Hay ciudades que podrían dar clases de Historia por sí solas, y Salamanca es una de ellas. Su Universidad es referente nacional e internacional y abrigo para cientos de estudiantes venidos de otras tierras en búsqueda de sabiduría. Pero fuera de las cuatro paredes de las aulas, cada paso por la urbe bien podría ser un viaje en el tiempo por otras épocas. Si uno cierra los ojos puede sentir y escuchar los ecos de sabiduría de siglos llenos de personajes que nos acerquen a historias y fábulas inolvidables.
Basta con perderse caminando entre sus calles para darnos cuenta de que nos encontramos ante una ciudad diferente, especial y por qué no decirlo, con cierta magia. El aura que desprenden sus pasadizos, callejones y plazas ha dado lugar a cientos de historias llenas de fantasía.
Debes caminarla con los cincos sentidos y observar cada detalle, para no perderte nada de lo que esconden sus calles, porque, si uno no está atento, se puede perder detalles lejos de los focos de un centro histórico lleno de maravillas arquitectónicas. Salamanca te enamorará a primera vista cuando pises su fantástica Plaza Mayor, desde donde puedes empezar una ruta a pie que te llevará a conocer todas las joyas de la ciudad como la Catedral, la Universidad o el Convento de San Esteban, para terminar en una taberna comiendo una buena tabla de jamón ibérico.
Pero Salamanca esconde una de esas joyas que se pueden escapar a primera vista, pero que protagonizan una historia propia. En este caso la de ser la más antigua de la provincia salmantina. La iglesia de San Martín de Tous, también llamada “San Martín del Mercado” o “de la Plaza”, fue levantada en el siglo XII, sobre una construcción anterior, en el barrio de los toresanos durante la repoblación de la ciudad, por iniciativa del conde Martín Fernández.
De origen románico, pese a la alteración de su fisonomía original y a encontrarse encajonado entre modernas construcciones, está considerado uno de los edificios románicos más importantes de la ciudad junto con la Catedral Vieja. Aunque la situación de la iglesia, en el núcleo de un ciudad tan turística como Salamanca, ha hecho que la intervención que le realizaron, se haya centrado en recuperar el acceso al templo desde la plaza Mayor, mediante la restauración de la bóveda de la Puerta Norte.
Disponía de tres puertas, la abierta a la plaza del Corrillo de estilo románico (Puerta del Obispo) dedicada a San Martín de Tours, presente mediante una escultura policromada encima de la puerta; la Puerta de Mediodía de estilo renacentista y la Puerta de Poniente, que no puede verse porque sobre ella se erigió la Capilla de la Virgen del Carmen. Fue fundada en 1103, y se convirtió en la parroquia más importante de la ciudad por su magnífica situación. Estructuralmente, es una planta de tres naves finalizando en ábsides circulares, con influencia gótica. Interiormente destaca el coro del siglo XVI de estilo isabelino, el retablo mayor obra de Churriguera y los sepulcros góticos de los laterales.
Curiosidades
San Martín fue obispo de la ciudad francesa de Tours y como tal es conocido. Pero Martín nació en Pannonia, una provincia romana situada en la actual Hungría, el año 316. De todos los episodios de la vida de Martín que conocemos, sin duda el más famoso es el que nos explica cómo compartió su capa con un pobre. Durante el invierno del 337, cuando aún era soldado, llegó a las puertas de Amiens y allí encontró un mendigo temblando de frío. Martín bajó de su caballo y le dio la mitad de su capa.
Los restos mortales de fueron trasladados hasta esa ciudad para ser enterrados allí. En Francia hacía frío y humedad ese día de noviembre, pero mientras su cuerpo paseaba por última vez por el Loira, el tiempo se suavizó, los árboles renacieron, cuenta la leyenda, y las flores brotaron de nuevo. A pesar de estar en pleno otoño, parecía que el verano regresaba. Era el veranillo de San Martín.
En Cataluña, la tradición explica que en el momento en que Martín compartió su capa con un mendigo, dejó de nevar y empezó a brillar el sol que deshizo la nieve. La luz del sol al atravesar el agua hizo surgir un gran arco iris en el cielo. Y es por eso que en catalán, se llama arc de Sant Martí al arco iris.
El misterio y la tradición rodean a este rincón salmantino que esconde entre sus piedras retazos de historia fotografiados por no poco turistas. El paso de los años ha hecho tambalear sus cimientos, sus paredes, pero sigue firme para que a las próximas generaciones no se les olvide que existió otra época donde un tal San Martín de Tous dejó tanta huella que en Salamanca, ciudad de edificios emblemáticos, se coló un espacio para honrar a su historia.