Los arqueólogos aseguran que se utilizaba como maza para trabajar otras rocas a golpes. Pero a ver quién está dispuesto a arriesgar su reputación científica sugiriendo que el falo de piedra de 20 centímetros y 28.000 años de edad hallado en 2005 en una cueva de Alemania servía para que las mujeres del Paleolítico le dieran alegría al cuerpo.
Lo cierto es que, casi desde que existen registros históricos, la fértil imaginación humana ha empleado las herramientas a su alcance como juguetes sexuales. En la Grecia clásica, tanto el arte como la literatura reflejaron el uso de dildos, o consoladores. A los materiales tradicionales, incluyendo el cuero, los griegos sumaron el pan, en forma de colines fálicos.
Un rumor que circula por internet, aparentemente originado por una responsable del Museo del Sexo de Nueva York, atribuye a la reina Cleopatra de Egipto la invención del primer vibrador: una calabaza llena de abejas. Aunque la leyenda no viene acompañada de pruebas históricas y el concepto en sí mismo es absurdo, ilustra a la perfección una realidad: el empeño del ser humano por exprimirse el cerebro para encontrar nuevas y mejores maneras de dar(se) placer.
'Histeria' de los vibradores
Una muestra de ello: el vibrador fue el quinto aparato doméstico que se electrificó, después de la máquina de coser, el ventilador, la tetera y la tostadora, según Rachel P. Maines, historiadora de la Tecnología de la Universidad de Cornell (EEUU). Maines es autora del libro La tecnología del orgasmo: La 'histeria', los vibradores y la satisfacción sexual de las mujeres (Milrazones, 2010), que tuvo una versión cinematográfica ficcionada en la película de 2011 Hysteria.
La historiadora relataba cómo en el siglo XIX muchas mujeres eran diagnosticadas de histeria, un presunto trastorno de comportamiento que en realidad no era sino frustración sexual, y que los médicos curaban masajeando los genitales de las pacientes hasta conducirlas a un paroxismo convulsivo, que no era otra cosa que un orgasmo.
Debido a la laboriosidad de estos masajes manuales, el tratamiento de la histeria era, según Maines, "un trabajo que nadie quería", hasta que en la década de 1880 el médico británico Joseph Mortimer Granville inventó el primer vibrador electromecánico. Anteriormente existían otros modelos a cuerda o a vapor; pero el artefacto de Granville, que él diseñó para terapias musculares, fue rápidamente adoptado por la comunidad médica para el tratamiento de la histeria.
Con el cambio de siglo proliferaron los fabricantes que comenzaron a ofrecer modelos domésticos, y que se publicitaban en las revistas y catálogos para mujeres como aparatos de masaje y belleza. Eso sí, los anuncios solían incluir alusiones nada enigmáticas sobre su uso para "aliviar tensiones" o "calmar congestiones locales".
Los vibradores no empezaron a comercializarse explícitamente como útiles sexuales hasta los años 70, y desde entonces se han convertido en electrodomésticos comunes. En 2009, un estudio de la Universidad de Indiana sobre más de 2.000 mujeres en EEUU reveló que el 52,5% los empleaban, en soledad o en compañía, con o sin penetración, y que sus usuarias los asociaban a "conductas de mejora de la salud y función sexual positiva".
Y los vibradores ya no son algo exclusivamente femenino: otro estudio en paralelo del mismo grupo descubría que el 44,8% de ellos también los utilizan, aunque aún faltan datos sobre otros tipos de juguetes sexuales.
Ciencia juguetona
Hoy estamos asistiendo a una auténtica revolución tecnológica del sexo. Los juguetes para adultos ya no son artefactos fálicos que se limitan a vibrar de cualquier manera. Desde su compañía Orgasmatronics, un doctor en física por la Universidad de Yale que se hace llamar Doctor X Treme pretende "desatar el poder de la física aplicada en la construcción de juguetes sexuales".
Treme presenta ecuaciones para explicar que sus productos se basan en el concepto de impedancia mecánica, o la relación entre fuerza y velocidad en una estructura sometida a vibración. Su idea se basa en ajustar la vibración a la impedancia del clítoris para transmitir eficientemente la energía. Fruto de este concepto es el Orgasmatron, un potente vibrador con forma de pera que sirve como base para todo tipo de accesorios.
Una característica frecuente en la nueva generación de vibradores es la adaptación a las formas naturales del cuerpo. Como ejemplo, el vibrador para parejas We-Vibe tiene forma de horquilla, de modo que un extremo se introduce en la vagina y el otro se posa sobre el clítoris, estimulando también el pene durante el coito. El We-Vibe, que se diseña y ensaya en maniquíes anatómicos, es la solución de autoempleo de un ingeniero de la compañía canadiense de telecomunicaciones Nortel, que fue a la quiebra en 2009.
Y si el hardware es innovador, no lo es menos el software. Los vibradores actuales son pequeños ordenadores que pueden programarse; por ejemplo, para responder a la música favorita de cada cual. Esta fue la idea de Suki y Brian Dunham al crear el OhMiBod, un vibrador anatómico concebido para que las mujeres lo lleven bajo la ropa interior y que no solamente se maneja por control remoto, sino que se acopla por Bluetooth a un iPod o un iPhone para responder al ritmo de la música, los tonos de llamada, la voz o el sonido ambiental. Los Dunham han ampliado su oferta con nuevos productos y con versiones para Android.
Cómo hackear tus juguetes
Como todo dispositivo programable, los vibradores actuales también se pueden hackear. En el más puro espíritu del DIY (Do It Yourself, o Hazlo tú mismo) que inspira la ciencia y la tecnología de garaje, algunos diseñadores hacen uso de plataformas de hardware y software de acceso abierto, como Arduino, para crear sus propios juguetes a base de piezas sueltas o impresiones 3D, o bien para hackear los ya existentes.
Una artista e ingeniera de computación describe en su blog cómo hackeó un vibrador para acoplarle un sensor de sónar que responde a las oscilaciones ultrasónicas del aire, lo que activa el aparato al pasar la mano sobre el mando. Orgasmatronics vende kits sencillos para hackear vibradores, incluidos los suyos. Y siguiendo la tendencia de la economía digital, a menudo estos proyectos se financian por crowdfunding.
Con un doctorado en robótica por la Universidad Carnegie Mellon (EEUU), Kit Stubbs forma parte de esta corriente al frente de su iniciativa The Toymaker Project, que nació con la creación de un dildo multifuncional y luminoso llamado The hammer (El martillo). "La gente siempre ha estado interesada en construir y hackear objetos para su propio placer, pero con la llegada de internet, ahora las personas con intereses similares pueden conectar y compartir sus proyectos", comenta Stubbs a EL ESPAÑOL; "también estamos viendo más proyectos de tecnología sexual porque los microcontroladores y los sensores ahora son más baratos y fácilmente accesibles".
Stubbs señala una frontera que aún queda por cruzar, la de conseguir que los dispositivos sexuales aprendan cómo satisfacer a cada usuario. La mayoría de los juguetes actuales aún operan según lo que Stubbs denomina "control de lazo abierto"; "No tienen capacidad sensora, los enciendes y cumplen su función, pero no tienen conocimiento de ti, ni de sí mismos". "Estoy deseando ver el desarrollo del control de lazo cerrado: juguetes que usan sensores para detectar tu reacción a ellos y adaptarse a ti". Stubbs apunta que estos juguetes inteligentes ya están abriendo brecha, como es el caso del HUM, diseñado por dos físicos y una biohacker.
Teledildónica, sexo a larga distancia
Hoy internet no solo fomenta el desarrollo de nuevos juguetes sexuales, sino que forma parte integral de ellos. Los vibradores con mando remoto, como el OhMiBod o el We-Vibe, ya disponen de sus propias apps (We-Connect y OhMiBod Remote App, respectivamente) que ofrecen la función de manejo a larga distancia, de modo que dos personas separadas por miles de kilómetros puedan practicar sexo virtual, viéndose y hablándose vía internet o smartphone, mientras cada uno controla el vibrador de su pareja.
Estos sistemas que posibilitan las relaciones virtuales a distancia, estables o casuales, inauguran un nuevo campo en el que muchos ven el futuro de la tecnología sexual: la teledildónica.
La evolución de la teledildónica se encamina a proporcionar experiencias sexuales próximas a las reales, ya sean en pareja o en solitario, haciendo uso de tecnologías de realidad virtual. Los juguetes controlables a distancia son un avance, pero aún deberán desarrollarse los elementos que permitan transmitir las sensaciones táctiles. De la vista y el oído se encargará el casco de realidad virtual Oculus Rift, que comenzará a comercializarse a finales de marzo. Y aunque esta compañía, propiedad de Facebook, ha anunciado que vetará los contenidos pornográficos en su tienda de aplicaciones (y en cambio, no ha expuesto objeciones a la violencia explícita), los programadores independientes ya han comenzado a adelantarse para sacar partido a las posibilidades sexuales de la nueva tecnología.
Sin embargo, la realidad virtual no es el último paso. Algunos expertos y futurólogos vaticinan que a lo largo de la primera mitad de este siglo asistiremos al florecimiento de las relaciones sexuales entre humanos y robots. Para el futurólogo Ian Pearson, esta vía viene facilitada por un cambio cultural: "La gente tiene menos miedo de experimentar con juguetes sexuales y está más dispuesta a hablar de ello", apunta a EL ESPAÑOL. A esto se une, según el tecnólogo David Levy, autor del libro Amor y sexo con robots (Paidós, 2008), que los científicos especializados en robótica se interesan cada vez más por el desarrollo de robots sexuales, lo que acelerará su llegada al mercado.
Robosex
Por el momento, el uso de la tecnología se limita a la masturbación asistida, pero "se convertirá en sexo robótico cuando la máquina pueda tomar sus propias decisiones y actuar en consecuencia", precisa Pearson, para quien el sexo robótico no implica necesariamente el uso de muñecos realistas: "Un lavavajillas es un robot si analiza lo que metes dentro y selecciona el programa de acuerdo a ello; cuando tu juguete sexual determine qué estimulación aplicar, será un robot".
Según expone Levy a este diario, el punto de inflexión en el nacimiento del sexo robótico será no tanto el realismo de las máquinas, sino de las experiencias: "Una vez que la masturbación basada en la tecnología sea lo suficientemente realista, ésta se aplicará también a los robots sexuales", predice para EL ESPAÑOL.
Tanto Pearson como Levy pronostican que en 2050 el sexo con robots será algo habitual, e incluso superará a las relaciones entre humanos. Si a esto añadimos que compañías como la californiana RealDoll ya producen muñecos y muñecas hiperrealistas, y que sus creadores están impacientes por incorporar la robótica y la inteligencia artificial a sus diseños, se diría que en el futuro las relaciones entre humanos y máquinas serán algo más que sexo: "Ciertamente, las personas se enamorarán de los robots", sentencia Pearson.
Todo lo cual puede resultar incitante para algunos, pero terrorífico para otros. Sin embargo, los expertos no creen que la tecnología vaya a desencadenar un apocalipsis en las relaciones humanas.
Para Stubbs, quien confiesa una preferencia por las personas sobre las máquinas, estos avances no solo nos harán más felices, sino que ayudarán a colectivos como las personas transgénero o con discapacidades: "Los strap-ons [consoladores con arnés] inteligentes, que transmiten sensaciones al usuario, te permitirán disfrutar de relaciones con penetración, incluso si no tienes pene o no funciona como debería". "No creo que estos nuevos juguetes vayan a separar a la gente", concluye Stubbs.
Pearson piensa que el sexo con robots coexistirá a gusto con la modalidad clásica: "Aunque tengas una calculadora o un móvil, todavía a veces haces cuentas por ti mismo; los enamorados siempre querrán mostrar su amor recíproco por medio del sexo".