Ha pasado mucho tiempo, casi medio siglo, desde aquel verano en el que Andrés Pérez al salir de la escuela pasaba las tardes en el taller de su padre. Fue él quien le enseñó, junto a su tío, la profesión. Sabiduría y arte trasmitidos de generación en generación.
De aquel niño de 14 años que comenzó como aprendiz han pasado más de 50 años y miles de horas de trabajo transformadas en piezas únicas que han servido a Andrés para convertirse en el alfarero más experimentado de Portillo, una localidad con una presencia indiscutible en la alfarería de la región.
De su niñez recuerda los más de 40 talleres que había en los años 70 en el municipio y las 400 personas que vivían de la alfarería en la localidad, hoy solo se mantienen seis alfares y siete alfareros dedicados a dar forma con sus manos a miles de piezas únicas. La llegada del plástico y la apertura de la fábrica Renault mermó de forma acuciante el sector alfarero en Portillo. Aunque pocos se supieron adaptar como Andrés.
En el taller de su padre ha moldeado el arte durante más de veinte años y lleva otros tantos en el que tiene en su propia casa. Es su oficina, su tienda, su taller y su remanso de paz. Poco ha variado su técnica, pues mantiene un proceso artesanal desde el torno hasta el barro, "lo único que ha cambiado es la forma de cocer, antes los hornos eran de leña y ahora son eléctricos o con gasoil, por lo demás todo se mantiene", explica el alfarero.
Andrés es consciente de la evolución que ha experimentado la alfarería en el último medio siglo. La moda ha cambiado. "Antes sobre todo se vendían cazuelas, pucheros, cántaros y jarros de uso cotidiano y ahora se lleva más la vertiente decorativa, aunque seguimos vendiendo menaje para restaurantes, peñas o bodegas, se nota mucho ese cambio", explica Andrés desde su taller ubicado en el Camino de la Dehesa.
Por eso hace poco más de cuatro años se ha abierto a la vertiente más creativa de la alfarería y a las redes sociales como escaparate de venta. Andrés hace un buen balance de su participación en la Feria de Cerámica y Alfarería en las fiestas de este año en Valladolid. "Son eventos que nos sirven para que la gente conozca más la decoración en nuestras piezas", apostilla.
Entre su perfil de clientes se encuentran los fieles que no renuncian a la artesanía de una pieza única, comerciantes de establecimientos de la localidad, gente que viene de turismo o personas de los pueblos de al lado que necesiten algo. Aunque el recorrido de sus piezas no se queda en lo local, ha enviado creaciones a toda España, a Francia a Kuwait y Japón. Su arte no entiende de fronteras.
A pesar de sus 63 años Andrés no piensa en jubilarse y mira con preocupación y tristeza al futuro de la alfarería en Portillo, localidad que ve mermada su plantilla de artesanos en este campo. Entre los principales motivos, Andrés encuentra uno fundamental. "Cuesta mucho trabajo aprender y empezar en esta profesión y la gente ahora no tiene ese tiempo que se tenía antes para ser aprendiz. Los horarios tampoco ayudan y eso hace que la gente no quiera seguir la tradición, pensamos que en unos años puede llegar a desaparecer la alfarería del pueblo", señala Pérez, cuyos hijos no han seguido la tradición de la alfarería para labrar su futuro.
Reconoce que a nivel general las profesiones relacionadas con la artesanía no desaparecerán, pero costará más trabajo subsistir. "Hablamos con compañeros de otras provincias y están prácticamente igual que nosotros, no hay gente joven que se interese", finaliza el artesano.
Asociación como forma de supervivencia
La Asociación de Alfareros de Portillo surgió hace más de 20 años, "por pura necesidad, la de facilitarnos la vida y ser prácticos a la hora de afrontar el negocio", comenta su presidente, Javier Velasco. Por entonces 15 talleres formaban parte de esta entidad, aunque no funcionó.
"Lo que parecía una buena idea fue una ilusión efímera y en unos años nos dimos cuenta de que no había viabilidad. Hace diez años hemos vuelto a asociarnos, ahora solo quedamos seis talleres y la idea de la Asociación está centrada principalmente en la promoción, para dar visibilidad a la alfarería de Portillo", explica Velasco.
El objetivo que persiguen es sobrevivir y darse a conocer. "Como el relevo generacional se ha perdido tenemos que buscar nuevas fórmulas y, sobre todo, contar con el apoyo de la Administración porque no nos gusta esa figura de becario, sino que ayuden de alguna manera como una FP o con subvenciones para sufragar los gastos, aunque sabemos que es muy complicado", señala Velasco.
Proyectos de futuro
Este fin de semana tiene lugar el IV Encuentro de Alfareros de Portillo donde se darán cita artesanos locales y de la región en el Centro Artis, escenario en el que están programadas actividades participativas y expositivas para todos los públicos.
Coincide en el tiempo con las últimas jornadas de la I edición de Re_hacer, un ambicioso proyecto expositivo que ha reunido a veinte artistas contemporáneos de distintas disciplinas y generaciones que muestran sus piezas al público en los seis alfares que se mantienen aún abiertos en la localidad.
"El objetivo es que se produzca un diálogo con ese arte nuevo para que se transmita la alfarería como algo vivo. Aunque la gente no esté interesada en dedicarse a ello, este oficio tiene futuro, ya que se puede adaptar a nuevas técnicas nuevas y formas de hacer de decoración", finaliza Velasco.