El estigma y el rechazo a las personas diagnosticadas con alguna enfermedad mental provienen del desconocimiento y del silencio sobre algo que nos puede ocurrir a cualquiera en algún momento.
Una de cada cuatro personas en el mundo sufrirá una enfermedad mental a lo largo de su vida, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Se manifestará en forma de esquizofrenia, de depresión, de ataques de ansiedad o de otras maneras.
El estigma, una de las principales barreras a las que se enfrentan en su vida diaria las personas diagnosticadas, proviene del desconocimiento sobre las enfermedades que entran en el ámbito de la salud mental. Así, a la depresión se la reduce a un estado de ánimo, como si se tratara de una tristeza pasajera por la ruptura de una relación de pareja o por la muerte de un ser querido. En realidad se trata de una enfermedad como ocurre con ciertos ataques de ansiedad, los trastornos de la personalidad, afecciones neurológicas como la epilepsia, estrés postraumático, enfermedades mentales graves como la esquizofrenia...
Quienes sufren estas enfermedades se enfrentan al obstáculo añadido de la incomprensión, el miedo...
Cuando pica la piel, al dermatólogo; cuando hay una caries o encías inflamadas, a un odontólogo; cuando duele la espalda, al fisioterapeuta; cuando hay problemas de vista, a un oftalmólogo. Otorrinos, traumatólogos y demás médicos se especializan en una parte del cuerpo para tratar el desequilibrio en sus síntomas. La capacidad de identificarlos permite saber a qué especialista recurrir.
En el caso de personas con enfermedad mental, muchas veces está dañada su propia percepción del mundo y de sus propias sensaciones. Cuando nos duele nuestra mente, lo más profundo de nosotros que algunos llaman “alma”, ¿en qué parte de nuestro mundo físico se manifiesta?
Millones de personas en el mundo padecen estas enfermedades con el obstáculo añadido de la incomprensión por desconocimiento, por el miedo, por la sobreprotección de muchos entornos familiares y de amistades, por falta de recursos, por la institucionalización de “la enfermedad mental”, cuando sólo existen personas concretas que las padecen, como nos recuerdan muchos médicos y expertos. Y, con los apoyos adecuados, pueden superarlas.
En España, 400.000 personas padecen esquizofrenia: por cada diabético de tipo I, hay 4 con esquizofrenia
Si se toma por “normal” aquello que ocurre con frecuencia, la enfermedad mental dejará de ser una simple extravagancia que sólo les ocurre a “los que se drogan”, a “los débiles”, a “los raritos”. En España, 400.000 personas padecen esquizofrenia, una de cada cien, al igual que en el resto de Europa. Esto significa que, por cada paciente con diabetes tipo I, hay 4 con esquizofrenia, como recuerda la Confederación Salud Mental España.
A esto hay que añadir el resto de enfermedades mentales, entre ellas la depresión, una que va en aumento y que se convierte en una de las enfermedades más incapacitantes de nuestros tiempos. Tomar conciencia de esta presencia de la enfermedad mental en la sociedad sirve como punto de partida para comprender que pueden afectar a cualquiera a lo largo de su vida, o a algún familiar cercano o amigo.
El estudio Proyecto VOZ-Necesidades de las personas con esquizofrenia/psicosis y sus cuidadores, realizado en España con más de 5.000 pacientes, indica que el 90% de las personas diagnosticadas tienen como principal preocupación las relaciones afectivas con la familia, pareja o amigos. Una de cada tres no se siente aceptado en el momento en que se manifiesta la patología por primera vez, y casi la mitad afirma no tener libertad suficiente para tomar decisiones importantes en su vida. La exclusión que sufren no surge una limitación individual sino de problemas que atañen a la sociedad en su conjunto.
Las salidas en grupo se han convertido en una de las herramientas para romper el aislamiento y la soledad
Las salidas en grupo de voluntarios y personas diagnosticadas para ver exposiciones, para dar paseos, para visitar puntos de interés, para hacer senderismo, para comer o para otras actividades de ocio se han convertido en una de las herramientas del voluntariado para luchar contra el estigma y la discriminación, y romper el aislamiento y la soledad.
De esos grupos han surgido iniciativas que han germinado en campañas como la de Solidarios para el Desarrollo con ocasión del Día Mundial de la Salud Mental. Se han lanzado dos videos –uno centrado en la esquizofrenia y el otro en la depresión– que hacen hincapié en la necesidad de escuchar, conocer y compartir para luchar contra el estigma.
“Escuchamos esquizofrenia y ya sólo escuchamos nuestro miedo”, dice una voz en off. Nuestro miedo nos impide conocer algo que nos puede afectar en un punto de nuestras vidas.
*** Carlos Miguélez Monroy es periodista.