C. Tabernero / ICAL
Con casi 20 años de historia, la Fundación Eusebio Sacristán recibe este año el Premio Castilla y León de Valores Humanos y Sociales. Un galardón que refuerza la visión del exfutbolista y de los empleados y voluntarios de la Fundación de que el deporte es una herramienta de inclusión e igualdad, y por la que trabajan en un proyecto que ya se mueve para expandir su idea más allá de Castilla y León, Comunidad en la que, a pesar de vivir una crisis económica y una pandemia, han sido capaces de “seguir manteniendo el mensaje y crecer en estructura”, como explica a Ical su director, Pedro Pablo Crespo.
Son casi 20 años de Fundación. ¿Es este premio la mejor manera de empezar el aniversario?
Sí, ya estamos cerca de cumplir los 20 años, y es una manera muy bonita de empezar a pensar qué hacer con este aniversario.
¿Cómo surge la idea de crear esta Fundación?
Todo nace de la inquietud de Eusebio Sacristán por hacer algo por su tierra. Siempre ha querido devolver a la sociedad lo que le ha dado, que ha sido una vida buena como futbolista, donde se ha sentido además muy querido en Valladolid y Castilla y León. Y es la forma de devolverle a su tierra lo que tanto le ha dado.
¿Qué supone para la Fundación este Premio Castilla y León de Valores Humanos y Sociales?
Para los patronos, con Eusebio Sacristán a la cabeza, ha sido una alegría inmensa, no sé si la palabra es sorpresa porque sabíamos que nos habían presentado, pero no esperas que te vayan a reconocer de esta manera. Y entre los compañeros de trabajo y los voluntarios, y ahora con la familia de los usuarios, nos damos cuenta de la relevancia al ver las felicitaciones recibidas, que nos muestra que tenemos una dimensión social muy grande y llegamos a muchas personas.
¿Es un reconocimiento a la aportación social del deporte?
La verdad es que sí. Desde nuestra creación, hemos tenido problemas de ubicación, porque la sociedad no sabía si éramos una entidad que hace actividades deportivas, de servicios sociales, o que realiza eventos puntuales. La Escuela de Deporte Inclusivo, con un recorrido de más de ocho años, nos ha situado en el marco de nuestra tierra. Y el impulso de llegar a las capitales de provincia y ahora al mundo rural está mandando un mensaje a la sociedad de que también el deporte es transformador y ayuda a las personas a vivir mejor, porque no solo los servicios sociales, muy necesarios, son los únicos que pueden hacer esta labor.
Estos premios suelen dar visibilidad, pero la Fundación, en su propio nombre, ya tiene una visibilidad muy grande gracias a Eusebio Sacristán. ¿Qué otro tipo de beneficios puede tener la concesión de este premio?
Dentro del mundo y de la calle, todo el mundo conoce a Eusebio, pero en las instituciones hay que hacer un trabajo con más recorrido, más profundo, con más trayectoria para que confíen en ti. En nosotros han confiado 15 ayuntamientos y la Fundación Castilla y León para el proyecto de la Escuela de Deporte Inclusivo. Y hemos respondido a esa confianza de la misma manera, por lo que va a suponer un salto de cantidad y calidad de nuestros programas y retos.
¿También es una forma de reconocer que la Fundación hace Comunidad?
El hecho de que todos los niños vayan uniformados, bien en León, Zamora o en Soria, que tengamos niños nacidos en nuestra Comunidad pero también de fuera y refugiados, con diferentes realidades sociales en cuanto a la vulnerabilidad, con niños que comparten espacio con otros que tienen problemas motóricos o intelectuales, pero que detrás del balón se igualan para sentirse miembros de un mismo equipo, creo que sí hace Comunidad. Al final todos nos sentimos miembros de un mismo equipo y ese equipo es la Comunidad. El fútbol genera un sentido de pertenencia único y los niños y niñas de la Fundación se sienten castellanos y leoneses. Utilizar esta herramienta para afianzar esos sentimientos es muy importante.
En todo este camino, ¿de qué es de lo que más orgullosos se sienten en la Fundación?
Yo he visto nacer la Fundación, firmamos la escritura en agosto de 2003, y de lo que más orgulloso me siento es de la capacidad de la Fundación y sus personas de adaptarnos a la realidad que vivimos. En 2003 era diferente a la de ahora, hemos pasado una crisis económica, una pandemia, y la Fundación ha sido capaz de seguir manteniendo el mensaje y crecer en estructura profesional, de voluntarios, amigos y participantes hasta el día de hoy.
Ahora que habla de la pandemia, ¿hasta qué punto ha supuesto un freno para los proyectos de la Fundación?
Para nosotros supuso un momento de inflexión. Con un equipo profesional parado laboralmente, sin actividad, en medio de la situación que había, con los ERTE y demás, lo único que puedo decir es que el equipo de trabajo no dejó ni un día en pensar e idear y dibujar lo que iba a ser nuestra actividad a la vuelta. Eso ha sido muy importante para que ahora, a día de hoy, estemos dando servicio a más de 30.000 personas este año.
Más de 30.000 en la actualidad, más de 200.000 personas las que han pasado por la Fundación desde su inicio. ¿Hay seguimiento de los participantes? ¿Se logra realmente esa inclusión social gracias a los programas de la Fundación?
Pues sí, y de manera exponencial. Los primeros años siembras y no te das cuenta de dónde llegas. En educación decimos que cuando llueve, empapa, y cuando formas a un niño no ves los resultados inmediatos pero ahora recogemos los años de trabajo con voluntarios, muchos simpatizantes, con los que hemos contribuido a su educación y se muestran agradecidos y hoy colaboran. Acceder a tantas personas, estar en la vida de una manera u otra de tantas personas, tiene un retorno. Como dice Juan Carlos, patrono de la Fundación, esto lo hacemos por egoísmo, porque estando con niños nos sentimos mejor, nos contagiamos de su energía y ese retorno lo observamos y lo notamos en el día a día de la Fundación.
En estos tiempos tan convulsos, ¿hasta qué punto es necesaria una Fundación que apueste de esta manera por la igualdad de oportunidades y por la inclusión de todos, independientemente de condición o procedencia?
Querría mandar el mensaje de que somos necesarios, igual que el deporte federado o las entidades asistenciales. Nuestra visión de los servicios sociales es desde un punto de vista no de la caridad, sino de sacar el mayor provecho de las personas con las que trabajamos para que crezcan a través del deporte, no solo a nivel individual sino de conciencia social. Todo eso es el espacio que hemos venido a llenar y la labor que hemos venido a hacer. A veces suena disruptivo porque tradicionalmente el deporte pertenece a federaciones, ayuntamientos o deporte escolar, pero esta visión más social costaba más entenderla y ahora se ve como más necesaria. Las fundaciones de los clubes como Barcelona, Real Madrid o la propia Liga, ven en nosotros un modelo que replicar y pensamos que en breve vamos a seguir creciendo con esta idea de deporte.
Por último, ¿cómo afrontan los próximos 20 años de la Fundación?
Es muy bonito el premio, pero es un impulso para el futuro. Nos llena de ilusión y energía de cara a los retos que tenemos. Estamos trabajando en un programa de Educación Emocional en La Roca (Palencia) con 4.000 niños. Es un programa único y estamos convencidos de que vamos a darle un proyecto a la Junta a la medida de lo que necesitan nuestros chavales y nuestras familias. Tenemos el reto de insertar la Escuela de Deporte Inclusivo en el medio rural, hablando con diputaciones y viendo qué necesidades tienen. Y, por último, hemos entrado en el Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil, hemos firmado el pacto de Estado, y trabajamos con ellos para diseñar proyectos a nivel nacional, a imagen de la experiencia que estamos disfrutando en Castilla y León.