117 asesinados en lo que va de año: los mártires del medio ambiente
Wayne Lotter, un conservacionista sudafricano que ha luchado contra la caza furtiva de elefantes en Tanzania durante los últimos 30 años, ha sido la última víctima de una larga lista.
25 agosto, 2017 17:19La noticia saltó el pasado viernes. Wayne Lotter, un conocidísimo activista que había dedicado las últimas tres décadas a proteger a los elefantes en África de la caza furtiva, había sido asesinado. Dos desconocidos asaltaron el taxi que lo llevaba desde el aeropuerto de Dar es Salam (Tanzania) hasta su hotel, abrieron la puerta y le dispararon a bocajarro cuando se encontraba en su interior.
Lotter fue director y cofundador de la PAMS Foundation, una ONG que ofrece soporte a gobiernos y comunidades africanas para intentar acabar con los cazadores que amenazan la fauna salvaje del continente negro. Según cifras de la organización, desde 2009, fecha de su fundación, habían conseguido proteger a más de 32.000 elefantes y propiciado el arresto de 2.000 cazadores furtivos y traficantes de marfil. Sin ir más lejos, Lotter había colaborado de forma activa con la Unidad de Investigación de Crímenes Graves Nacionales e Internacionales (NTSCIU) que consiguió detener a Yang Feng Glan, la ‘Reina del Marfil’. Ésta y otras acciones le habían valido para recibir numerosas amenazas de muerte que, desgraciadamente, acabaron cumpliéndose.
El de Lotter no es un caso aislado. De hecho, según The Guardian, en 2017 han sido asesinadas 117 personas por defender los bosques y los ríos de nuestro planeta de los efectos nocivos de la industria, o por luchar, como en el caso de este sudafricano, contra el tráfico de marfil en Tanzania y la caza ilegal de animales salvajes.
La mayoría de los asesinatos que se han producido en Sudamérica, África o Asia tienen una característica común: el interés de la industria y de las mafias por explotar los recursos naturales en zonas deprimidas, en las que la ley no ofrece demasiadas garantías y la corrupción campa a sus anchas entre funcionarios y policía. En este contexto, los bosques son esquilmados, las minas explotadas, los animales cazados y, aquellos que alzan la voz, silenciados.
En 2016, 201 personas fueron asesinadas en 24 países de todo el mundo. Casi el 40% eran indígenas. Según el diario británico, existen fuertes evidencias de que el ejército y la policía estaba detrás de, al menos, 43 de estos asesinatos. Este año, y a falta de cuatro meses aún para que acabe el año, las víctimas superan la centena. Brasil (33), Colombia (22) y Filipinas (17) son los países en los que más asesinatos se han registrado hasta la fecha.
En el caso del país sudamericano, la mayoría de las personas muertas trataban de combatir la tala ilegal en el Amazonas o de defender la democratización del acceso a la tierra. Es el caso de Raimundo de Mota de Souza Jr., líder del Movimiento de Pobres Agricultores de Bahía (MPA), que fue asesinado el pasado 13 de julio. De Mota, de 38 años, se encontraba trabajando en el campo junto a su hermano y sobrinos cuando cuatro pistoleros se bajaron de un coche y le dispararon. El 6 de julio, apenas una semana antes, Ademir de Souza, líder local de la Liga de los Campesinos Pobres (LCP) era también tiroteado en un lavadero de coches.
Según los datos que la ONG Global Witness ha facilitado a The Guardian, África se encuentra aún lejos de la cifra de muertes violentas que se producen en Sudamérica y Asia. Sin embargo, eso no quiere decir que no ocurran. De hecho, la muerte de Wayne Lotter ha vuelto a poner el foco en este continente. Hace apenas un mes, cuatro guardabosques y un porteador fueron también abatidos en una emboscada en la Reserva de Okapi, en la República Democrática del Congo. Tras el asesinato se encuentran los Mai Mai, un grupo rebelde local que había estado llevando a cabo actividades ilegales de caza furtiva y minería.
La lacra parece no tener fin y las muertes siguen aumentando año tras año. Pese a que la mayoría de los estados tienen leyes para regular la caza, la tala de árboles o la minería, éstas son frecuentemente ignoradas con la complicidad de muchos gobiernos. Mientras tanto, aquellos que deciden alzar la voz o plantar cara, se juegan directamente la vida.