Por eso de relajarnos –que los días andan fatigosamente torcidos y cortos–, salimos al campo desde primera hora para olvidarnos de todo tras el lujurioso verano de ‘no fiestas’ pero sí alguna que otra comilona, al encuentro de la Calzada Romana, el Puente La Malena, las alamedas, los castaños que dan falda a Montemayor del Río y los miliarios que nos indican el sendero. Es una mañana en que nos bañamos en el paisaje para surcar rumbos de otras épocas en estos tiempos convulsos. Por este discurrir entre Béjar y la localidad de Montemayor del Río –de la que hablaremos en otro momento-, nos adentramos en bosques y caminos, tocando nuestros ojos castillos, puentes, enlosados, alcantarillas romanas, escalones, catedrales vivas y un sinfín de maravillas dispersadas aquí y allá por tan magnífica ruta de la Salamanca más desconocida.
Salimos de Béjar, antiguamente entre Astúrica Augusta (Astorga) y Emérita Augusta (Mérida), para ascender por la moderna autovía A-66 hasta Puerto de Béjar. A un lugar donde la Calzada, tras ascender de Baños de Montemayor –Extremadura-, recorrer el pueblo, se separa de la carretera para no volver a juntarse hasta Salamanca. Desde ese punto, la Calzada baja por una cuesta muy pronunciada en su casi totalidad hasta su encuentro con el río Cuerpo de Hombre, donde comenzamos nuestro andar –como punto de partida- hasta que la ribera/río de Sangusín ponga fin a nuestro trayecto. Atractivo y frondoso paraje, de inmensos y abundantes árboles, con torrentía y verdes praderas, donde se levanta el puente de La Malena (Magdalena), -¿tendrán algo que ver los templarios?, se interroga el viajero-, de dos arcos redondos y uno apuntado, todos posteriores a la época romana, como ha puesto de manifiesto García de Figuerola (2003), sin que por ello se dude que era en este punto, seguramente unos metros río arriba, donde la Vía de la Plata cruzaba el río Cuerpo de Hombre.
Origen del nombre Vía de la Plata
Calzada romana a su paso por el puente La Malena./ FALCAO
No poseemos ningún texto antiguo que conserve este apelativo para el camino popularmente nombrado como Vía de la Plata. Lo que hoy en día se conoce bajo esta denominación es una ruta S-N que se cita en las fuentes itinerarias de época romana y cuyo trazado se puede reconocer sobre el terreno en algunos lugares, según demostró J. Manuel Roldán en un estudio monográfico de una parte de este camino (tramo Mérida a Astorga) realizado en 1971 y publicado por la Universidad de Salamanca.
Sobre el origen del nombre existen diversos estudios, nos quedamos con el que le atribuye procedencia árabe, derivada de ‘BaLaTa’ (losa, ladrillo, o sea, enlosado). Al pronunciar este sonido, la cerrazón de la B y la L producen el sonido ‘plata’ y la gente empezaría a llamarlo así vulgarmente. Se trata, por tanto, de una referencia a las características del camino y no a la circulación de minerales ni al ancho de la calzada (vía lata) como se ha dicho en ocasiones. A principios de siglo, autores como Mélida o Gómez Moreno, recogen las referencias de este nombre popular de la vía que en la Edad Media también se le llamó ‘camino del Lindón’ (por ser límite entre los obispados de Coria y Plasencia) o ‘calzada de Guinea’ sin que se sepa el por qué de ésta última denominación. Al decir de J. Manuel Roldán, sólo llevaba este apelativo de calzada de la Plata en las provincias de Cáceres y Salamanca, ya que en las demás se ha perdido o se le llama simplemente calzada romana o camino romano. Actualmente, por extensión, se aplica el nombre a toda la ruta.
Breve sipnosis histórica
La existencia de un camino N-S por el Oeste de la Península se certifica, a través de los materiales arqueológicos, ya desde época tartésica ( s.VII a.C.) que indican una clara actividad comercial entre las tierras del suroeste y la meseta norte. A lo largo de las guerras de conquista, los movimientos de tropas se sitúan circulando por algunas partes de este camino, desde la incursión del general cartaginés Aníbal (s. II a.C.) hasta las acciones de Roma contra Viriato. Más adelante, en tiempos de Metello y Sertorio (s. I a.C.), se documentan campamentos asentados en las proximidades de esta ruta tartésico-lusitana.
La calzada S-N se construye como tal y se articula en todo su trazado, a partir de Augusto ( finales s. I a.C. - cambio de era), para unir Emérita Augusta (Mérida), capital de la nueva provincia Lusitania, con los territorios del Norte recién incorporados al Imperio. Numerosos miliarios (mojones con indicación de las distancias medidas en millas) indican esta acción de los augustos. Existen miliarios de otros emperadores posteriores que atestiguan la reparación del camino poniendo de manifiesto su importancia a lo largo de los siglos. A Trajano o Adriano (s. II d. C.), se les atribuye la construcción de los puentes principales de la ruta cuyo ejemplo más insigne sería el Puente Romano de Salamanca sobre el río Tormes.
Por esta calzada circularon mercancías, tropas, comerciantes y viajeros, en un continuo tránsito que favoreció la difusión de la cultura romana, su lengua y modos de vida, a la vez que facilitaba el control del territorio que necesitaba la administración del Imperio Romano.
Esta ruta se siguió usando a lo largo de los siglos, tanto por árabes como por cristianos durante la Edad Media, para continuar después desempeñando un importante papel en la red de comunicaciones de la Península Ibérica. La riqueza del pasado histórico de la Ruta de la Plata se pone de manifiesto en los innumerables vestigios que jalonan su recorrido, que ofrece uno de los conjuntos más interesantes de nuestro Patrimonio histórico.
Pero nuestra ruta sigue por esta vía que siempre fue espina dorsal de una región singular, configurada a su paso, y ocasión para el intercambio y la amalgama cultural, para el acontecimiento histórico, militar o social, y para el asombro cotidiano. Un camino histórico cuyo inicio (o terminación, según se mire) se sintetiza y anuncia en la antigua Astúrica Augusta, la moderna Astorga, partida y destino de una ruta milenaria que remonta la historia hasta nosotros.
Calzada romana
Vía de la Plata
La calzada romana –por donde avanzamos y de la que aún quedan algunos vestigios originales, perdida la mayoría en el túnel del tiempo y la civilización moderna- era el modelo de camino usado por Roma para la vertebración de su Imperio. La red viaria fue utilizada por el ejército en la conquista de territorios y gracias a ella se podían movilizar grandes efectivos con una rapidez nunca vista hasta entonces. En el aspecto económico desempeñó un papel fundamental, ya que el transporte de mercancías se agilizó notablemente –como comprobamos con el fortín de Calzada de Béjar-. Las calzadas también tuvieron gran influencia en la difusión de la nueva cultura y en extender por todo el Imperio la romanización y, lo más esencial de la misma, el latín. El Itinerario de Antonino, del siglo III, es la fuente escrita que mayor información nos aporta sobre la red viaria romana.
Estas calzadas unían las ciudades de todos los puntos de Italia y después del Imperio con los centros de decisión políticos o económicos. Los viajes eran fáciles y rápidos para la época, gracias a una organización que favorecía una relativa comodidad para sus usuarios. Pensadas, primero, para uso militar, serán el origen de la expansión económica del Imperio, y después de su final, facilitando las grandes invasiones de los pueblos bárbaros.
Con estos principios básicos de historia dejamos atrás el sonido tumultuoso de las bravas aguas del río Cuerpo de Hombre y sus frondosos bosques de castaños, nogales y álamos, con verdes praderas donde pastan cabezas de vacuno, para encontrarnos a la derecha con el primer miliario, bien situado ahora para su disfrute, del emperador Caracalla con sus pomposos títulos. Se colocó el año 217, según anotó el Padre Morán en su Reseña de la Provincia de Salamanca.
Tras muchos estudios, con una monografía científica de 1974, complementada en 1995, cuando fueron catalogados y estudiados un total de 189 miliarios, ya conocidos e inéditos, permitió confirmar los recorridos correspondientes entre los municipios donde se hallaron o hallan.
Esta milla 134, está situada a unos 200 metros al sur del puente de La Malena, a la altura de una gran casa de piedra con pórtico, recientemente rehabilitada. A partir de aquí y hasta la milla 135, situada en la Colonia de San Francisco, la calzada discurre por el valle, en una zona llana y amplia en la que se han conservado algunos restos notables de la estructura de la calzada. Este tramo de la vía fue objeto de una actuación de limpieza y adecentamiento por parte de la Junta de Castilla y León en 1988. Desde el puente hasta 200 metros al norte del Parador de Sinforiano la vía discurre por el término municipal de Aldeacipreste, penetrando posteriormente en el término de Cantagallo. Luego la calzada transcurre entre los límites de los términos municipales de Aldeacipreste y Béjar, pasando desde aquí al término municipal de La Calzada de Béjar.
Calzada de Béjar
Calzada de Béjar
Avanzamos por la calzada, que sigue paralela a la carretera y al río, en una zona que se conoce como el valle del Regajo, justo hasta la Casa de los Molinos, donde cruza la carretera e inicia una fuerte subida, a la que por aquí llaman El Camino Viejo, de mucha consideración, que nos conduce hasta Calzada de Béjar, situada a unos 850 metros de altitud. Lugar de interés donde haremos una parada.
Pequeño pero bello municipio, así llamado por hallarse a los lados de la vía romana que transcurre mismamente por el centro del pueblo. Una iglesia de poco interés nos da la bienvenida, pero también hallamos unas casas con aliciente de grandes balconadas y corredores típicos de madera embellecidos con múltiples tiestos, a ambos lados de la vía, que hablan y bien de la arquitectura del pueblo.
Aunque lo que más interés tiene de esta pequeña población es un fortín romano que servía para controlar la ruta –dicen que el único que aún queda en Castilla y León-. El fortín, construido durante el Bajo Imperio (siglos III-IV d.C.) para proteger el tránsito de viajeros y mercancías, es uno de los elementos más destacados de la vía por su interés arqueológico. Del mismo se sigue contemplando la milenaria estructura, ahora sólo camino para campesinos, ganaderos y viajeros que buscan naturaleza y arte, como es el caso. Conviene sugerir, a la Administración que corresponda, la señalización de estos lugares emblemáticos y únicos. Al mismo ascendemos por el lado derecho de la calzada, tras pasar una calle techada a modo de pasadizo, y subir por un sendero estrecho, difícil y cubierto de musgo.
Después de equivocarnos de trayecto –la falta de señalización-… divisamos al volver sobre nuestros pasos esta construcción de piedra que resalta como un cubo perfecto en lo alto. Rodeado de cuidadas viñas y frutales, accedemos al mismo, que se encuentra en un penoso estado de abandono total. Del mismo destaca la puerta de acceso de arco romano y cierta cantería. Sus muros exteriores son de granito, con dimensiones de 29 x 27 m de planta; mientras que el tejado debió ser de madera y presentaba dos vertientes por la estructura que todavía hoy puede observarse.
A menos de 1 kilómetro de la Calzada, se observa que fue un punto estratégico, domina toda la vía y su contorno, controlando los pasos de la Meseta a la llanura extremeña. Este fortín, por ello, haría las veces de control y dominio, permitiendo el paso del comercio, tropas y cultura. Las ciudades más próximas al mismo eran Cáparra -situada en la comarca del valle del río Alagón, en el norte de Extremadura-. Está atravesada por la calzada romana y permanece abandonada en la actualidad- y Helmántica.
Volvemos sobre nuestro camino, ya en zona llana, dejando a un lado y a otro campos de cereal y pastos, para ir al encuentro de la ribera/río de Sangusín –final de nuestro trayecto en esta jornada-. No estaría de más que las autoridades, al igual que señalizaran lugares de interés, se preocuparan un poco más en adecentar el camino, en algunos tramos lleno de baches y charcos, siendo además Camino de Santiago sur o Camino Mozárabe.
Cerca del Fortín nos encontramos el miliario CXXXIX (milla 139), con la inscripción:
IMP - CAESAR - DIV
NERVAE - FILIVS - NERVA
TRAIANVS - AVGVSTVS
GERMANICVS – PON
TIFEX - MAXIMVS
TRIBVNICIA - POTES
TATE - CONSVL - IIII
RESTITVIT
CXXXIX
Cuya inscripción informa que este miliario fue colocado en la Calzada romana en el año 101 d.C., durante el cuarto consulado de Trajano, en una reparación de la Vía, a la vez que el miliario se encuentra a 139 millas romanas de Mérida.
Un miliario o piedra miliar (procedente del latín miliarium) es una columna cilíndrica, oval o paralepípeda que se colocaba en el borde de las calzadas romanas para señalar las distancias cada mil passus (pasos dobles romanos) es decir, cada milla romana, lo que equivale a una distancia de aproximadamente 1.481 metros. Solía ser de granito, con una base cúbica o cuadrada y medía entre 2 y 4 m de altura, con un diámetro de 50 a 80 cm. Los primeros miliarios conocidos datan del período final de la República romana, pero la inmensa mayoría de los conservados fueron realizados bajo el Alto Imperio y, en menor medida, en los siglos III y IV.
La mayor parte de los miliarios llevaban inscripciones grabadas directamente, dependiendo de la importancia de la calzada o de la cercanía o alejamiento de Roma, o de las ciudades de origen y destino. La inscripción constaba siempre de una serie de partes bien definidas: El título completo del emperador bajo cuyo mandato se construía o modificaba la calzada. La distancia hasta Roma o la localidad más importante de la vía. El gobernador o/y la unidad militar responsable de las obras en la calzada. La expresión refecit o reparavit si se trataba de una obra de mantenimiento de la vía. En el siglo IV, los miliarios perdieron funcionalidad indicativa, transformándose en un elemento de propaganda política de los emperadores.
Continuamos adelante, con la Calzada elevándose artificialmente para evitar los charcos y atravesar la llanura acompañada de encinas y robles, porcino y vacuno, pastos y algún cereal, hasta llegar a nuestro punto de destino, el río o ribera Sangusín, donde se encuentra la columna miliaria –conocida en estos días como de Caldera- en la milla 142.
El ex ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, Jesús Caldera, apoyado en su iniciativa por los Ministerios de Cultura, Fomento, Medio Ambiente y la Junta de Castilla y León, restituyó a su lugar de origen -el cruce de la calzada romana con el río Sangusín (límite de los términos municipales de Valdefuentes de Sangusín y Peromingo)-, el 2 de febrero de 2006, el miliario romano que se encontraba instalado en el patio exterior del recinto de Nuevos Ministerios, en Madrid.
Este hito fue trasladado a Madrid en 1962 con motivo de la Exposición Histórico-Cultural de la Carretera, organizada por y durante la dictadura del general Franco. Una vez concluida dicha muestra, la pieza no fue devuelta a su lugar de origen y se instaló en el Patio de Operaciones del complejo de Nuevos Ministerios, aunque no se adscribió a ninguno de los departamentos que ocupaban el recinto. Hacía tiempo que distintos estudiosos salmantinos y la Asociación El Hombre y el Medio venían reclamando que el miliario fuera devuelto a su ubicación original, pero no habían conseguido los apoyos necesarios para resolver las trabas administrativas y vencer la dejadez que mantenían la pieza en el jardín madrileño.
Este miliario, además del valor sentimental, tiene un plus añadido al tratarse de una de las piezas más valiosas conservadas de la calzada romana original, ya que cuenta con una abundante epigrafía grabada en la piedra original. La columna miliaria tiene la inscripción siguiente:
IMP – CAESAR- DIVI
NERVAE – FILIVS – NER
VA – TRAIANUS – AVGVS
TVS – GERMANICVS
PONTIFEX – POTESTAE
CONSVL – ITERVM – RESTITVIT
CXLII
Lo que significa “El emperador César, hijo del divino Nerva, Nerva Trajano, augusto, germánico pontífice máximo, investido con la potestad tribunicia, cónsul por segunda vez, restauró; ciento cuarenta y dos millas”. Es una columna de Trajano, del año 98, que sirve, en estos días, de límite a tres pueblos. El cruce de la ribera está muy peligroso, y más con lluvia y su vergonzoso abandono, con frondosa vegetación salvaje.
Cruzado el vaho saltando por unas piedras a modo de puente, observamos, tras cruzar una tupida vegetación que oculta la vista, que el camino se ensancha y las paredes de las fincas colindantes se levantan a cierta distancia. Desde esta milla 142, la Calzada continúa por Valverde y Valdelacasa hasta llegar a Fuenterroble de Salvatierra –pueblo con refugio y centro de peregrinos-, pero eso es ya asunto de otro viaje que nos conducirá hasta la vieja Helmántica (actual Salamanca).
Y como escribía el Padre Morán allá por 1946 en sus viajes por Salamanca, que esperemos no acontezca en el futuro: "Seguía yo por el viejo camino con el orgullo del que va en buena compañía, cuando veo que una pared indiscreta corta perpendicularmente la Calzada, y del otro lado aparece un campo sembrado de trigo. Esa propiedad, indicada por la pared, nos aprisionó la Calzada, la escondió, la deshizo, la aró y la sembró. Hasta aquí siempre he visto respetado el derecho de los transeúntes a pasar por la Calzada. Ahora nos privan de ese derecho y nos obligan a rodear por un lado. Tenemos que separarnos de nuestra querida Calzada, porque sería demasiado sacrificio, y sacrificio inútil, saltar paredes, ir por tierras aradas, propias para domar caballos y exponerse a las iras del dueño, que no sé hasta qué punto tendrá derecho a interceptar el camino como se ve al presente".
El viajero sigue el camino a la espera que no tenga que sortear sembrados, cortinas y saltar paredones por la sinvergonzonería de unos y la dejadez de otros.
GALERÍA DE IMÁGENES DEL CAMINO
Fortín romano en la Vía de la Plata, en el término de Calzada de Béjar