Con frecuencia los medios informan de un terremoto de, por ejemplo, "6,3 grados en la escala de Richter". Otros hablan de la escala "abierta" de Richter, lo cual tal vez desconcierte a algunos. Lo cierto es que añadir la coletilla de "abierta" es correcto, dado que la escala de Richter lo es: no tiene un máximo. Lo que no es correcto es hablar de grados.
El sistema desarrollado por Charles Richter en 1935 mide la magnitud de un seísmo a través de la onda más amplia que dibuja la pluma del sismógrafo, y a estos valores se les asigna un número por convenio.
La escala es logarítmica, de modo que un seísmo de magnitud 4 es diez veces más potente que uno de 3. Pero estos números no tienen unidades, por lo que decir "grados en la escala de Richter" es inapropiado.
Pero además hay una objeción a la totalidad, y es que en realidad la escala de Richter, originalmente llamada de magnitud local o ML, dejó de emplearse hace décadas.
Según el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), "es un método anticuado que ya no se utiliza". El motivo por el que cayó en desuso es que se satura a altos valores, por lo que no mide correctamente la energía liberada por los seísmos más fuertes. Algunos científicos sitúan su límite superior de validez en 6,5, mientras que otros lo rebajan hasta 5.
Para evitar este problema se desarrollaron otros sistemas de medida. En España los temblores suaves se denotan en magnitud mbLg, que también se basa en la amplitud de las ondas; mientras que los más fuertes, como el del pasado 25 de enero, se miden en magnitud de momento o MW, un cálculo derivado de parámetros físicos.
Tanto en un caso como en el otro, la forma correcta de expresarlo es "terremoto de magnitud X". Para los seísmos moderados este número coincide con el que se obtendría en la escala de Richter, pero los sismólogos recomiendan evitar esta nomenclatura anticuada para evitar confusión.
Otro parámetro diferente es la intensidad del terremoto. Este valor corresponde a lo más intuitivo, cómo se siente el temblor y qué daños produce, por lo que su valor será distinto en cada localidad.
En este caso sí puede hablarse de grados: la tabla de intensidades, la Escala Macrosísmica Europea 1998 (EMS-98), asciende desde el grado I (no sentido) hasta el máximo de XII (completamente devastador). En Melilla, el seísmo del 25 de enero alcanzó una intensidad máxima de grado V (fuerte).