Maria Salomea Skłodowska es el sempiterno y contraproducente ejemplo de la mujer científica. La excepción que confirma la regla. La curiosa anécdota de un mundo dominado por hombres. Una mujer que hizo historia en la ciencia, pero que, paradójicamente, es más conocida por el apellido de su marido, Pierre Curie. Sin duda, la ciencia ha cambiado mucho desde aquellos tiempos oscuros en los que muchas mujeres no podían ni siquiera acceder a la universidad. Pero, aún hoy, las científicas siguen luchando por superar barreras y sesgos machistas, aunque, a veces, éstos no sean claramente visibles.
Durante las últimas semanas se han publicado dos estudios que han ahondado un poco más en el sesgo de género existente en el mundo académico, especialmente en las carreras de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, conocidas en el mundo anglosajón como STEM. En el primero se han analizado los posibles sesgos en la enseñanza secundaria y concluye que los profesores de física tienden a evaluar peor a las chicas que a los chicos. El segundo ofrece pruebas del machismo imperante en el mundo de la ingeniería, mostrando que los artículos científicos escritos por ingenieras reciben menos citas que los de sus homólogos masculinos, pese a que ellas publican en revistas de más prestigio.
La tubería que gotea
Algunos investigadores han establecido una analogía entre el camino de las mujeres en el mundo de las ciencias y una tubería que gotea. "Es como si la tubería fuera el camino profesional y a cada paso se fueran perdiendo mujeres", explica a EL ESPAÑOL Inés Sánchez de Madariaga, delegada del rector para Igualdad de Género de la Universidad Politécnica de Madrid y antigua directora de la Unidad de Mujeres y Ciencia. Sin embargo, es importante analizar dónde, cómo y por qué se producen las principales fugas.
Estudios anteriores han determinado que la baja representación de las mujeres en áreas STEM se produce principalmente en dos etapas fundamentales. Por un lado está el pequeño porcentaje de mujeres que acceden a los puestos más altos de la escala académica, lo que se conoce como techo de cristal y, por otro, el bajo número de mujeres matriculadas en carreras científico-técnicas.
Aunque existen muchos factores que pueden contribuir a mantener estas diferencias, algunos estudios científicos han determinado que la enseñanza secundaria es una etapa crucial en este aspecto, ya que "en este periodo se consolidan las diferencias entre niñas y niños con respecto a su rendimiento, así como su interés en estas áreas", dice la investigadora de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich Sarah Hofer. Algo con lo que coincide Sánchez de Madariaga, quien asegura que "de forma inconsciente, muchos padres y profesores dirigen a las niñas a carreras de ciencias de la vida y no a las tecnológicas".
La amenaza del estereotipo
Además, según un informe publicado por la OCDE el pasado año, las niñas afrontan con mayor ansiedad que los niños este tipo de materias y, por lo general, se sienten más presionadas y peor dotadas para asignaturas como matemáticas o física, pese a que sus calificaciones suelen ser similares a las de los chicos. "Es lo que se conoce como la amenaza del estereotipo", explica Sánchez de Madariaga, según la cual "un estudiante, ya sea niña o niño, puede obtener peores resultados en un examen si se le dice de antemano que no es bueno en esa materia".
Con el objetivo de intentar ahondar más en los posibles sesgos machistas que se pueden dar en esta etapa, Hofer ha realizado un estudio, publicado en el International Journal of Science Education, en el que ha analizado cómo evalúan los profesores de física a sus alumnos. Para ello, esta investigadora pidió a 780 profesores de secundaria que puntuaran una respuesta de examen. La solución planteada por el supuesto alumno era la misma en todos los casos y solo era parcialmente correcta. La única diferencia entre los distintos exámenes era que en la mitad de los casos la prueba era de un alumno y en la otra mitad, de una alumna.
Los resultados de este experimento mostraron que para los profesores que tenían una experiencia docente de más de diez años el sexo del estudiante era irrelevante. Sin embargo, aquellos con menos experiencia dieron "una puntuación significativamente más baja a las chicas que a los chicos", señala el estudio. En concreto, los profesores con menos de cinco años de experiencia profesional puntuaban a las niñas con entre 0’7 y 0’9 puntos menos que a los niños.
El estudio de Hofer solo analiza uno de los múltiples factores que pueden explicar por qué tan pocas mujeres acceden a carreras STEM. Sin embargo, según esta investigadora, el resultado debería servir para "intentar promover técnicas de evaluación anónimas", así cómo para impulsar "cursos específicos de formación para los profesores con menos experiencia, de forma que aprendan a evitar este tipo de sesgos".
El 'efecto Matilda'
Pero las dificultades de las mujeres a la hora de abordar una carrera científica no terminan ahí y, de hecho, la principal pérdida de mujeres en el ámbito científico se produce en el salto al escalafón más alto. Diversos estudios han señalado cómo las mujeres científicas reciben menos reconocimiento por su trabajo que los hombres, algo que se conoce como efecto Matilda.
Ya en 1997 la revista Nature publicó un estudio sobre unas becas de investigación otorgadas por el Consejo de Investigación Médica de Suecia, en el que se demostraba que las mujeres debían presentar hasta 2’4 veces más méritos que los hombres para obtener la misma beca, algo que obligó al gobierno sueco a replantearse este tipo de convocatorias. En investigaciones más recientes, como la publicada en PNAS en 2012, se observó que cuando se mostraba un mismo curriculum a distintas instituciones académicas de EEUU, éste obtenía mejor valoración si era de un hombre.
Una parte importante a la hora de evaluar el curriculum profesional de un científico es el número de veces que sus artículos científicos han sido citados. A mayor número de citas, se sobrentiende que el trabajo del investigador ha sido más relevante, lo que le daría más opciones de promoción.
Un reciente estudio publicado en la revista PLOS One ha determinado que los artículos escritos por mujeres ingenieras reciben menos citas que los de los hombres, pese a que ellas publican en revistas de mayor impacto. "Esto es coherente con el efecto Matilda, pero en el sentido de que las publicaciones de las mujeres reciben menos reconocimiento de lo que se espera", explica a EL ESPAÑOL la principal autora del estudio, Gita Ghiasi.
Existen precedentes en la literatura científica que muestran el desigual comportamiento de la comunidad científica a la hora de citar artículos. Sin embargo, el trabajo de Ghiasi, investigadora del Departamento de Mecánica e Ingeniería Industrial de la Universidad de Concordia (Canadá), también tiene otras conclusiones interesantes, como que las pocas mujeres ingenieras que trabajan en los campos más fuertemente dominados por hombres suelen estar entre las más citadas, lo que, según Ghiasi, implica que las mujeres sufren "un fuerte proceso de selección, según el cual o están extremadamente cualificadas o terminan por abandonar el campo".
El estudio, para el que se analizaron más de 650.000 artículos, firmados por casi un millón de científicos y publicados entre 2008 y 2013, también concluye que aquellos investigadores que participan en equipos de colaboración mixtos superan en productividad y citas a aquellos que lo hacen en grupos de un solo género. "Esto demuestra que hay campos tecnológicos que salen perjudicados por la ausencia de mujeres, que aportarían otros puntos de vista y mayor diversidad a la investigación", asegura Sánchez de Madariaga.
"Es cuestión de productividad y excelencia"
De la misma opinión es la física Pilar López Sancho, Presidenta de la Comisión Mujeres y Ciencia del CSIC, para quien "una ciencia hecha solo por hombres no puede ser neutral, ni objetiva" y que insiste en que aumentar la presencia de mujeres en áreas STEM, "no es solo una cuestión de justicia social, sino también de productividad y excelencia".
Para Sánchez de Madariaga, este tipo de estudios son importantes porque muestran con datos las diferencias de género a la hora de evaluar los méritos y las capacidades. "Tener estudios que miden estas diferencias es muy importante para mostrar la realidad y es que, incluso en el mundo académico y científico, que es uno de los más objetivos, hay un trato diferencial entre hombres y mujeres".
Pero pese a la contundencia de los datos, sigue habiendo reticencias a aceptar la existencia de un sesgo machista en al ámbito STEM. "Los científicos piensan que siempre son objetivos", asegura López, "y muchas veces no lo aceptan, aún cuando les enseñas los datos". Sin embargo, pruebas y estudios aparte, es difícil ignorar el hecho de que desde que en 1903 Maria Skłodowska-Curie fuera galardonada con el Nobel de Física, solo otra mujer, Maria Goeppert-Mayer, lo haya conseguido. Y, desde entonces, han pasado más de sesenta años.