En 1832, Charles Darwin escribió una carta a John Stevens Henslow, el hombre que le presentó al capitán del Beagle, describiéndole algunos animales encontrados en la isla de Santiago, en Cabo Verde. "Recogí varios especímenes de un pulpo que poseía el maravilloso poder de cambiar sus colores, igualando a cualquier camaleón y, evidentemente, acomodando sus cambios al color del suelo por el que pasaba".

Han pasado casi 200 años pero nuestra percepción de estos cefalópodos sigue siendo muy parecida, animales esquivos que siempre andan en solitario y usan su atornasolada piel para camuflarse. No nos entraba en la cabeza que, en realidad, los pulpos podrían ser sociales, pero hablar en un lenguaje que no podíamos comprender. Pero un nuevo estudio publicado esta semana en Current Biology vierte luz sobre la viscosa sociabilidad de los pulpos.

David Scheel, investigador en la Universidad de Alaska Pacific, lleva mucho tiempo observando a estos animales en su hábitat natural. De hecho, es el autor de algunas de las fotografías que ilustran este artículo. El momento eureka, sin embargo, le llegó mirando a tres ejemplares en un vídeo. "El primer pulpo se acercó al segundo de una forma espectacular, oscuro y elevado", cuenta Scheel a EL ESPAÑOL. "El segundo se agachó y se puso muy pálido antes de darse a la fuga y, en ese momento, el primer pulpo se acercó a otro ejemplar, que se volvió oscuro pero no huyó. La forma de comportarse de cada pulpo era tan diferente que inmediatamente pensé que se estaban mandando señales unos a otros".

Aunque el investigador estadounidense centró su trabajo en el Octopus tetricus, una variedad de pulpo que habita aguas superficiales, un análisis más amplio señala otras 13 especies que, a ojos de la ciencia, han demostrado emplear sus patrones

corporales para comunicarse socialmente con otros ejemplares.

Este pulpo se vuelve pálido y estira un brazo antes de huir del pulpo oscuro que aparece en segundo plano. David Scheel

Estos ademanes, que aún se están estudiando, incluyen la elevación en el salto o el ángulo con el que tuercen el manto -la cabeza- con respecto a los tentáculos. Scheel y sus compañeros no dudan en equiparar el comportamiento de los pulpos con el de aves o mamíferos, pese a la considerable distancia evolutiva entre estas especies.



Este pulpo muestra color oscuro y extiende sus brazos. David Scheel David Scheel

"La historia al completo es más complicada, y es en lo que vamos a centrarnos a continuación", concluye Scheel.