El coronavirus ha dejado, desde marzo, tristeza, desolación y mucho dolor en todos los puntos del mundo y de España en general y en la provincia de Valladolid, en particular. Son, según los datos de la Junta de Castilla y León, un total de 55.320 las personas que se han contagiado en la provincia vallisoletana y 1.183 los fallecidos en hospitales.

Detrás de todos esos contagios y fallecidos hay personas e historias, en ocasiones dramáticas, como la que ha decidido compartir Maite Domingo Nieto, una vallisoletana de 44 años que vive en Medina del Campo, con El Español Noticias de Castilla y León, en un claro ejemplo del mal que puede traer a nuestras vidas este maldito virus.

Maite se contagió al principio de la pandemia, allá por el mes de marzo, y desde entonces no ha podido volver a su trabajo en un supermercado de la Villa de las Ferias, tras casi un año y medio. El COVID persistente le afecta en su día a día y los dolores y el malestar general no desaparecen.

Una pesadilla al comienzo de la pandemia



“Me he contagiado una vez. El 17 de marzo del año pasado fui a trabajar y, al regresar, me tuve que echar en el sofá porque no me tenía en pie. Ahí comenzaron todos los síntomas. Al sexto día fui al hospital, estuve siete horas en observación e iba con disnea, fatiga y perdí el conocimiento hasta en tres ocasiones, una en la ducha y dos en la cama en casa”, asegura Maite.

Esta vallisoletana, que está diagnosticada en la actualidad de COVID persistente, asegura que estuvo tres semanas en el sofá, primero con atrofia muscular, con dolores agudos y con serios problemas para respirar. La PCR, en aquellos inicios de la pandemia un bien preciado y escaso y que llegaba a cuentagotas, no se la pudieron hacer hasta los 34 días. Positivo.

A los 42, otra prueba que “se perdió”, como asegura y, a los 55, la tercera y última, para firmar un negativo que, sin embargo, no sirvió para que se olvidara de un coronavirus que sigue truncando su vida.

“Al salir a la calle, a los 55 días, tuve que empezar a andar. Hasta ese día me iba arrastrando. Fue como nacer de nuevo, empezar de cero. Después sufrí una tromboflebitis y una pericarditis y los síntomas por el COVID-19 seguían, no desaparecían. Tos persistente, dolor de cabeza y muscular… la pesadilla continuaba”, asegura nuestra entrevistada.

Más de un año sin trabajar



Esta sintomatología ha impedido a Maite volver a su puesto trabajo. De hecho, afirma que “se encuentra como si tuviera 40 años más de los que atesora realmente” y que a la hora de hacer esfuerzos “se fatiga rápido” lo que le impide volver a ejercer su labor en el supermercado DIA ubicado en la calle Peñaranda de Medina del Campo.

En la actualidad sigo con fatiga, dolor torácico, tengo presión y dolor agudo en la cabeza y todo es derivado del coronavirus, también la atrofia muscular y molestias en espalda, cuello y cabeza, además de pérdidas de memoria a corto plazo”, añade.

Confiesa que “psicológicamente ha estado muy mal” pero que “ahora se encuentra mejor” porque es una mujer “bastante fuerte” que busca recuperar una vida normal que de momento no puede alcanzar por culpa del ataque constante y persistente del virus.

Desde marzo sin poder trabajar y, desde entonces, con miedo a salir a la calle y hacer las cosas que hacíamos cuando la vida era normal antes de la llegada de esta pandemia.

Mensaje a los jóvenes



En los últimos días hemos sido testigos de un aumento exponencial de la incidencia acumulada a lo largo y ancho de todos los rincones de España. La subida de los contagios, con los jóvenes de entre 15 y 29 años como protagonistas, hace que un acelerón en la vacunación sea necesario en busca de la inmunidad de grupo.

“A los jóvenes les diría que pueden salir pero con precaución. Que intenten relacionarse siempre con los mismos amigos. Eso le transmito a mi hija de 14 años para que no tenga que vivir lo mismo que yo. Que disfrute pero con precaución y con la mascarilla, que es lo que nos queda”, afirma.

Además, pide a las administraciones que a los pacientes con COVID persistente “les tengan en cuenta” y tiene bellas palabras para Carmen, su médica de cabecera, la que le ha ayudado con sus problemas y a seguir adelante.

El covid persistente afecta ya al 10% de las personas que han sufrido la enfermedad y Maite ha visto truncada, hasta el momento, su vida desde marzo. Pero su fuerza y lucha constante seguro que le hacen seguir adelante y vencer al temido “bicho”.