Un avión es un microcosmos social: más de un centenar de personas sin conexión aparente entre sí viajan juntas, codo con codo durante unas horas. El menguante espacio entre los asientos, los dichosos retrasos o la mala educación de los pasajeros son algunos de los motivos por los que un placentero vuelo puede convertirse en un infierno. Pero ahora, el primer estudio empírico sobre el tema pone el foco en otro motivo de posibles conflictos a bordo de un avión: las desigualdades de clase.
En el trabajo publicado en PNAS, Katy DeCelles, investigadora en la Escuela de Administración Rotman de la Universidad de Toronto, y Michael Norton, profesor de la Escuela de Negocios de Harvard, constatan un hecho bastante sorprendente: en aviones que cuentan con clase business se multiplica por cuatro la posibilidad de que exista un conflicto entre los pasajeros.
De hecho, la propia DeCelles se mostró sorprendida por el resultado de sus investigaciones, realizadas a partir de una base de datos de miles de incidentes en vuelo documentados durante varios años para una gran compañía aérea internacional. "Esperaba que la falta de espacio para las piernas de los pasajeros fuera un factor más relevante para desencadenar la agresividad en los aviones, pero no es así".
Otros factores a priori lógicos para aumentar la conflictividad, como el consumo de alcohol o la duración de los vuelos, tienen un impacto menor de lo que cabría esperar, según la autora.
Lo que sostienen los investigadores a través de este informe es que la desigualdad física y situacional que se dan en entornos cotidianos, como el interior de un avión comercial, pueden desencadenar un comportamiento antisocial.
De hecho, estas desigualdades no han dejado de crecer en la mayoría de las aerolíneas del mundo. Mientras las zonas de primera clase aumentan en confort, la clase turista ha ido restando espacio al pasajero poco a poco -en la última década el espacio estándar entre asientos se ha reducido cerca de un 10%, según The New York Times- e incluso el aire que uno respira en un avión puede ser sustancialmente distinto en función de la tarifa que el viajero esté dispuesto a pagar.
Las conclusiones del estudio reflejan incluso que la conflictividad puede duplicarse si los pasajeros de clase turista tienen que cruzar la zona de business durante el embarque. Así pues, que las compañías tomen nota: es mejor que los pasajeros accedan al avión por la puerta central, que divide ambas clases. Y la cortina que separa ambos universos, mejor cerrada.
"Separar la parte de la cabina de business de la de clase económica contribuye a rebajar la agresividad en ambos espacios", concluye DeCelles, quien sugiere a las compañías aéreas que busquen la forma de tratar mejor a sus clientes especiales, sin molestar a los otros "que también han pagado".