Javier A. Muñiz
Cuando el mundo globalizado amenaza con unificar la cultura universal hasta un punto en que no se distinga el uso, costumbre y gusto de un ciudadano medio nacido en el corazón de la olímpica y superpoblada Tokio del de un oriundo de la región más inhóspita en la cara este de la cordillera de Los Andes, cobra mayor importancia que nunca el valor de preservar lo propio, lo auténtico. Aquello que más distingue a una estirpe de generaciones que resiste al paso de las centurias y que se graba, no solo en el legado social y comunitario, sino en el mismo ADN de sus individuos.
En otras cumbres, menos borrascosas pero más cercanas, la tradición serrana se abre paso contra la irremediable huida del tiempo. A su favor juega el tesón de sus gentes, su gusto por lo autóctono y su coraje en el aguerrido combate contra el olvido. Atravesando el empedrado de la plaza, junto al Ayuntamiento de San Esteban de la Sierra, se emplaza un amplio local de múltiples usos que, en estos días, hace las veces de taller artesano. Allí, una decena de vecinos, la mayoría mujeres, se afana sin descanso en la imprimación del vasto universo iconográfico del bordado serrano sobre grandes retales de tela que, después, se convertirán en coloridos estandartes con los que engalanar debidamente los balcones locales en días de fiesta.
Una de ellas es Manuela, quien amablemente atiende, pincel en mano, a la Agencia Ical y que recuerda que el bordado serrano, desafortunadamente, se perdió en el municipio entre finales del siglo XVIII y principios del XIX. La tarea por recuperarla ha sido, por tanto, obligada desde entonces. Ahora, como “lleva mucho trabajo” porque “son puntos muy pequeños”, se ha cambiado el zurcido por el pincelado. “Son dibujos de leones y seres mitológicos raros”, comenta en referencia a la prolífica imaginería que atañe al arte del bordado serrano y que emerge en la ilustración de cada una de las telas.
Tradición como estandarte
“Hasta que no te metes, no te fijas bien en los motivos y en el trabajo que lleva”, reflexiona la mujer. Es una de las participantes en los tallares relacionados con la artesanía lugareña que se imparten en el municipio desde aquel devastador 2020 en el que, como reconoce el alcalde, Antonio Luengo, "hubo que reinventarse". “Me gusta la pintura y recuperar todo lo antiguo me parece muy bonito”, manifiesta Manuela, revelando además que todo el que tiene estandarte lo coloca en su balcón y que, como se demostró durante la celebración de los últimos festejos, “queda precioso”.
También participa Cristina, quien dos mesas más allá maneja con garbo el pincel, aunque reconoce honestamente que es la primera vez que se desenvuelve con “este tipo de arte” y que “pensaba que iba a ser mucho más fácil”. Según explica, se trata de dejar volar la imaginación. “Claro, tú ves el dibujo y crees que es pintar, pero al final es un poco la creatividad, como cuando haces un 'mandala'. Es ir haciendo lo que te va inspirando mientras sigues los colores que te marca el bordado. Partimos de la base del verde, el rojo, el amarillo y el azul, y luego ya imaginación y novedad”, resume con el bote de acuarela en la mano.
Cristina, cuyos abuelos descienden directamente de San Esteban y que sigue veraneando en la Sierra aunque ella, como tantos otros en la España despoblada, ya no nació allí, como el resto de sus compañeras, valora “la gracia” de representar “algo antiguo, pero más actual”. “Es importante que no se pierda algo que se ha ido haciendo generación tras generación. Igual que el bordado serrano, las danzas. Todo forma parte de nuestra cultura y creo que hay que mantenerlo porque sino, cuando pase el tiempo, a las nuevas generaciones no les va a llegar”, reflexiona.
Ruta al pasado
Tanto Manuela como Cristina participaron en la elaboración de los paneles que forman la peculiar ruta de los contadores de San Esteban de la Sierra. Un reclamo turístico recién estrenado este verano y que, según reconoce a Ical su alcalde, Antonio Labrador, está causando “furor”. Se trata de un recorrido circular por la calles principales del pueblo en el que se puede apreciar el arte del bordado serrano, que aún persigue logros de enjundia como las declaraciones de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad o de Bien de Interés Cultural (BIC), ni más ni menos que estampado sobre las tapas de los contadores de la luz.
El proyecto se enmarca en el denominado plan ‘EnTre2’, promovido por la asociación Red Arrayán para el reconocimiento y salvaguarda del patrimonio cultural de toda la comarca serrana. En la iniciativa, el propio Ayuntamiento de San Esteban de la Sierra, las asociaciones y los vecinos de la localidad participan de forma activa dentro del ‘Programa de Embellecimiento Municipal’, tal y como se dio en definir, y que se articula a través de los talleres culturales de participación ciudadana. El hilo conductor de todos ellos es el bordado serrano, generando también otros elementos decorativos y emblemáticos.
La ruta tiene un itinerario principal que, partiendo de la Plaza Mayor, transcurre por la calle Bodeguitas hacia la plaza de la Iglesia, y retorna de nuevo a través de las calles Hastial y Manuel de Castro, aunque es posible encontrar tapas decoradas en diferentes calles y casas de todo el pueblo, ya que pocos fueron los vecinos que quisieron perderse esta iniciativa, aunque no participaran directamente en los talleres. Así, sumaron de forma autónoma sus singulares aportaciones y destrezas artesanales para combinarlas con las de José Ángel Poveda García, artista local y promotor de la iniciativa, que realizó sus creaciones mediante la técnica del dibujo artístico sobre madera.
En total, la muestra comprende 47 dibujos diferentes que forman parte del muestrario iconográfico del bordado serrano, y cuya información detallada se puede visualizar, además. a través de un código QR que acompaña a cada uno de ellos. El código, asimismo, ofrece acceso a detalles sobre las características, orígenes y singularidad de este patrimonio cultural inmaterial de toda la Sierra de Francia. Un proyecto, que ya fue estrenado con éxito de acogida, y que cuenta con el apoyo no solo del Ayuntamiento de San Esteban de la Sierra y del Área de Cultura de la Diputación de Salamanca, sino también del Ministerio de Cultura.
Reinvención cultural
Después de que el COVID-19 confinara no solo la permanencia sino también las ilusiones de los vecinos, el Ayuntamiento de San Esteban de la Sierra se vio obligado a reinventarse para organizar actividades culturales. Con el paso de los meses y de la desescalada, en julio de 2020, hace poco más de un año, el alcalde, Antonio Luengo, lanzó los primeros talleres relacionados con el bordado serrano. Después del buen ‘feedback’ manifestado por los usuarios, han continuado durante el resto de las estaciones. De ellos, no en vano, emergieron las obras que hoy sirven para decorar las calles del pueblo y engalanar los balcones en día de fiesta.
Según explica el propio Luengo, unas 180 personas han pasado a lo largo de los últimos meses por estos cursillos para realizar estandartes y tapas para los contadores, pero también jardineras con bordado sobre barro, al objeto de ubicarlas por el pueblo, o sobre el mismo material de construcción de las viviendas. De hecho, comenta el regidor que un constructor local utilizó esta iconografía para estampar motivos tradicionales en acabados de adobe con tipología serrana. Sin olvidar que uno de los talleres se dedicó al bordado “puro y duro” en paños. Desempeño en desuso que aún se trata de conservar.
De hecho, el alcalde de San Esteban es muy consciente de la importancia de preservar esta iconografía tan propia de la comarca. “Es una seña de identidad que nos representa y que también nos une a todos los municipios que tenemos alrededor y con los que compartimos las mismas costumbres y los mismos gustos gastronómicos, culturales y turísticos. Además, yo creo que también es una forma de que las personas de nuestros pueblos se sientan identificadas con el territorio”, resume Luengo.
De este modo, los cursillos no solo sirven como reclamo de atracción para el municipio gracias a las obras que generan, sino que animan a la gente a permanecer todo el verano en el pueblo para poder completarlos. “Los talleres se han llenado siempre e incluso ha habido gente que se quedó fuera y tuvimos que reorganizar”, incide. Si a todo ello, se le suma que también ha habido quien “se ha animado a hacer cortinas para las puertas y hasta almohadillas” con estos motivos, lo cierto es que, este verano, San Esteban de la Sierra ha quedado que ni ‘bordado’.