas que se rebelan contra todo. Tengo que reconocer que en los lugares donde yo he trabajado, estos segundos no han sufrido consecuencias de no socialización. Son personas que se han puesto en contacto conmigo de manera anónima, porque yo se lo ofrezco en cuanto llegan. Y ahí, yo tomo medidas. Pero lo hago de forma cautelosa para que no les genere ningún problema de convivencia y se incida en un estigma como el del 'chivato'. En cualquier caso, en once años que llevo trabajando en dos colegios mayores importantes de la ciudad nunca he visto personas que se queden fuera de la comunidad.
¿Qué alternativas se le ocurren?
Todo el mundo en mi colegio come acompañado, por ejemplo, porque es una de las normas que enseñamos en las jornadas de acogida al inicio del curso. Es parte de ese proceso de acogida bien entendido. Hay que reinterpretar los roles de novato y veterano y los rituales de acogida. Es un detalle del nuevo paradigma de no novatadas. Tampoco hacemos partidos de novatos contra veteranos. Seleccionamos a los alumnos mejor cualificados deportivamente para formar parte de los equipos oficiales del colegio en las ligas del Trofeo Rector y el Trofeo Interresidencias, y mezclamos personas antiguas y nuevas. En ningún momento incurrimos en esa doble parcelación.
Luego intentamos que, de alguna manera, todos los estudiantes tengan algún papel dentro de los órganos de gobierno del colegio o de las comisiones. Es la forma en que, siendo todos partícipes, no se deje de lado a los de la nueva generación. Muchos colegios son muy dados a que ciertos cargos solo los ocupen los veteranos. Desde luego, no es por potenciar las novatadas, sino como una forma de potenciar el poso de colegio mayor, pero, sin querer, se incurre en ese doble rol nuevamente.
¿Cree que es un fenómeno que va a más o que está en declive?
Este año ha sido circunstancial por el tema de la pandemia, pero aquí en Salamanca ha ido in crescendo. Los parques se llenan de jóvenes. La Plaza Mayor también. Incluso, en los últimos años, se ha visto el fenómeno de novatadas en las fiestas de las facultades. Es decir, que ya no son solo de octubre, sino que se prolongan durante todo el curso. En la Facultad de Medicina, por ejemplo, los novatos tiene que ir obligatoriamente disfrazados y los veteranos con bata. ¿Por qué se tiene que obligar a una persona a ir a una fiesta bajo un prototipo de vestimenta y a los demás bajo otro? No tiene sentido. En la Facultad de Biología ponen a todos los novatos en un paredón para tirarles harina y huevos. Y eso es ya bien avanzado el curso. ¿Por qué recurrimos constantemente a la vejación y a la humillación para integrar a una persona que acaba de llegar? Insisto, no tiene sentido.
¿Cuáles han sido los casos más aberrantes que ha conocido?
De manera anónima hemos puesto muchos testimonios en el libro y hemos hecho un relato de novatadas que se suelen hacer. En Salamanca no he vivido novatadas muy graves, pero al ser un libro nacional, hemos contextualizado todos los problemas más lesivos. Por ejemplo, encerrar a un chico en un armario con un radiador, obligar a duchas de agua hirviendo, que pueden generar ampollas y problemas dermatológicos, o conducir hasta una autovía y dejar allí a una persona. Hasta hace poco hemos visto la subasta del novato en el campus de León, donde se vendía a los nuevos alumnos en la vía pública al modo de los esclavos en la Antigua Roma. Cosas que están fuera de cualquier tipo de normalidad y de sentimiento de acogida. Se adscribe más a un sentimiento de venganza. Lo rocambolesco de esto, lo que lo vuelve nocivo, es ese deseo de que los demás pasen por dónde yo he pasado. Esa es la venganza.
¿Qué relación tiene el comportamiento de los estudiantes locales con la mística generada en torno a costumbres importadas de otros lugares, como las populares fraternidades norteamericanas?
Hay una compañera que habla en el libro de cómo a través de la música, el cine y la literatura se han mitificado las hermandades estadounidenses. Lo vemos en las películas. Parece que es entrar en una organización de gran prestigio. Y nada más lejos de la realidad. Yo abordo esa parte de la problemática aludiendo a los informes emitidos por la Universidad de Harvard que ponen de manifiesto que las novatadas suponen más un desprestigio de la marca, que un valor de su emblema. De hecho, se ha creado un comité de expertos para estudiar el contexto que se genera en las hermandades y las conclusiones han llevado al centro a abolirlas, tal y como están estructuradas, incluida toda su simbología y su estética. Todos esos contextos deportivos, simbólicos y de roles, que se generan incluso dentro de los propios equipos, con capitanías y demás, han creado un falso mito de prestigio de pertenencia que lleva a asumir que, para estar donde otros están, hay que pasar por una serie de circunstancias vejatorias y de malos tratos.
El libro también contiene una recopilación de estudios de criminalidad en los campus norteamericanos, que demuestra que hay mayor consumo de alcohol, más violencia en sus calles, más agresiones sexuales y más accidentes de tráfico. Alrededor de ese fenómeno en Estados Unidos se generan problemas graves que afectan a la comunidad universitaria norteamericana. Pero esta resolución que pide resignificar las hermandades ha generado un lobby de oposición porque esas instituciones tienen mucho poder dentro del país, y existe una lucha de fuerzas que aún no ha llegado a decantarse. Hay hermandades que tienen presidentes de Estados Unidos entre sus orlas, o magistrados de los tribunales superiores de Justicia. Todo eso impide que las reformas se puedan llevar a cabo, pero hay universidades que están muy por la labor de erradicar estas prácticas en los campus. Tampoco es que se parezcan estas organizaciones a las de la comunidad universitaria en España, pero sí algunos de los ritos.
¿Conoce la postura de los alumnos respecto a las novatadas?
He recibido llamadas estos días de muchos alumnos dándome la enhorabuena. En su momento no se quejaron ni dijeron nada, simplemente asumieron, pero ahora ven que la línea que yo he llevado estos años es exitosa y comulga con su manera de pensar. Para nosotros lo ideal sería crear un espacio libre de novatadas. Y algunos lo han entendido como tal. Muchos son veteranos, pero atesoran un liderazgo positivo, o bien entendido. En su momento pudieron haber sufrido algún tipo de vejación, de la que yo no he tenido conocimiento, pero solo la felicitación que me han hecho llegar considero que es una enmienda a lo que ellos pudieron sufrir o hacer.
He conocido a muchos alumnos que han tenido una vida aparentemente plácida en el colegio y luego sí me han demostrado, años después, que la acogida, desde su punto de vista, no se hace del todo bien. Eso te lo da la madurez y la capacidad de pensar por ti mismo y no dejarte llevar por lo que la masa dicta. Para eso hay que tener mucha seguridad en lo que tú piensas y mucha autoestima. A veces, amoldarse a lo que ven es la manera de sobrevivir. Y es un error. Instituciones como nosotros tenemos que pautar procedimientos para que la gente que no quiere vivir como la mayoría hasta ahora, por desgracia, pueda tener libertad, movilidad total y la misma aceptación que el resto.
¿Y cómo se lucha contra una costumbre tan institucionalizada en el ambiente universitario?
Hace falta ese paraguas nacional normativo que nos dé armas para ir contra este fenómeno y, sobre todo, seguridad jurídica. Como una manera también de desincentivar al estar penalizado. Son necesarias campañas de concienciación para cambiar los ritos de iniciación en la vida de los colegios mayores, como parte de un sentimiento real de acogida, y no ficticio. Además, falta colaboración interinstitucional, porque lo que pasa en la vía pública es una cuestión de todos, no solo de las universidades. Y eso es muy importante. Tenemos que generar procedimientos que nos permitan detectar, sensibilizar e instaurar una justicia restaurativa. Es decir, tampoco debemos criminalizar al agresor, debemos reconducir su conducta y hacerle formar parte de una buena ciudadanía.