La bóveda celestial, ese lugar sobre el que se erigieron culturas, credos pusieron nombre a las constelaciones basándose en sus dioses y donde ahora se busca, además de vida, en forma de agua, un lugar en el que asentar a la especie humana es lo que cautivó a un joven abulense, de la pequeña localidad de San Miguel de Serrezuela, desde su más tierna infancia, en los años 70. El doctor Felipe Gómez, científico del Centro de Astrobiología (CAB), perteneciente al Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial y al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (INTA-CSIC), es ese niño que ahora, con 53 inviernos tras de sí, trabaja en “el sueño que tenía de pequeño, cuando contemplaba, perplejo, el arco celestial durante las noches en Ávila y a quien le apasionaba la observación de lo desconocido”.
La Administración Nacional de Aeronáutica y el espacio -NASA, por sus siglas en inglés- desarrolló una iniciativa, en 1998, con el fin de dar soporte a misiones espaciales a través de un instituto global con especialistas en diversos campos y, como suele ocurrir en lides científicas, la falta de inversión se erigió como protagonista, situación que hizo que ese instituto fuera virtual. Fue entonces cuando Gómez, que desarrollaba su vida en Estados Unidos, entabla relación con Juan Pérez Mercader, quien propone la inclusión de un organismo español en la institución para “escribir en las blancas páginas del libro de la Historia”, como define un emocionado Dr. Gómez.
El abulense, más de 20 años después del surgimiento de esa iniciativa, ha dejado su sello en la Historia merced al desarrollo de instrumentos útiles para estudiar y analizar el medioambiente de, por ejemplo, planetas como Marte. Dos son las misiones que continúan en curso, tales como la del rover Curiosity o, más recientemente, del Perseverance, que nacieron con el fin de estudiar dos vertientes, como explica el Dr. Gómez, a saber, el estudio de la vida microbiana en el Planeta Rojo y, también, las condiciones necesarias para que la especie humana pueda, en un futuro, colonizarlo.
“Te das cuenta de lo realmente pequeña que es la especie humana, más aun cuando, al sentarte frente al ordenador, cada noche, puede que seas la primera persona en ver una foto de la superficie marciana”, reflexiona, orgulloso por los pasos agigantados que la ciencia da cada día, el Dr. Gómez. Con respecto a sendas misiones más allá de la atmósfera terrestre, es reseñable que, si bien se diseñaron para una duración de tres años, la del Curiosity se encamina hacia su décimo aniversario y la del Perseverance tiene una durabilidad estimada superior a una década.
Asimismo, se trabaja de tal manera en la idea de desarrollar la vida humana, por primera vez, lejos del planeta Tierra, que una de las tareas es la de la horadación de la superficie marciana para alojar, en contenedores, muestras que, en unos años, serán devueltas a la superficie terrestre, para analizar cómo influye el paso del tiempo en Marte a las mismas.
Además de conocer cómo afectan fenómenos como las tormentas de viento o arena a la tecnología e instrumentación, así como al ser humano, destaca la reciente creación de un sistema de creación de oxígeno, de la que el Dr. Gómez ha formado parte, llamada MOXIE. Cabe destacar que, tal y como explica el protagonista de semejante avance tecnológico, “una forma de entender algo es estudiando sus límites” y, por ello, el abulense ha explorado y estudiado los recovecos más inhóspitos de la Tierra, como el chileno desierto de Atacama, ambos polos, la península rusa de Kamchatka o Dallol, en Etiopía.
En uno de esos viajes, el Dr. Gómez se desplazó a la Isla Decepción, en la Península Antártica y allí, a 12.496 kilómetros de su San Miguel natal, clavó en un tótem una placa conmemorativa con el nombre de la localidad que le vio nacer. No obstante, San Miguel de Serrezuela también conoce lo desconocido por el Hombre ya que su nombre se encuentra grabado en una placa que el Dr. Gómez envió en el interior de uno de los rover al Planeta Rojo. Estas expediciones son relevantes a la hora de elegir dónde enviar a cada rover para sus exploraciones ya que, de ahí, se extraerán las muestras de las que, gracias a las investigaciones en territorios hostiles, “se podrá deducir la vida en forma de agua a través de la interacción, en caso de haberla, de los minerales y sus reacciones”, aclara el Dr. Gómez.
Proyectos en Ávila
El Grupo de Observación Astronómica de Ávila (GOAA) se interesó por el vecino abulense, afincado en Madrid, para promover la observación, la gran pasión del Dr. Gómez, e instruir a “las nuevas hornadas de científicos” en el cuidado del medioambiente y, en concreto, de la reducción de la contaminación lumínica, “el gran ‘pero’ con el que cuenta el cielo”. En este sentido, una de las vías relativas a esta idea troncal es la de “aprovechar el potencial turístico que tiene la provincia, en la que reina la Sierra de Gredos pero que cuenta con muchos otros emplazamientos más”, concluye.