Javier Reverte, sobre los políticos: “No digo que no tengan corazón, sino que tampoco tienen cerebro”
El escritor madrileño publica 'Confines', un libro en el que aborda el drama del cambio climático a través de dos viajes por aguas árticas y antárticas. "Estamos envenenando el planeta", asegura.
9 mayo, 2018 01:57Dice Jeannette Mirsky en La ruta del Ártico que, hasta hace no mucho tiempo, era costumbre entre los marineros otorgar el derecho a sentarse con un pie sobre la mesa a aquellos que habían doblado el Cabo de Hornos, mientras que los que habían cruzado el Círculo Polar Ártico podían colocar los dos. Javier Reverte (Madrid, 1944), escritor, periodista y, sobre todo, viajero incansable, se ha ganado el derecho a espatarrarse entre marinos gracias a Confines (Plaza & Janés), su último libro, en el que narra dos viajes a dos puntos extremos del planeta, Tierra de Fuego y el Ártico.
No se trata de un simple libro de viajes, menos aún en el caso de Reverte, sino más bien del testimonio en primera persona de un desastre medioambiental anunciado. De cómo la irresponsable mano del hombre está "envenenando la Tierra" y acabando poco a poco con todo, de un extremo a otro del planeta. De cómo la pasividad y el desinterés de muchos de nuestros dirigentes nos condenan a un futuro más que incierto.
"Son dos viajes a dos universos distintos. El universo polar del Ártico, del mundo boreal, y el universo polar de la Antártida, sin llegar a pisarlo, porque me quedé en Tierra de Fuego, en el Cabo de Hornos", explica Reverte. Dos universos que "no se parecen en absoluto" más allá de que ambos tienen mar y hielo. "Es el relato de dos viajes por dos universos en apariencia muy semejantes, pero también muy distintos", reconoce.
El viaje a Tierra de Fuego tuvo lugar en 2010. Reverte fue invitado a surcar el estrecho de Magallanes y el Cabo de Hornos a bordo de la nave Vía Australis con el objetivo de hacer un reportaje para la revista Siete Leguas. En el fin del mundo no sólo pudo tocar con la punta de los dedos el salvaje universo antártico, adentrarse en las expediciones llevadas a cabo por Darwin o conocer de primera mano el drama al que se enfrenta este paraíso del extremo sur de Sudamérica por la plaga de castores que asola desde hace años sus bosques. Reverte también pudo investigar algunas historias relacionadas con la ciudad de Ushuaia, lugar en el que se cree que el cantante Carlos Gardel estuvo encarcelado junto a toda una prole de asesinos a principios del siglo pasado.
El viaje al Ártico, en cambio, tuvo lugar unos meses después en el Jan Mayen, un buque oceanográfico noruego cuya expedición codirigía el Premio Nacional de Investigación Carlos Duarte, al frente de la Expedición Malaspina durante muchos años y actual director del Centro de Investigación del Mar Rojo, en Arabia Saudí. Este navío, en el que viajaban algunos periodistas y un nutrido grupo de investigadores y becarios españoles del CSIC, tenía por objetivo estudiar la contaminación de los mares y de la banquisa, la capa de hielo flotante que se forma en las regiones polares oceánicas.
"Estamos envenenando el planeta"
Fue precisamente en esta expedición científica por el Ártico, a 80 grados de latitud norte, entre casquetes que crujían al paso del rompehielos, donde Reverte fue consciente del problema medioambiental al que se enfrenta la Tierra. "El estudio que se encontraban realizando en el Jan Mayen era muy revelador. No sólo por cómo está afectando la contaminación, sino también por cómo el deshielo va a afectar a la atmósfera", comenta el escritor madrileño. "Estamos envenenando el planeta. Todo el mundo creo que es consciente de ello. Y estamos viviendo el final de la Tierra si esto no se para".
El autor de El sueño de África se refiere a los devastadores efectos que están provocando los microplásticos en el Ártico, al calentamiento global, pero también a los escapes de gas que se producen tras el deshielo de las capas terrestres del Ártico y de la Antártida. "Hay mucho hielo acumulado debajo de las tierra. Ese deshielo es mucho más peligroso que el de la superficie". El autor se refiere al metano acumulado bajo el permafrost, que de llegar a liberarse podría provocar una catástrofe de tremendas dimensiones. "El efecto invernadero sería una cosa de risa al lado de esto que podría pasar".
Viajar hasta estas latitudes, asegura Reverte, te hace darte cuenta de muchas cosas y olvidarte de otras tantas. "Si estás viendo el cambio climático en Canadá, ¿qué te va a importar lo que pase en un momento dado en Cataluña, si Puigdemont quiere o no ser candidato? Te empieza a importar todo bastante menos", bromea. "Hay ciertas cosas que tienen mucha importancia cuando estás en tu patria y que cuando te vas no tienen tanta".
Viajar hasta los confines del mundo, mezclarse con los osos polares del Ártico, con los pingüinos en la Antártida, o recorrer las aguas de las islas Svalbard analizando la contaminación del océano es la terapia de choque perfecta para terminar de rendirse ante la evidencia y tratar de frenar una tragedia alimentada por el hombre y amparada por la desidia y la cortedad de miras de nuestros dirigentes. Un hecho éste último para el que no encuentra explicación el escritor y que le saca especialmente de sus casillas.
"No me explico la mentalidad de poderes públicos y poderes económicos de seguir adelante con esto, no por el daño que nos está haciendo a todos, sino también por el daño que están haciéndose a sí mismos. Porque ese daño es para todos, no sólo para los pobres. En un momento determinado, si no podemos respirar el aire que nos rodea, lo van a pagar igual los ricos que los pobres. Yo creo que son una gente muy salvaje en el fondo, no digo que no tengan corazón, que parece que no lo tienen, sino que tampoco tienen cerebro por lo que están haciendo", afirma.
Dice un proverbio cachemir que el autor incluye en las primeras páginas de su libro que debemos tratar bien a la Tierra porque "no te ha sido dada por tus padres; te ha sido prestada por tus hijos". Reverte hace tiempo que fue consciente de ello. De hecho, pese a todas las tropelías, asegura que el planeta se hace mucho más grande conforme vamos conociéndolo mejor, y siempre hay nuevos paisajes que se abren al sueño y a la vocación de conocer. De nosotros depende poder seguir descubriéndolo.