A principios de la década de los 2000, el laboratorio farmacéutico Lilly había descubierto varias hormonas de las que, hasta entonces, se desconocía su existencia. Tampoco se sabía, por tanto, qué papel jugaban en el organismo humano y, por eso, eran clasificadas como proteínas de función desconocida (PUF, de sus siglas en inglés). La historia, que recordó hace un par de años la revista Molecular Metabolism concluyó con la identificación de la hormona FGF21 que, a tenor de un nuevo estudio, podría convertirse e la hormona de la eterna juventud o, al menos, del retraso del envejecimiento.
El trabajo, publicado este lunes en PNAS, demuestra que la administración de una inyección de FGF21 a ratones transgénicos retrasa uno de los efectos más problemáticos del envejecimiento: el deterioro del sistema inmunológico. "En un trabajo previo ya se había observado que los animales a los que se administraba esta molécula tenían una vida promedio mayor de lo normal, pero no se sabía por qué. Lo novedoso es el papel que se ha visto que juega en la inmunología, que se suma al efecto protector para el metabolismo, que lleva años estudiándose", explica a EL ESPAÑOL Francesc Villarroya, investigador del Centro de Investigación Biomédica en Red-Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBERobn) del Instituto de Salud Carlos III.
Este experto, que demostró que FGF21 protegía a los ratones frente a la patología cardiaca -en un trabajo publicado en Nature Communications- califica el nuevo estudio como interesante y prometedor, un adjetivo que ha acompañado a la hormona desde su descubrimiento. Sin embargo, Villarroya desvela el principal problema que enfrenta la ciencia a la hora de trasladar a los humanos tanto el beneficio recién descubierto como los descritos anteriormente en el área metabólica: "Se trata de una hormona que de forma natural se degrada muy rápido, lo que complica su desarrollo como fármaco".
Próximos pasos
El autor principal del estudio, el investigador de la Universidad de Yale Vishwa Dixit, señala a este diario que hace años que se sabe que FGF21 puede sintetizarse y que, de hecho, se está ya estudiando en pacientes obesos y diabéticos "para mejorar la acción de la insulina".
Pero su trabajo abre la puerta a todo un nuevo campo de investigación. "El siguiente paso es probar si esta hormona puede mejorar la función inmunológica en las personas mayores, así como desarrollar compuestos que imiten su acción y se puedan utilizar para potenciar las defensas", dice Dixit.
De hecho, el especialista español comenta que ya antes de este hallazgo se estaba intentando "mejorar la hormona, haciendo pequeñas modificaciones para encontrar formas más estables". A efectos prácticos, lo que se busca es que no sea un medicamento que se tenga que inyectar cada poco tiempo, sino que tenga una acción más duradera.
Para el experto del CIBERobn, hay algo muy positivo con respecto a la posible traslación del último descubrimiento a humanos, y es que se va a poder aprovechar "de forma relativamente sencilla" toda la investigación ya hecho con la hormona en otros campos para evaluar la relevancia del hallazgo. "Sin duda, se trata de una molécula muy emergente desde una perspectiva de desarrollo clínico", concluye.