El amor es un tema universal que ha sido retratado desde múltiples perspectivas en el cine, la literatura o la música. Escritores, músicos y directores nos han cautivado cientos de veces a través de historias imposibles. Sin embargo, como bien dice el refrán, la realidad supera muchas veces la ficción. La pequeña localidad de Waikanae, en Nueva Zelanda, ha vivido durante décadas una de estas conmovedoras historias. Pero el protagonista no ha sido ninguno de sus habitantes, sino un ganso. El ganso Thomas, que acaba de morir y al que han enterrado en loor de multitudes.
Thomas, que ha vivido casi 40 años, se convirtió en toda una celebridad en este pueblecito gracias a su historia de amor con un cisne negro llamado Henry, también macho. Los gansos son unas aves que viven en pequeños grupos junto a otros miembros de su especie. Así, cuando eligen a una pareja, lo hacen para siempre. No se separan nunca de ella y bajo ninguna circunstancia. Thomas decidió emprender otro camino, alejarse de su familia y emparejarse con Henry, con el que vivió durante 24 años.
Un buen día, la llama del amor de Henry se apagó. El cisne dejó a Thomas y decidió emparejarse con Henrietta, una hembra de su especie con la que concibió 68 pichones. ¿Qué es lo que hizo Henry? En lugar de alejarse, el ganso se unió a la nueva pareja, formando un peculiar triángulo amoroso y acompañando a Henry hasta que éste murió en 2009, seis años después. "Antes de que apareciera Henrietta, vivieron alrededor de 18 felices años de amor gay", ha explicado su criador Mick Peryer al diario Stuff.
Tras la muerte del Henry, Henrietta decidió abandonar también a Thomas y marcharse con otro cisne. Pero aquí no acabaron las desgracias para el ganso. Cuando por fin consiguió engendrar a sus propios polluelos gracias a la llegada de dos hembras que llegaron al lago Kapti, donde vivía, Thomas vio cómo otro macho de su especie, George, le robaba a sus crías y los criaba como si fueran suyos.
En 2013, Thomas, con más de 30 años de vida desgraciada a sus espaldas, desarrolló una extraña enfermedad que terminó por dejarlo ciego. Fue en ese momento cuando sus cuidadores decidieron trasladarlo al centro Wellington Bird Rehabilitation Trust, en Ohariu Valley. Allí ha pasado sus últimos días comiendo maíz y criando pichones huérfanos. La semana pasada fue enterrado junto a Henry, su gran amor.
La reserva en la que pasó sus últimos días de vida ha publicado un extenso mensaje en Facebook para despedirse de uno de sus huéspedes predilectos. "Gracias, Thomas, por demostrar que hay vida incluso después de perder la vista. Has sido una verdadera inspiración para nuestro trabajo", puede leerse en la nota que publicó el centro en la red social.