Andrés Esgueva, el joven burgalés que se dedica a la alta cocina

Andrés Esgueva, el joven burgalés que se dedica a la alta cocina Cedida

Sociedad

Andrés Esgueva, el jugador de hockey al que una lesión le llevó a la alta cocina: "Sueño con tener mi restaurante"

El burgalés comenzó "replicando recetas de programas de cocina" y con solo 22 años ha conseguido estar entre los finalistas del Premio Promesas de la Alta Cocina Le Cordon Bleu. 

16 septiembre, 2024 07:00

Andrés Esgueva era una promesa del hockey profesional. Su vida era el deporte y no se planteaba otro rumbo. Hasta que una fatídica lesión le llevó a abandonar, temporalmente, el que hasta entonces era su sueño. Fue en 2019 cuando sufrió un esguince de grado 2 en el ligamento cruzado y tuvo que desvincularse durante seis meses de su día a día.

"También tuve que dejar mis estudios, porque estaba en un grado relacionado con el deporte. Fue un cambio radical que, además, me pilló a principio de temporada", recuerda el joven de Aranda de Duero (Burgos) en declaraciones a EL ESPAÑOL- Noticias de Castilla y León.

En ese momento, vivía en Valladolid en un piso junto a varios compañeros de equipo. Una vida "hecha para el deporte" que tuvo que cambiar radicalmente. "No era capaz casi ni de salir porque con el frío y con las muletas, me costaba mucho andar", lamenta.

Una situación anómala en su vida que hizo que tuviera que encontrar un hobby y apostara por la cocina. "En mi casa siempre ha gustado mucho cocinar y, en concreto, los guisos. Yo, inconscientemente, siempre he estado al lado de los fogones", recuerda. Y fue ese momento en el que se planteó replicar recetas.  

Durante el tiempo que la rehabilitación le duró, pedía a sus compañeros de piso que le compraran los ingredientes y él se encargaba de elaborar nuevos platos. Las ideas eran variadas y, normalmente, las sacaba de "programas de cocina". Una lesión que se terminó juntando con la pandemia del Covid-19.

"En ese tiempo fue cuando empecé a cocinar aún más, casi como todos los españoles", bromea. En su caso, de una forma más seria y con el objetivo de adentrarse en este complejo y maravilloso mundo de la gastronomía.

Una afición que empezó a profesionalizar ya que hizo un grado medio y, posteriormente, uno superior en el Centro de Formación Profesional Alcazarén (Grupo Aspasia) -ubicado en la calle Manuel López Antolí de Valladolid-.

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Un centro que se convirtió en su mejor aliado ya que pudo volver a entrenar y le permitían "compaginar los estudios con el deporte". No solo eso, sino que en el segundo curso ya comenzó a trabajar en el lugar donde hoy es ya un chef más, el Restaurante Ambivium

Un prestigioso establecimiento que cuenta con estrellas Michelin y soles Repsol. Se ubica en Peñafiel y está más enfocado a la alta cocina, un universo en el que Esgueva se adentró gracias a un profesor. 

"Yo pensaba que la alta cocina era para gente que comía poco y pagaba mucho, pero me abrieron los ojos. No me esperaba trabajar de ello aunque tuve la suerte de coincidir con Cristóbal y aprender cada vez más", añade.

Ahora, pese a que tiene el paladar un poco más exquisito, reconoce que come "cualquier tipo de comida", bien sea en restaurantes "tradicionales como modernos". Y, como no podía ser de otra forma, también ama, a palabras del chef, "las croquetas de mi abuela".

Una vida laboral que comenzó casi sin darse cuenta y que le ha hecho llegar a lo más alto en poco tiempo. Esgueva estuvo a las puertas de llevarse el Premio Promesas de la Alta Cocina de Le Cordon Bleu con tan solo 22 años. Una prueba donde apostó por un plato con pichón, arroz y guarnición vegetal.

Un trabajo que sigue compaginando con su deporte estrella: "Tengo la suerte de que los horarios son continuos y la tarde está libre. He vuelto a Aranda que es donde empecé a jugar, lo tengo un poco de hobby".

Por ahora, el joven burgalés sólo piensa en seguir progresando, aunque con la mirada puesta en algún día poder abrir su propio restaurante: "Es mi sueño, pero lo veo más a futuro. Necesito aprender. Lo he pensado muchas veces, pero por ahora quiero ser una esponja y luego ya se irá viendo". 

Una lección de vida que nos lleva a la popular frase de 'todo pasa por algo'. Puede que en 2019 la frustración invadiera a Andrés, pero le permitió abrir la puerta del que hoy es su nuevo mundo. Y de una carrera brillante entre fogones que no ha hecho más que empezar.