"¿Por qué el pollo cruzó la carretera?". Esta cuestión, que a priori podría parecer una chorrada sin sentido, es uno de los chistes del antihumor más populares de la cultura anglosajona, y su respuesta es aún más disparatada: "Para llegar al otro lado".
Pues bien, este absurdo ha sido objeto de estudio de unos científicos australianos, que han decidido reformular la pregunta de forma negativa y preguntarse cómo influyen el tráfico y el tamaño de las carreteras en el interés de distintos tipos a la hora de cruzarlas. Los resultados han sido publicados en la revista Frontiers in Ecology and Evolution.
Los investigadores clasificaron las calzadas en función del número de carriles que tenían (desde dos hasta seis) y ordenaron a los distintos tipos de aves que había alrededor del campus en función de los lugares en los que habitaban y su tamaño. Así, durante un tiempo, monitorizaron el comportamiento de las distintas aves para ver cuál era su comportamiento.
Los resultados obtenidos por el profesor Christopher Johnson y su equipo apuntan que las aves (especialmente las más pequeñas) muestran grandes reticencias a cruzar las carreteras, sobre todo cuando el número de carriles es especialmente amplio. Según las conclusiones de los investigadores, este miedo a cruzar podría deberse al ruido causado por el tráfico más que al tamaño de la carretera en sí.
Efectivamente, podría parecer un estudio sin sentido pero, en realidad, establecer este tipo de conclusiones resulta de vital importancia para la conservación de las especies aéreas y analizar cómo establecen los límites de sus territorios. Tradicionalmente, su hábitat se ha visto alterado por la mano del hombres, que suele interferir en actividades como la migración, la cría o la búsqueda de alimento con la construcción de infraestructuras o la tala de árboles.
Así, este estudio podría suponer el punto de partida para la búsqueda de mecanismos que permitan a las aves atravesar esos ruidosos caminos que tanto les asustan y encontrar nuevos lugares en los que poder vivir.