Sara Blanco es una vallisoletana que ha conseguido robarle el corazón a los miles de fans que siguen sus contenidos de cerca cada día. A sus 91 años se ha convertido en la imagen del Parkinson y en una referente de moda.
Nació en Cogeces de Íscar y ahí estuvo hasta que se casó. Posteriormente, se fue a Pedrajas y luego se fueron a Puertollano (Ciudad Real). Un lugar en el que estuvieron 17 años con varios negocios. Más tarde, retornaron a su ciudad natal, Valladolid. Pero su marido enfermó. En ese momento, le animaron a irse al Mediterráneo y estuvieron dos décadas en Alicante.
Después de estar en tantos lugares, se fue a Marbella ya que una de sus hijas vive ahí. Una mujer que ha viajado muchísimo y ha conocido el mundo. Siempre hay un sitio que marca la diferencia y se queda en la memoria para siempre. En su caso fueron Los Ángeles. Allí se marchó en plena pandemia del Covid-19. Dos de sus hijas son productoras de cine y trabajan en esta ciudad. Un lugar totalmente desconocido y en el que se sentía aburrida: “No sé hablar inglés, mis hijas trabajan mucho y yo no sabía qué podía hacer”, afirma Blanco.
Fue la amiga de una de ellas quien le sugirió la idea de hacerle un Instagram para que estuviera entretenida. A ella, en ese momento, le entró una gran “alegría y entusiasmo”. Desde los 14 años le decía a su madre que no le gustaba estar “en un pueblo pequeño”, que “lo más pequeño tenía que ser como Nueva York”. Ella quería “volar”. Se define como una persona “muy creativa” con proyectos “permanentemente”.
Se adentró en este mundo de las redes sociales bajo el nombre ‘Sara is in the kitchen’ -su traducción ‘Sara está en la cocina’-. Empezó haciendo cocina por la mañana y tenía una “proyección tremenda”. La moda de toda la vida le había encantado. Por eso mismo, por las tardes hacía “pases de ropa y tenía mucha audiencia”. Ella utiliza looks arriesgados, color en estado puro, conjuntos más arreglados o ropa casual… no hay nada que se le resista.
Al adentrarse en redes sociales, le vio la asociación de Parkinson de California y fue a recitar una poesía de Calderón de la Barca. Le hicieron una fotografía y, desde ese momento, no han dejado de llamarle. Esta enfermedad le acompaña desde hace muchos años, 40 exactamente, que fue el momento de sus primeros temblores en las manos. Sin embargo, se agravó hace 10 cuando ya las piernas le fallaban y lo sentía mucho más. “En ese momento me dijeron que lo tenía, pero no fue un trauma porque era una continuidad de la enfermedad que tenía”, asegura la influencer de 91 años. Ella se levanta por las mañanas y no se “preocupa” de tener Parkinson.
Para Sara, el mundo de las redes sociales ha sido un “descubrimiento tremendo”. La moda “de toda la vida me ha encantado”, siempre ha vestido “muy bien”. La vallisoletana lamenta que a partir de los 60 años “la gente se siente mayor”. Ella tiene 91 y asegura que es “mayor pero no vieja”. Ella se levanta por la mañana “con buena actitud, sin miedo a nada”. Eso es lo que le hace que su enfermedad sea “más llevadera”.
El mundo digital lo ve como algo positivo porque transmite un “mensaje sincero” y consigue ayudar a “muchas personas”. Son cientos los usuarios que cada día se comunican con ellos. No solo personas con parkinson sino con otro tipo de enfermedades o sin ellas. Blanco afirma que le dicen que “tiene mucha vitalidad y que es un referente”.
El color del pelo es una de sus características. Lo ha tenido de muchos colores: rosa, blanco, verde y ahora azul. Un color que le ha “encantado” y con el que ya lleva bastante tiempo. Ella hace porque la gente que le ve “se anime”. Cree que el llevar tan bien el Parkinson es por su actitud: “Mi actitud va al cerebro y hace que para mí sea más llevadero. Poca medicina tomo porque con mi actitud no hace falta”.
Son sus hijas quienes le gestionan las redes sociales. Pese a que en la Tablet se maneja “estupendamente”, no puede “escribir bien”. Por el día “no escribo, ni coso” pero, a veces, se despierta a las 3 de la madrugada y escribe sus recetas. Todo un “reto” con el que “hay que luchar” y hacer cosas que, cotidianamente, no puede. Uno de los proyectos en los que está inmersa es, precisamente, ese. Un libro de cocina con recetas castellanas y sanas. Además, está trabajando en su propio aceite para exportarlo a todo el mundo.
Su apariencia es envidiable. Ha tenido ocho hijos y afirma que siempre ha pesado 45 kilos. No tiene ningún secreto, pero se cuida mucho. Su día a día es el siguiente: “Cada día desayuno un trocito de pan con aceite y tomate. Una cosa que no me falta nunca es un vaso grande de agua con limón. Como normal, mucha verdura. Comida muy sana y mucha fruta”.