J.L. / ICAL

“Me jubilaría muy tranquilo si realmente el fruto de mi profesión hubiera dado suficiente información para que alguna enfermedad se pueda aliviar. Creo que lo estamos consiguiendo, pero es un proceso lento y progresivo”. El catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Salamanca, Juan Pedro Bolaños (Guía, Gran Canaria, 1964), Premio Castilla y León de Investigación Científica y Técnica e Innovación, asegura que la investigación “debe ser una bola que cada vez se haga más grande” en cada laboratorio para alcanzar el éxito y poder mejorar la calidad de vida de las personas. Está adscrito al Instituto de Biología Funcional y Genómica, centro mixto de la USAL y el CSIC, uno de los primeros con este concepto de colaboración que existió en España. Desde 1996 ha publicado 200 artículos y aportaciones en congresos y trabaja junto a una quincena de compañeros fijos. Llegó a Salamanca con 18 años para estudiar Farmacia y allí echó sus raíces. Enamorado de la ciudad del Tormes, su carrera laboral no se entienden separados. Su primer día de clase coincidió con la inauguración del edificio de la Facultad. “Hemos crecido juntos”.

Este centro de Salamanca es de los más avanzados del país en esta materia...

Aquí tengo mi laboratorio, estoy muy cómodo. Hay investigadores de primera línea en muchos campos, de carácter pluridisciplinar. Mi trabajo está enfocado a conocer el sistema nervioso central, nuestro cerebro, pero aspectos muy concretos. Me dedico esencialmente a intentar conocer mejor cómo se gestiona la energía metabólica de las células que conforman el sistema nervioso central para soportar el proceso de la neurotransmisión, el impulso nervioso. Es un aspecto muy concreto y desconocido de este área, que ha permanecido oscuro durante mucho tiempo. En este sentido me considero que estoy en un entorno óptimo para intentar desarrollar esa labor.

El objetivo final de la investigación es la cura de enfermedades o evitarlas, ¿cómo está transcurriendo este proceso en vuestro caso?

En mi grupo desarrollamos varias líneas de investigación, similares entre sí, pero diferentes entre ellas. Cada una de ellas está en distintos estadíos de desarrollo. Habitualmente empiezo una línea intentando conocer los mecanismos básicos de regulación de nuestras células. Descifrar cómo funciona, en condiciones normales, un aspecto concreto del cerebro. Una vez lo conoces intentas analizar si se encuentra algo alterado en enfermedades neurológicas, neurodegenerativas y mentales.

¿Cuál es el más avanzado, el más cercano a su aplicación en la sociedad?

Tenemos bastante adelantado el desarrollo sobre una enfermedad neurodegenerativa pediátrica, que se llama de Batten. Hemos intentado descifrar primero qué se encuentra alterado en modelos de ratón que recrean lo mejor posible la enfermedad en humanos. Es muy agresiva, reconocida como rara, que tiene lugar en niños, es mortal y no existe cura. Durante los últimos ocho años nos hemos dedicado a conocer cuáles son los mecanismos que están alterados en relación al metabolismo del sistema nervioso y hemos encontrado una molécula concreta que parece ser que es parcialmente responsable del proceso de neurodegeneración. Entonces hemos diseñado, en colaboración con la empresa privada, fármacos que se encargan de modular esta ‘diana’ y funciona en los ratones. Ahora estamos solicitando un proyecto europeo para poder desarrollar una prueba en humanos, por tanto, un ensayo clínico facedor. Esta es una de las líneas más avanzadas y ya más cercana a la sociedad.

Pero esto no se detiene...

Claro, el grupo sigue indagando en algunas recovecos muy complejos de la regulación del metabolismo en el sistema nervioso. En ese sentido llevamos a cabo varias líneas que en general están relacionadas con la gestión de la energía, con la regulación de un orgánulo, una pequeña parte que tenemos dentro de todas las células que se llama mitocondria, que es como la fábrica de la energía de las propias células. Hay muchos aspectos desconocidos de la regulación de este orgánulo y cuando se producen alteraciones en el mismo puede inducir a enfermedades. En otro caso estamos intentando descifrar la influencia que tiene el estilo de vida de las personas sobre el metabolismo energético del cerebro y cómo puede repercutir en la pérdida y deterioro cognitivo. Hay evidencias claras y correlaciones entre ambas. Lo que no se sabe es cuáles son los mecanismos precisos que controlan este proceso. Mediante un consorcio europeo queremos construir un grupo grande de investigación que nos permita a todos los niveles descifrar este aspecto. Es muy ambicioso, pero se puede llevar a cabo si nos lo financian.

¿Os ha interrumpido la llegada del COVID-19 alguna de vuestras investigaciones?

Se ralentizaron durante el confinamiento, porque no teníamos acceso a los laboratorios, hemos reducido al mínimo la cría de los animales de experimentación, y es un retraso de aproximadamente un año. Aunque el confinamiento duró algunos meses, sus secuelas se extienden por doce meses. Nos hemos adaptado y hemos aprovechado ese tiempo para avanzar en aspectos pendientes de escribir, de publicar, etc. Por otro lado, la pandemia ha tenido una cara buena, que ha servido para que la sociedad perciba algo mejor de lo que ya lo hacía, que la investigación es una inversión, y que sin ella, no podemos encontrar curas. Ha quedado clarísimo con las vacunas frente al coronavirus. El que ahora mismo no entienda que la investigación científica hay que financiarla para conseguir mejorar la calidad de vida… Por eso me extraña que el Gobierno no esté dando pasos importantes para elevar esas partidas. Y tengo pocas esperanzas. Espero que en un futuro un Ejecutivo tome las riendas y haga sus deberes como merece.

¿Qué le pedirías a las administraciones para seguir investigando?

Lo primero que debo decir es que el entorno en el que desarrollo mi trabajo es óptimo, adecuado y perfecto en mi centro de investigación; también de la dotación de fondos para ello, tanto de la Junta como los procedentes de la UE. En todo caso, es comprensible la labor de control del gasto, que cada vez es más extensa, y que viene impuesto por la necesidad de dar cuenta a las instituciones financiadoras. Por eso, la labor de investigación es compleja, porque combina el desarrollo de un grupo pionero en el frente del reconocimiento, que requiere un esfuerzo enorme para estar al día, con la labor de gestión de los fondos.

¿Y el presupuesto que se dedica?

El presupuesto nacional es todavía insuficiente. Lo sufrimos todos, la sociedad también. La proporción de PIB que se dedica en los países de nuestro entorno, a los cuales nos queremos asemejar, está entre el dos y el cuatro por ciento. En España estamos en el 1,1 por ciento. Los gobiernos de todos los signos siempre anuncian la intención de incrementar progresivamente este porcentaje hasta llegar al dos por ciento, pero ninguno lo hace. No se puede dedicar tan poco dinero para invertir en investigación, no estoy diciendo gastarlo, sino invertirlo, porque los resultados mejoran la calidad de vida de las personas. No podemos dejar que todos los avances se produzcan en otros países y nosotros seamos meros consumidores. No podemos ser dependientes. Tener autonomía significa que podemos avanzar en el conocimiento de enfermedades que son más prevalentes en España que en otros países. Por eso, tenemos que aportar. Hay que ser valientes y pasar de las palabras a los hechos y establecer un plan de manera que a corto plazo, en pocos años, podamos aumentar significativamente el presupuesto del sector. Además se suma que los grupos periféricos, los que no estamos en Barcelona o Madrid, tenemos que hacer el triple de esfuerzo para conseguir los mismos fondos que otros centros tienen bastante mejor asegurados y centralizados. Por eso recurrimos a estos fondos y los europeos, por la falta de financiación propia.

Pensando a futuro, ¿qué reto o avance en tu trabajo de investigación querrías desarrollar antes de dejarlo definitivamente?

Estoy muy contento con aportar porciones del conocimiento. El descubrimiento de curas para enfermedades no es la labor de un único grupo de investigación. Es una conjunción e integración de resultados obtenidos por muchos grupos; no porque colaboren entre ellos, sino incluso siendo independientes, por eso es importante hacerlos públicos con la mejor difusión, de calidad, en medios suficientemente contrastables y fidedignos, para hacer un buen uso de ellos. Sería muy ampuloso decir que no me voy a jubilar sin descubrir algo. Me conformo con contribuir al conocimiento necesario para poder mejorar la calidad de vida, en mi caso, a prevenir el deterioro cognitivo; o paliar enfermedades neurodegenerativas, cuya causa esté relacionada con la gestión del metabolismo energético, que es mi área. Me jubilaría muy tranquilo si realmente el fruto de mi profesión hubiera dado suficiente información para que alguna enfermedad se pueda aliviar. Creo que lo estamos consiguiendo, pero es un proceso lento y progresivo. Hay líneas más avanzadas y otras más incipientes que proseguirán otros. Vamos todos generando una bola.