Una 'youtuber' se disfraza de la bruja de 'El mago de Oz'.

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Ciencia

Burundanga en la escoba y otras curiosidades de los personajes de Halloween

La capacidad para volar de las brujas y su fama de hechiceras está vinculada al uso que hicieron de la escopolamina y otras plantas alucinógenas.

31 octubre, 2017 18:30

Hasta hace un tiempo, el 31 de octubre en España no era más que la víspera del Día de Todos los Santos. Sin embargo, la afición española a tomar prestadas las fiestas de los demás ha llevado a que en los últimos años Halloween sea una de las noches más esperadas del otoño.

Por eso, niños y no tan niños de todo el país se encuentran este martes finalizando los últimos detalles de sus disfraces, que deben ser terroríficos para cumplir con la tradición. Pero lo que muchos no saben es que la inmensa mayoría de esos monstruos y personajes ficticios que tratan de imitar tienen historia y, sobre todo, ciencia detrás.

Las brujas y la burundanga

La inmensa mayoría de las mujeres que fueron calificadas como brujas durante la Edad Media solían ejercer como curanderas por su amplio conocimiento sobre las cualidades de los compuestos naturales. Pero no sólo conocían sus propiedades medicinales, sino que también estaban muy informadas sobre los efectos alucinógenos de algunas plantas, como la mandrágora, el estramonio o la belladona.

Y precisamente una sustancia procedente de esta última fue la responsable de que se las comenzara a describir como hechiceras volando sobre escobas. Se trata de la hioscina, más conocida como escopolamina o burundanga. Por alguna razón, a alguna de ellas se le debió ocurrir untar el mango de su escoba con esta planta y montar sobre ella, favoreciendo que los compuestos alucinógenos se absorbieran a través del recto o la vagina, dando lugar a un efecto rápido y bastante placentero.

Como es lógico, este descubrimiento se difundió rápidamente entre ellas, por lo que verlas disfrutando sobre sus escobas se convirtió pronto en algo frecuente que ha llegado a nuestros días como la imagen típica de las brujas. Desde luego, no volaban como tal, pero se lo pasaban bastante bien creyendo que lo hacían.

Los zombies y la rabia

Uno de los disfraces más típicos en Halloween, especialmente desde el estreno de la serie The Walking Dead, es el de zombie, en todas sus variantes. Pero si hay algo que tienen todos ellos en común es su origen, pues la idea del "no muerto" procede de los pacientes afectados por la rabia, una enfermedad que no sólo afecta a los perros.

Si bien es cierto que cada vez son menos frecuentes los casos en humanos, y mucho menos en los países desarrollados, esta enfermedad puede también afectar a las personas, que se convierten en verdaderos títeres a merced del virus que la produce. Como todo virus, el de la rabia necesita un hospedador para reproducirse. Por eso, una vez que infecta a un animal le genera una agresividad descontrolada que le conduce a morder a otros, que a su vez se convertirán en nuevos hospedadores.

Además, al encontrarse en la saliva, es perjudicial para el virus que ésta se diluya, por lo que genera en los infectados una gran aversión al agua, induciéndoles miedo y arcadas con sólo acercarse a ella. Definitivamente se puede decir que no son zombies, son infectados.

El trastorno del pingüino de 'Batman'

Aunque en la actualidad los personajes de la saga de Batman más frecuentes en las fiestas de Halloween son el Joker y su pareja, Harley Queen, otro rol bastante aterrador de los filmes del famoso superhéroe es el del pingüino. Quizás sus creadores no lo tenían en mente cuando idearon su historia, pero su comportamiento se puede describir a la perfección en base a un trastorno psiquiátrico conocido como trastorno histriónico de la personalidad.

Por lo general, estos enfermos buscan de forma desesperada la aprobación de los demás, sin pensar en las consecuencias de los actos que cometen. En el caso de este villano, con su comportamiento busca continuamente ser aprobado por todo el mundo, desde su madre hasta el propio Batman. Además, se dice de él que tuvo una infancia dura, en la que fue acosado por otros niños, algo muy común en este tipo de pacientes.

El sombrerero loco y el mercurio

Si bien a priori el sombrerero loco no se considera un personaje terrorífico, la adaptación al cine de Alicia en el País de las Maravillas por Tim Burton ha llevado a que los amantes de las oscuras películas de este director lo consideren una opción perfecta como disfraz de Haloween. Pero, ¿de dónde procede la locura de este peculiar personaje? Quizás Tim Burton no lo sepa (o quizás sí), pero el que sin duda sabía muy bien lo que hacía al dotarle de esta personalidad fue su creador, el matemático y escritor Lewis Carroll.

La clave está en el mercurio, muy usado antiguamente por los sombrereros, que lo utilizaban como pegamento para unir piezas de piel y fieltro. Por aquel entonces no se sabía, pero este metal es muy dañino para el sistema nervioso central, por lo que puede causar problemas de memoria, insomnio e inestabilidad emocional, haciendo enloquecer a quienes pasan mucho tiempo en contacto con él.

Además, también afecta a un componente de las neuronas de los cerebros en desarrollo, por lo que sus síntomas son aún más notables cuando son niños los que entran en contacto con esta sustancia. Según cuenta en su obra Lewis Carroll, el sombrerero procedía de un clan de hombres de su misma profesión, por lo que pudo estar en contacto con los efluvios del mercurio desde pequeño, con todo lo que ello supuso para su salud mental.

Los vampiros y la porfiria

¿Y qué decir del vampiro? Éste es sin duda una de las elecciones predilectas de quienes deben recurrir a un disfraz de última hora y por supuesto que también tiene una explicación científica detrás de su historia.

En este caso su origen está en las porfirias, un conjunto de enfermedades caracterizadas por un defecto en la síntesis de los glóbulos rojos que causa síntomas comunes como anemia, náuseas e insomnio, pero también otros muy característicos como palidez, fotosensibilidad o un crecimiento anómalo de las encías que hace que los colmillos parezcan más grandes.

Además, antiguamente los sanadores solían tratar las anemias haciendo a los enfermos beber sangre, por lo que los pacientes de porfiria tenían que tomarla muy a menudo. Ni siquiera su aversión a los ajos es un disparate, ya que el consumo de este alimento empeora notablemente los síntomas de la enfermedad. Está más que claro dónde debió nacer la leyenda.