El medio rural profundo de Castilla y León se desangra cada año y quienes se mantienen son cada vez más longevos. La edad media de los residentes en este tipo de localidades, es decir, aquellas menores de 2.000 habitantes sin funciones de centros comarcales y de servicios, alcanza los 55,03 años, 13 más que en las áreas periurbanas (41,95 años) o en las poblaciones que tienen influencia de las capitales (42,38); y por supuesto, también por encima de la media de las capitales, que está instalada en los 47,55 años, casi ocho años por debajo.
Así lo refleja el informe anual sobre la situación económica y social de Castilla y León, correspondiente a 2022, elaborado por el Consejo Económico y Social (CES) de la Comunidad, al que tuvo acceso la Agencia Ical, y que muestra cómo los pequeños pueblos pierden población, principalmente porque muchos jóvenes emigran, lo que provoca que la media de edad se incremente al quedarse los más mayores, lo que augura un futuro oscuro para estas áreas de la autonomía.
En Castilla y León, el pasado año se contabilizaron 2,37 millones de habitantes, una cifra que continúa con la tendencia de caída poblacional que en los últimos cuatro años, Covid-19 mediante, ha llevado a bajar desde los 2,4 millones de 2019, cifra de la que se bajó en 2020, hasta los 2,39, y que en 2021 se situó en 2,38 millones.
Esa tendencia descendiente se visualiza principalmente en el mundo rural profundo, pero también en los denominados centros de tercer orden (menos de 2.000 habitantes), de segundo (de 2.000 a 5.000) y de tercero (más de 5.000), pero que incluso afecta también a la suma de los empadronados en las capitales de provincia, cuya población ha descendido desde 2020.
Así, en el llamado medio rural profundo, la población cae continuamente, algo que conocen bien sus habitantes, que ven como los jóvenes emigran y sus mayores cumplen el ciclo vital. Desde 2019, según el informe del CES, la población en los 1.970 municipios que componen esta tipología ha caído en 12.317 personas, desde los 468.740 a los 456.423 de 2022, es decir, un 2,6 por ciento.
Lo mismo ocurre con aquellos llamados centros de primer, segundo y tercer orden, que han encadenado caídas en estos años, si bien los más grandes, los 23 de más de 5.000 habitantes que no tienen influencia urbana (primer orden), vieron crecer en la secuencia su población entre 2019 y 2020, aunque ahora encadenan dos ejercicios consecutivos de bajadas, hasta llegar a los 152.108 vecinos. También ha descendido la cifra en las 43 localidades de segundo orden (de 2.000 a 5.000), hasta 125.006 personas. Sin embargo, junto con el rural profundo, la mayor caída la anotan los 38 de tercer orden (aquellos menores de 2.000 con funciones de cabecera de comarca), al pasar de los 59.688 vecinos de 2019 a 56.516, en torno a 3.000 vecinos menos.
Aunque sorprenda, también cae la población en la suma de las nueve capitales de provincia, que acumulan el 42,8 por ciento de la población de la Comunidad, con 1,01 millones de habitantes, una cifra que, sin embargo, es el resultado de un descenso continuado desde 2020, cuando alcanzó los 1,03 millones, para bajar en 2021 a los 1,02. Es decir, los habitantes de las nueve ciudades han caído a un ritmo de 10.000 vecinos al año. La misma tendencia siguen las denominadas ‘otras ciudades’, que son nueve también, y que sin tener la capacidad de capital provincial absorben a 213.510 habitantes, casi uno de cada diez castellanos y leoneses. Es el caso, por ejemplo, de Ponferrada, Aranda de Duero, Miranda de Ebro o Medina del Campo, entre otras. Su población también ha descendido desde los 217.785 de 2019, manteniéndose un año después, para bajar a 215.000 en 2021 y en otras más de 1.500 personas en 2022.
Áreas periurbanas
Capítulo aparte merecen las 24 poblaciones situadas en áreas periurbanas y las 133 con influencia urbana, que han visto crecer de forma importante su población, aunque claramente no compensan, de forma general, la caída del resto. Así, las primeras dan cobijo a 194.211 personas, tras celebrar un aumento progresivo desde 2019 (191.426), pasando por 2020 (192.448) y 2021 (192.834 vecinos).
Por su parte, las de influencia urbana cuentan con un salto más relevante, al pasar de los 154.270 habitantes de hace cuatro años a los 160.038 de 2022, es decir, 6.000 personas que han optado por residir en municipios de carácter rural, pero que se sitúan generalmente no lejos de las ciudades en las que trabajar, estudiar o, simplemente, recibir servicios.
Análisis provincial
Los indicadores de la estructura demográfica a escala provincial repiten en buena medida las características apuntadas para la Comunidad, con pequeñas diferencias. La comparación con la estructura regional marca al menos tres situaciones relacionadas con el mayor o menor envejecimiento, la representación de las mujeres y la población en edad de trabajar, según detalla el CES.
En Zamora, por ejemplo, se observa el desplazamiento de las cohortes hacía las edades por encima de los 50 años y cómo la población con menos de 16 se constriñe respecto a la media regional. Se constata así el acusado envejecimiento que avanza año tras año por la ausencia de jóvenes y la presencia de ancianos, como reflejan todos los indicadores que sitúan a Zamora a la cabeza con cifras que confirman el avance del envejecimiento respecto al año 2021.
Sin llegar al extremo de Zamora, todas las provincias han visto crecer el índice de envejecimiento y en las de León, Salamanca y Palencia, al igual que el año pasado, es superior al regional, que es de 48,24 años (cuatro más que la media nacional). Por el contrario, Segovia y Valladolid tienen una estructura ligeramente menos envejecida y dependiente, al tener una población joven que rebasa la media regional y estar por debajo en cuanto a la presencia de ancianos. En todo caso, su posición en el contexto castellano y leonés no esconde su acusado envejecimiento que avanza en estas provincias, al igual que en todas, con respecto al año 2021.
El CES constata que su mejor posición está relacionada en Valladolid con su dinámica natural y en Segovia, con la presencia de población extranjera, cuya edad media de 34,83 años es inferior a la de nacionales, de 47,88 años.
Análisis municipal
En el detalle de la estructura demográfica de las distintas categorías de poblamiento se aprecia una similitud con la regional en las capitales provinciales, en las ciudades y en los centros de primer orden. En las zonas periurbanas y aquellas otras de influencia urbana, la disimetría con la estructura regional “es evidente”, con un corte bien marcado por encima y por debajo de los 50-60 años. En este sentido, hay menos personas en las edades más avanzadas, sobre todo mujeres, mientras sucede todo lo contrario por debajo, donde se encuentra una “población madura y en edad de trabajar asentada en las proximidades de los centros urbanos al albur de una vivienda más asequible y los hijos e hijas de esos grupos etarios, que expanden la pirámide entre los cinco y los 20 años”.
El envejecimiento en los centros de segundo y tercer orden, 2,31 y 3,13, respectivamente, es mayor que en el conjunto de Castilla y León (2,14), tanto por una base con menos niños como por la abultada presencia de personas mayores.
El informe ofrece una mirada al comportamiento a escala municipal del envejecimiento, que señala los índices máximos en el oeste de la Comunidad, en especial en la raya con Portugal, con un continuo de máximos por encima de 5 desde la zona de Ciudad Rodrigo hasta la montaña occidental de León, solo interrumpido por algunos municipios de El Bierzo.
Estos índices salpican el mapa regional con pequeñas islas en torno a las capitales provinciales y a las ciudades. Solo en las proximidades de Valladolid y Segovia el área de menor envejecimiento se expande algo más, como sucede en la zona sur de la provincia de Ávila y en las Merindades burgalesas, por el influjo de Madrid y el País Vasco.
La pirámide “distorsiona”
Pero es en la estructura del medio rural profundo, de los pequeños pueblos de Castilla y León, donde la pirámide “está distorsionada”, según el CES, y se aleja con claridad de la regional, y aún más de la que dibujan las áreas próximas a las ciudades. La intensidad del envejecimiento es evidente, aunque al igual que el año pasado, algunas cifras han mejorado ligeramente con respecto al año 2021 “debido a una mortalidad más acusada de las personas mayores, quizás aún por la pandemia y el deterioro de la atención sanitaria; o sencillamente por la presencia de nonagenarios y centenarios, a lo que se suma la salida de los ancianos en busca de cuidados en lugares próximos a sus allegados”.
A pesar de esto, el índice de envejecimiento ha aumentado a 5,36 cuando en 2021 fue de 5,32 pues, aunque hay un menor número de personas con más de 65 años y de octogenarios, también hay menos jóvenes (6,76 por ciento de población con menos de 16 años).
La intensidad del envejecimiento de Castilla y León según el indicador de mayores de 65 años solo es superada por el Principado de Asturias, cuyo porcentaje es de 27,16 por ciento, apenas un punto por encima del regional (26,2). Otro tanto sucede con la tasa de juventud. Los menores de 15 años suponen un 10,36 y 11,36 por ciento, respectivamente. Galicia se coloca entre ambas comunidades con un 11,33 por ciento.
Por último, si se toma como referencia la tasa de sobreenvejecimiento, Castilla y León destaca sobremanera con un 35,18 por ciento, seguida en esta ocasión por Galicia (33,84), Castilla-La Mancha (33,43) y Aragón (33,1).
El CES advierte de que la situación y el devenir de los últimos años “conducen a un futuro de afianzamiento de la pérdida demográfica, por el crecimiento natural negativo y por la emigración, y a un aumento de la tasa de dependencia de manera clara en el medio rural profundo y con la única excepción de las áreas de influencia urbana”. Solo las periferias de las ciudades con más de 30.000 habitantes presentan mejores perspectivas, con un índice de crecimiento natural próximo al cero, pero positivo, con el máximo en Segovia (0,21 por ciento) y Soria (0,29), cuando el crecimiento medio de Castilla y León fue negativo, del -0,7 por ciento.