Béjar se reencontró este domingo con una escueta versión de sus Hombres de Musgo. La situación sanitaria impidió el normal desarrollo de la tradicional procesión, pero el Ayuntamiento quiso realizar un acto simbólico para que los bejaranos pudieran de nuevo disfrutar de su Corpus Christie, una colorida fiesta declarada en 1998 de Interés Turístico Regional y que desde el 27 de mayo de 2019 elevó su categoría a Fiesta de Interés Turístico Internacional. Una condición que pudo ostentar en tan solo una ocasión antes de la irrupción del COVID-19.
Sobre las 10.00 horas, Pedro Luis Arcador Sánchez y Mari Luz Macayo fueron los únicos en vestirse de Hombres de Musgo, cuya comitiva se redujo de seis a dos integrantes. Cabe señalar que en estos momentos restan 39 personas en lista de espera para vestirse en futuras procesiones durante los próximos años, lo que asegura el cupo hasta el año 2028. Además, Roberto Mannini y José Ángel Cardoso ejercieron como abanderados y el síndico y los maceros fueron Blanca García Sánchez, Victoria Muñoz Blázquez y Mª Teresa Hernández de los Santos.
El Ayuntamiento se encargó de engalanar la Plaza Mayor de la ciudad textil y la fachada de la casa consistorial, así como de la elaboración de una llamativa alfombra delante de la misma. La situación sanitaria impidió a los presentes acceder al conjunto expuesto para hacerse fotos y tampoco se pudieron ver los habituales ‘selfies’ con los Hombres de Musgo. Sin embargo, los bejaranos se reencontraron con una de las tradiciones más reconocidas de su historia y recuperaron la marca en rojo de una de las fechas más señaladas del calendario anual en la ciudad textil.
La leyenda
A mediados del siglo XII, en tiempos del reinado de Alfonso VII de Castilla, Béjar volvió a manos cristianas después de cinco siglos bajo dominio musulmán. Cuenta la leyenda que la noche previa al 17 de junio, durante la festividad de Santa Marina, las tropas cristianas cubrieron sus ropas y sus armas con musgo y, aprovechando la oscuridad de la noche, se acercaron a las murallas que defendían la ciudad, apostándose junto a sus puertas hasta el amanecer.
Con la primera luz del día, los centinelas musulmanes, que no se habían percatado de la presencia de los cristianos por sus disfraces, abrieron una puerta de la muralla, dejándoles vía libre para entrar en la ciudad y conquistarla. Por aquellos hechos quedó en el recuerdo la conocida desde entonces con el nombre de ‘Puerta de la traición’ y se construyó la ermita de Santa Marina. El pueblo revivió la gesta de los Hombres de Musgo año tras año hasta que, en el siglo XIV, se fundió con la fiesta del Corpus Christi, instituida por el Papa Urbano IV en el año 1263. Y así ha llegado hasta nuestros días.