¿Podemos comernos un alimento que se ha caído hace un instante al suelo? La sabiduría popular dice que sí, siempre y cuando no haya superado la infranqueable barrera de los cinco segundos desde que cae hasta que es recogido por la mano del hombre. Es la archiconocida "regla de los cinco segundos", que ha ido transmitiéndose de padres a hijos, generación tras generación, adquiriendo fama mundial.
Pero, ¿qué hay de cierto en esta creencia popular? ¿Existe un umbral crítico a partir del cual los alimentos que han estado en contacto con el suelo se convierten en bocados contaminados por bacterias? Por descabellada que parezca la cosa, lo cierto es que la ciencia ha tratado de arrojar algo de luz sobre la cuestión. Y la realidad es que todo depende de tres variables: la suciedad -es decir, el número de microbios- que haya en el suelo, el tiempo transcurrido y el tipo de alimento.
Pero empecemos por el principio. ¿De dónde surge esta regla que ha logrado traspasar océanos de sabiduría? Tal y como explican en The Conversation, son algunas las voces que sitúan su origen en The French Chef, un mítico programa de cocina emitido en Estados Unidos durante la década de los 60 y presentado por Julia Child, estrella de la televisión de la época. Otras, sin embargo, apuntan que la regla habría sido formulada mucho antes.
El primer experimento
Lo cierto es que el primer experimento relacionado con la cuestión data de 2003 y tuvo lugar en la Universidad de Illinois. La investigadora Jillian Clarke entró en 2004 en los Annals of improbable research -una revista dedicada al humor científico- tras contaminar unas baldosas de cerámica con E.coli e investigar si las galletas y golosinas que había tirado sobre ellas habían sido contaminadas antes de los respectivos cinco segundos. ¿El resultado? Efectivamente, se contaminaban, aunque no consiguió averiguar en qué cantidad.
En 2007, un equipo de la Universidad de Clemson (California) publicó un estudio en la revista Journal of Applied of Microbiology en el que abordaron la cuestión de nuevo. Esta vez inocularon distintas superficies (azulejos, alfombras y parqué) con Salmonella e intentaron comprobar si se cumplía la susodicha regla con un pedazo de pan y unas salchichas. Volvieron a repetir este experimento después de que los microbios estuvieran cuatro, ocho y hasta 24 horas sobre los distintos tipos de pavimento.
El resultado fue que la cantidad de bacterias que se transfería a los alimentos no dependía del tiempo que pasaban en contacto con las distintas superficies. Lo que realmente influía era el número de patógenos con los que se encontraban. También pudieron comprobar que la transmisión de la Salmonella era casi inmediata. Eso sí, tal y como contó el propio autor del estudio, Paul Dawson, averiguaron que hasta la comida que cayó sobre los azulejos y la madera llegaron entre un 48% y un 70% de las bacterias. En cambio, la que cayó sobre la alfombra apenas fue infectada por un 1%.
Tiempo y textura
El último estudio en abordar la cuestión data de 2016 y fue publicado por la revista Applied and Environmental Microbiology. Los investigadores de la Universidad de Rutgers (Estados Unidos) terminaron de enterrar la regla de los cinco segundos tras replicar el experimento de Dawson añadiendo nuevas superficies y más tipos de alimentos. En total, realizaron más de 2.500 mediciones en 128 escenarios distintos.
Según aseguró Donald Schaffner, autor principal del estudio, "el tiempo, la textura de la comida y el tipo de superficie donde cae contribuyen a la contaminación cruzada". Es decir, las bacterias se transfieren más rápidamente a alimentos húmedos como la sandía antes que a otros secos como puede ser un caramelo. "Las bacterias no tienen piernas, se mueven con la humedad, y cuanto más húmeda sea la comida, mayor es el riesgo de transferencia. Además, los tiempos más largos de contacto con los alimentos suelen dar lugar a una transferencia mayor de bacterias", apunta Schaffner.
Así, los científicos han podido demostrar que la regla de los cinco segundos no hace inocuos a los alimentos. La transferencia de bacterias, aunque sea en un porcentaje muy bajo, se produce de forma rápida en un buen número de casos. Esto, evidentemente, tal y como señalan los expertos, no significa que vayamos a caer enfermos por comernos un dulce del suelo. Pero tampoco es menos cierto que hay bacterias realmente agresivas para nuestro organismo que actúan incluso cuando su presencia en los alimentos es prácticamente anecdótica. Incluso cuando no ha pasado ni siquiera un segundo desde que cayeron al suelo. Adiós al mito.