En 1957, Arthur Schawlow y Charles Hard Townes comenzaron a trabajar en un revolucionario dispositivo, un compartimento largo y estrecho con espejos a cada lado donde rebotara la luz generada al estimular los átomos del interior del tubo. En uno de los extremos, el espejo sería un poco diferente, para permitir que parte de la luz escapara en lo que se bautizó como interferómetro de Fabry-Pérot.
Este invento, el láser, ha sido sencillamente revolucionario, y a él le debemos tecnologías como el CD musical o la cirugía robótica. Esta semana, un grupo de investigadores franceses y húngaros ha logrado una forma de imprimir láseres tan económica, segura y eficiente que, aseguran, pueden ser desechados tras su uso. El hallazgo aparece en el Journal of Applied Physics.
Schawlow y Townes habrán dado un vuelco en sus tumbas al comprobar que, como el suyo, este nuevo láser también incluye un pequeñísimo interferómetro de Fabry-Pérot.
"El bajo coste y la facilidad de fabricación de estos chips láser son los aspectos más significativos de nuestros resultados", dijo en un comunicado Sébastien Sanaur, profesor asociado en el Centro de Microelectrónica de Provence (Francia) y co-autor del trabajo.
Los investigadores emplearon una impresora de inyección de tinta, una forma de fabricación relativamente barata ya que permite disparar pequeños chorros de un fluido sobre casi cualquier material. Recientemente han aparecido estudios (PDF) que validan su utilización para crear pequeñas aplicaciones de electrónica wearable.
La tinta escogida fue una variedad comercial llamada EMD6415, con la que imprimieron pequeños cuadrados teñidos de rojo o amarillo sobre un portaobjetos de cuarzo. Estos cuadrados de tinta sirven como núcleo del láser, amplificando la luz y produciendo el característico haz. Una vez se tiene esto, basta añadir espejos y un interferómetro en miniatura para tener un cabezal láser por unos cuantos céntimos.
Esto resolverá uno de los grandes problemas de los láser inorgánicos, que es su rápida degradación. Los investigadores creen que estos pequeños dispositivos, que podrían emplearse para analizar y enviar datos químicos o biológicos, acabarán siendo tan desechables como hojas de afeitar.