Fidel Castro vivió hasta los 90 años, toda una proeza si tenemos en cuenta que los servicios de inteligencia cubanos llegaron a contabilizar 638 intentos de asesinato. Parte de ellos hay que atribuírselos a la CIA, tal y como reconoció la propia agencia estadounidense al desclasificar documentos secretos en 2007. Eso sí, algunos son tan estrambóticos que más bien parecen haber sido diseñados por la TIA de Mortadelo y Filemón.
En buena medida, el responsable de casi todo fue Sidney Gottlieb, un científico al que la CIA puso en 1953 al frente del programa MK Ultra, que no sólo era secreto sino también ilegal. En gran parte consistió en la experimentación con seres humanos de nuevas técnicas de control mental destinadas a todo tipo de propósitos, incluyendo interrogatorios y torturas.
Nacido en el Bronx de Nueva York hace justo un siglo, en 1918, pertenecía a una familia de judíos húngaros y su nombre real era Joseph Scheider. Tras formarse como bioquímico y psiquiatra, su perfil era ideal para desarrollar las investigaciones de la CIA.
En 1960 el presidente Dwight Eisenhower aprobó un plan para derrocar a Fidel Castro. Las ideas iniciales fueron bastante sutiles: pretendían minar la confianza que el pueblo cubano tenía en su líder y para conseguirlo las propuestas de Gottlieb y su equipo fueron tan originales como rociar con LSD un estudio de televisión en el que iba a aparecer.
El asunto del LSD fue recurrente dentro del programa MK Ultra, casi una obsesión. Se administró sin consentimiento a militares, médicos, prostitutas y ciudadanos en general para ver si tenía algún efecto para el control mental o para desencadenar la locura. Su descubridor fue Albert Hoffman, pero quien apostó por esta droga alucinógena en todo tipo de experimentos fue Gottlieb. Al final fue rechazada por la CIA porque tenía consecuencias imprevisibles y, paradójicamente, acabó convertida en una de las distracciones favoritas de los hippies, tan antimilitaristas ellos.
Dentro de esos planes "suaves" para acabar de forma indirecta con Castro también estuvo la idea de contaminar sus zapatos con talio –un metal muy tóxico muy utilizado en insecticidas– para hacer que se le cayese el pelo de la barba.
Objetivo: asesinato
Pero se ve que los yanquis se hartaron pronto de tonterías y el objetivo pasó a ser el asesinato del comandante. A Gottlieb tampoco le faltaron ideas, aunque sus métodos nos suenan hoy a película cómica de espías: introducir veneno en los puros que fumaba el líder cubano, hacer explotar un artefacto con forma de concha cuando estuviera nadando e introducir un pañuelo envenenado en el bolsillo de su traje fueron algunas de sus ideas, alguna de ellas replicada contra otros enemigos de Estados Unidos.
Está claro que para el responsable del MK Ultra los fines justificaban los medios. Así se lo reconoció una vez al escritor Gordon Thomas: "Han dicho de mí que jugaba a ser Dios, y eso es una barbaridad. Me limitaba a utilizar los dones que el Altísimo me había concedido para intentar defender unas convicciones que sigo manteniendo: creo que Estados Unidos tiene derecho a defenderse por todos los medios posibles".
Cambio radical
Sin embargo, cuando dejó la CIA en 1973 pegó un giro radical a su vida. Quizá creía en el karma, porque se dedicó a hacer el bien de las formas más insospechadas para alguien con su currículum. Trabajó en un hospicio al cuidado de personas moribundas y en una colonia de leprosos en la India; se compró una cabaña en Virginia, donde al parecer esperaba formar una especie de comuna; y se dedicó a bailar y a criar cabras. No sabemos si el LSD tuvo algo que ver en estos nuevos comportamientos, pero ya ven, nunca es tarde para cambiar.
Finalmente, uno de los personajes que contribuyó a hacer el siglo XX un poco más abyecto se quedó a las puertas de la nueva centuria. Murió con 80 años en 1999. Fidel Castro no se fue de este mundo hasta 17 años más tarde.