Un tocador, un asiento y varias estanterías componen todo el mobiliario del banco de pelucas de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), que ofrece este servicio de forma gratuita en su sede de Valladolid --al igual que en otras muchas en toda España--. Una sala que deja todo el espacio a las emociones que supone para las pacientes oncológicas recuperar no solo su melena, sino también, en muchas ocasiones, parte de su autoestima.
La caída del cabello es uno de los efectos secundarios de los tratamientos oncológicos, visible ya desde la primera semana de quimio o radioterapia, una consecuencia conocida por los pacientes pero que no deja de enfrentarles a un drástico cambio de imagen. Por lo general, la alopecia desaparece con el tratamiento, y el pelo vuelve a crecer entre los primeros tres y seis meses después de acabar la quimioterapia, aunque, en un 60 por ciento de los casos, el cabello reaparece con algunos cambios en el color, la textura, el grosor o incluso en su forma.
Sin embargo, mientras dure el tratamiento, los pacientes deben llevar su cabeza cubierta, ya que con la caída del pelo, el cuero cabelludo pierde su principal barrera de protección, según recuerda la guía elaborada por la AECC en colaboración con el Instituto Médico Dermatológico. En este punto, existen múltiples opciones, como el uso de pañuelos, gorros o cualquier otro accesorio que permita proteger la cabeza de agentes externos, como es el caso también, de las pelucas, con las que muchas pacientes establecen su primer contacto a través de AECC.
"Son momentos delicados y muy emotivos... requiere su tiempo", comenta a Europa Press Patricia Velasco, una de las trabajadoras sociales de AECC Valladolid, y que ha vivido ya muchas primeras veces en las que una paciente se prueba una peluca. "Aportan seguridad a nivel personal y social porque la caída del pelo supone un cambio de imagen drástica, dura y difícil de asimilar", detalla, ya que, además, implica una transformación también de cara a la sociedad, pues muchas pacientes le transmiten que "salir a la calle sin pelo es evidenciar que hay una enfermedad", aunque "lo importante es verse bien, independientemente de cualquier accesorio".
Por ello, para muchas pacientes, "usar una peluca da seguridad a la hora de enfrentarse al exterior, bien sean naturales o de fibra sintética, ya que, en ambos casos, resultan muy favorecedoras". En cualquier caso, concede Velasco, "es muy positivo tener, al menos, la posibilidad de refuerzo". No obstante, antes de la caída del cabello, se suele recomendar siempre un primer corte de pelo a modo de transición para evitar ese cambio "radical", sobre todo en mujeres con melena larga.
Actualmente, AECC Valladolid cuenta con un catálogo de más de 200 pelucas que han sido donadas a la asociación y que se conservan y desinfectan por parte del personal voluntario. "Tenemos gran variedad y es un servicio con mucha demanda", señala la trabajadora social, quien también explica que "cuando una persona ya no necesita la peluca, la devuelve, pasa por lavado y conservación y se reincorpora al catálogo".
"La experiencia ha sido estupenda", garantiza una de las usuarias de este servicio --que ha pedido permanecer en el anonimato--. "Tenía un evento y no me veía bien entre la pérdida de peso y el tratamiento, así que pasé por la asociación a probarme las pelucas, por tener algo a lo que agarrarme; quería un estilo concreto pero me adapté a lo que tenían y no me quedaba mal", relata, sobre su primera experiencia con este banco gratuito.
"Todo salió genial", asegura, y aunque ya había acostumbrado a su círculo a lucir tocados y sombreros, señala que casi no la reconocían con su nueva melena. "Las pelucas o la ayuda psicológica que ofrece AECC es un acompañamiento emocional importantísimo porque llega allí donde no lo hace la sanidad pública", asevera esta paciente oncológica, que alaba la labor de la AECC, pues, en más de una ocasión ha logrado "salir del paso" gracias a ellos: "Están ahí si lo necesitas".